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Gordon Brown afronta un inesperado intento para forzar su dimisión

Dos ex ministros piden que los laboristas voten en secreto sobre su liderazgo

La burbuja de Westminster vivió ayer un día de inesperada convulsión. Dos ex ministros, más próximos a Tony Blair que al actual primer ministro, lanzaron por sorpresa una propuesta para que el grupo parlamentario laborista vote en secreto la ratificación o no del liderazgo de Gordon Brown y, en consecuencia, su posición como candidato del partido en las próximas elecciones generales, que se esperan para no más tarde del 6 de junio.

Patricia Hewitt, ex ministra de Sanidad entre otras muchas cosas y muy próxima a Blair, y Geoff Hoon, ex ministro de Defensa y de casi todo y algo más neutro en su blairismo, vistieron su petición no como un intento de echar a Brown, sino de llamamiento para acabar con la incertidumbre que existe en torno al líder del laborismo.

El golpe se produce cuando la posición del primer ministro parecía afianzada

Brown afrontó en junio un golpe palaciego semejante, cuando el entonces ascendente ministro James Purnell abandonó el Gabinete con la esperanza de forzar la marcha del primer ministro. Aquel golpe fracasó en unas pocas horas. Aunque ninguna figura con peso en el partido se unió ayer a los golpistas, llamó poderosamente la atención la tardanza con la que los barones empezaron a desfilar ante los medios de comunicación para apoyar al primer ministro.

Ed Balls, el aliado más firme de Brown, no compareció ante la prensa hasta pasadas las tres de la tarde, más de dos horas después de que Hoon y Hewitt hicieran pública su propuesta. Peter Mandelson, número dos de hecho en el Gabinete y personaje clave en la desactivación del golpe de junio, habló poco después a través de su portavoz. "Nadie debería sobrerreaccionar a esa iniciativa. No está liderada por miembros del Gobierno. Nadie del Gobierno ha dimitido. El primer ministro sigue teniendo el apoyo de sus colegas y debería seguir desarrollando las tareas del Ejecutivo con toda normalidad", fue el mensaje de Mandelson.

Pero figuras clave para la supervivencia de Brown, como sus potenciales rivales Alan Johnson, Harriet Harman y, sobre todo, el ambicioso jefe del Foreign Office, David Miliband, no se pronunciaron hasta última hora de la tarde, al igual que hombres de su entera confianza, como el ministro del Tesoro y canciller del Exchequer, Alistair Darling. El propio Brown no quiso hacer comentarios al asistir a un acto público. Pero su portavoz afirmó que el primer ministro "está relajado y haciendo su trabajo normal". "Tiene una agenda muy apretada y, como siempre, está concentrado en las prioridades clave que tiene ante sí".

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David Miliband tampoco compareció personalmente ante los medios, pero hizo pública una nota en la que dijo: "Estoy trabajando junto al primer ministro en asuntos de política exterior y apoyo la campaña para la reelección de los laboristas que él está liderando". Entre las dos opciones que parecían afrontar los barones, desdén hacia el golpe o prudencia, pareció empezar abriéndose paso primero la prudencia y luego el desdén. Alan Johnson, que siempre se ha resistido a luchar por el liderazgo del laborismo, fue tajante: "Gordon Brown es el mejor hombre para liderar el Partido Laborista. Respeto mucho a Patricia y a Geoff, pero no apoyo su propuesta".

La propuesta de los dos rebeldes fue lanzada minutos después de que Brown tuviera un buen día en el habitual intercambio de golpes bajos con el líder de la oposición, David Cameron, en la sesión parlamentaria de preguntas al primer ministro de los miércoles. La primera reacción de los analistas fue de incredulidad ante una maniobra inesperada y que, de triunfar, no tendría precedentes. Tanto Margaret Thatcher como John Major, los dos últimos primeros ministros conservadores, tuvieron que someterse a votos de confianza de su grupo parlamentario, pero en ambos casos eso ocurrió a dos años vista de las elecciones, no a cuatro o cinco meses de que los británicos sean llamados a las urnas.

El golpe ha causado sorpresa no sólo porque no se ha filtrado -indicio, quizás, del aislamiento de sus promotores, pero también una señal potencial de que podía ir en serio- sino porque la opinión generalizada desde hace semanas es que con los comicios a la vuelta de la esquina, los laboristas recuperándose en las encuestas y la economía a punto de superar la recesión, la posición de Gordon Brown al frente del partido estaba a salvo.

El último gran grupo lealista se desarma

La Asociación para la Defensa del Ulster (UDA, en sus siglas en inglés) anunció ayer que ha puesto fuera de uso todos sus arsenales.

El anuncio, realizado a través de sus representantes políticos, el Grupo para la Investigación Política del Ulster (UPRG), fue certificado por la Comisión Internacional Independiente que controla el desarme de los grupos paramilitares de Irlanda del Norte y por dos testigos independientes que presenciaron el último acto del desarme, el antiguo primado de la Iglesia de Irlanda, lord Eames, y un ex alto funcionario y presidente del Ulster Bank, sir George Quigley.

La Asociación para la Defensa del Ulster, que en noviembre del año 2007 declaró que "la guerra ha terminado" y el verano pasado empezó a destruir sus arsenales, era el último gran grupo paramilitar lealista que todavía no había decomisado todas sus armas.

El otro gran grupo, la Fuerza de Voluntarios del Ulster (UVF), completó su desarme en junio pasado.

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