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Columna
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Bienvenido, Frankenstein

El desasosiego empieza a sentirse. Un escalofrío recorre a algunos de los que hasta ahora asistían seguros al espectáculo tras el cristal: ¿y si la extraña criatura se escapa? Joan Laporta ve próximo el final de su mandato y se plantea entrar a lo grande en la política catalana. Su personalidad explosiva, su fortuna económica, su carisma, un verbo mesiánico y un ego hipertrófico, su inexperiencia política y algunas fragilidades, le convierten en un candidato capaz de remover (incluso de agitar) el panorama político catalán.

En una entrevista concedida a su entusiasta Salvador Sostres, Laporta ha anunciado lo que venía insinuando, que tiene "bastante claro" que si decidiera presentarse "sería para ser presidente". Laporta tiene la ambición necesaria y el dinero imprescindible, que se calcula en unos 5 millones de euros, para la campaña electoral. Pero, ¿tiene el presidente del Barça el conocimiento, el temple y la inteligencia política necesarias para ser decisivo?

En lo político, a Laporta no le falta ambición y su discurso simplista puede resultar ilusionante a algunos

Este año se inicia un ciclo electoral largo con las elecciones a la presidencia del Fútbol Club Barcelona, elecciones al Parlament y posteriormente municipales (2011). A nadie se le escapa que el deporte tiene un alto componente político y que, el club que es más que un club, siempre ha sido un codiciado trampolín político y social. Solo hace falta echar un vistazo a los codazos en la tribuna de invitados o recordar como Millet recomendaba, en l'Oàsi Català, el atajo del Camp Nou para entrevistarse diez minutos con Piqué sin el tamiz de su gabinete.

Joan Laporta no quiere salir del escenario cuando acabe su mandato y para ello utiliza sin rubor al Club, a los jugadores y al entrenador que trabajan, ellos sí, con discreción y rigor. Su discurso es solo tangencialmente sobre lo deportivo y se apropia del modelo de futbol de la Masia cuando en realidad cabría preguntarse si en diez o quince años, con los chicos actuales y demasiado parentesco con la directiva y sus amigos, encontraremos a algún Messi, Bojan, o Iniesta.

En lo político, a Laporta no le falta ambición y su discurso simplista puede resultar ilusionante para algunos. En la entrevista de El Mundo aseguraba que "somos portadores de la épica más emocionante de la historia: la que guía a los pueblos sometidos hacia la libertad". Me pregunto si se habrá confundido con Nelson Mandela, pero eso sería suponer que se ha entretenido en leer a John Carlin.

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Lo único que está claro es que Laporta quiere liderar. A su tirón popular se puede sumar el Reagrupament de Carretero y Carandell, pero continuará faltando maquinaria política en un país en el que el instrumento de la Red está todavía por explotar.

Los partidos políticos tradicionales empiezan a ver a Laporta como un intruso, pero algunos más que otros. ¿A quién perjudicaría que se presentara? Electoralmente, Laporta podría restar votos a ERC y a CiU, pero es más peligroso para la candidatura de Artur Mas. La Casa Común explota una ambigüedad calculada que pretende captar los votos de un espectro amplísimo que cuenta con los votantes de derechas -capaces de optar por el PP en las generales- , los moderados catalanistas que constituyen el electorado pujolista tradicional y los votantes soberanistas, que podemos intuir que han aumentado en los últimos años, incluso entre la dirección del partido. Artur Mas los necesita a todos, pero los aspavientos o la excesiva claridad de ideas puede asustar a unos u otros. En este contexto, Laporta puede obligar a CiU a radicalizarse y molestar a Unió y a los electores más moderados. ¿Con qué argumentos políticos puede combatir CiU a Laporta? Esquerra, que da por perdidos a los carreteristas, lo puede hacer con argumentos de derecha e izquierda. Pero Laporta, inspirado por Oliver y Sala Martín, defendería posiciones de la derecha económica.

El PSC saldría perjudicado en tanto en cuanto su socio independentista perdiera tirón, pero podría aspirar a ser el partido más votado si una lista laportista dividiera el voto nacionalista. Al día siguiente, es difícil pensar que un pacto parlamentario permitiera a un socio menor como Laporta la presidencia y acabara con la carrera del líder de CiU. A algunos les resultará interesante estos días el clásico de Mary W. Shelley: "Ya era la una de la madrugada; la lluvia caía tristemente contra los cristales y mi vela estaba a punto de consumirse del todo cuando, a la débil luz de la llama medio extinguida, vi como se abrían los ojos amarillos y apagados de la criatura, como respiraba dificultosamente, y agitaba convulsivamente los miembros".

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