¿Tarragona o Reus?
La fogosidad empleada por las fuerzas vivas e institucionales de Reus y Tarragona (por orden alfabético) con relación al nombre de la posible veguería y sobre quién ostentaría su capitalidad, en caso de existir, ya la quisiéramos para otros menesteres. Y lo mismo ocurre con la oleada de reacciones, desde la Val d'Aran hasta el Penedès, que ha generado el anuncio de la inminente aprobación de un proyecto de ley para la creación de veguerías por parte de la Generalitat. No estoy de acuerdo con los que opinan que no es relevante. Desde mi punto de vista, uno de los temas centrales que tiene pendientes la Generalitat desde su reinstauración es el de la organización territorial. Y de hecho, su presencia, más o menos explícita, en los programas de gobierno ha sido constante desde 1980. El jarro de agua fría de la temprana sentencia del Constitucional sobre las diputaciones ralentizó entusiasmos, pero no por ello el tema dejó de ser relevante. El problema es que el proyecto sobre el que se trabaja no acaba de resolver el tema. Y los déficit en su elaboración pasan ahora factura.
Necesitamos una reorganización territorial del poder en Cataluña. Y no necesitamos aumentar la cifra de diputaciones. Necesitamos que se aborde con criterio el mapa municipal del país, sin eliminar municipios, pero sí incentivando organizaciones territoriales que permitan abordar problemas con escala, identidad y poder suficientes. Necesitamos que este mapa territorial coincida lo más posible con las distintas distribuciones que cada departamento de la Generalitat tiene establecidas por el territorio. Necesitamos que la Generalitat deje de ser descentralizadora cuando habla con España y Europa, y centralizadora en extremo cuando gestiona el país. Necesitamos que las comarcas sean órganos municipales de gestión, dependientes de un consejo de alcaldes. Y necesitamos veguerías que ayuden a los protagonistas, a los municipios, en su labor, mientras la Generalitat se ocupa de gobernar, controlar y redistribuir. Si todo ello ocurriera, el debate Tarragona-Reus tendría menos de simbólico y más de sustantivo. Lástima que nada de ello ocurrirá en los pocos meses que quedan de legislatura.
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