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Cabalgata pasada por agua

El recuerdo de los cooperantes secuestrados marca la llegada de los Reyes Magos a Barcelona

A pesar del engorro de ver una cabalgata bajo la lluvia y con la línea 1 del metro estropeada, las 350.000 personas que ayer se acercaron al centro de Barcelona para recibir a los Reyes Magos supieron sacarle partido a las inclemencias del tiempo. Durante el recorrido de la comitiva, que arrancó en la calle del Marqués de l'Argentera y terminó en Montjuïc, padres y niños utilizaron sus paraguas a modo de bolsa para hacerse con el mayor número de caramelos posible. Aun así, las 15 toneladas de dulces que el séquito de Sus Majestades lanzó durante los cinco kilómetros de desfile no arrebataron protagonismo a las carrozas, seis de ellas nuevas, en las que centenares de actores y bailarines animaron el paseo.

Los niños ya esperaban impacientes a las 16.30 en el Moll de la Fusta. Martí, de cinco años, era incapaz de cerrar la boca mientras observaba como Sus Majestades bajaban del barco. En brazos de su madre, aplaudía y les lanzaba besos. Muy cerca, Lidia, también de cinco años, intentaba contener las lágrimas. Todavía no había entregado su carta a los reyes. "Es que me he portado muy bien y si no saben qué quiero, quizás no me dejen nada", explicaba preocupada. Después de que el mítico paje Gregori y su acompañante desde hace un año, Estel, leyeran algunas cartas recibidas de los más pequeños, los tres reyes subieron al escenario junto al alcalde. Jordi Hereu recordó en su discurso a los tres cooperantes de la Caravana Acció Solidària secuestrados en Mauritania y pidió a Sus Majestades que "éste sea el año del fin de la crisis".

Luego, entregó las llaves de la ciudad a los Reyes de Oriente, el pasaporte para entrar en todas las casas "y en todos los hospitales donde haya niños". Como cada año, y después de recibir de manos del alcalde el pan y la sal, tomó la palabra el rey Melchor, que tenía un ligero parecido con el regidor de Relaciones Institucionales, Ignasi Cardelús. "Los galets que hay repartidos por toda la ciudad han sido nuestra guía para llegar", desveló el rey blanco, que también hizo referencia a los cooperantes: "Sabemos que están bien y que muy pronto volverán a estar aquí, con todos vosotros".

La cabalgata ha perdido asistentes respecto al año pasado. La lluvia ha dejado en casa a unas 100.000 personas, pero las que decidieron salir, hicieron lo posible por no perderse ni un detalle del desfile. Cerca del parque de la Ciutadella, tras las vallas, había hileras de escaleras de metal que los padres habían traído para que sus hijos vieran la cabalgata.

Algunos, sin embargo, no pudieron llegar a tiempo a la fiesta debido a una avería en la catenaria a la altura del túnel de la plaza de Catalunya de la línea 1 del Metro de Barcelona, que obligó a paralizar el servicio entre las estaciones de Marina y Universitat entre las 17.36 y las 18.38.

CARMEN SECANELLA
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"Cuidaros, que tenéis que durar muchos años"

Sus Majestades caminaron por el Moll de la Fusta a paso lento hasta los coches que los llevarían al parque de la Ciutadella, recogiendo cartas y repartiendo besos. Nerea, de cuatro años, los estaba esperando en primera fila, detrás de la valla, desde las 15.30.

Cuando el rey Melchor, durante su discurso, preguntó a los niños si habían hecho caso de los consejos de los padres y los maestros, Nerea calló. "Me he portado bien, pero siempre siempre... es muy difícil", se excusaba. La lluvia le traía sin cuidado y no dejaba de moverse. Gritaba los nombres de los Reyes una y otra vez y, finalmente, los chillidos surtieron efecto. El primero en sucumbir fue el rey Gaspar, cuyos ojos, escondidos entre la corona y la barba rubia, recordaban a los de Queco Novell, actor del programa de TV-3 Polònia.

"Cuidaros que sois muy mayores y tenéis que durar muchos años", le soltó Nerea. "Duraremos toda la vida", le respondió rápidamente Gaspar. La niña, que este año pide una barbie, una guitarra y "un patinete con dos ruedas delante y una atrás", veía ya cerca su próxima presa.

El rey Baltasar era uno de los más solicitados. Severino Baita, un funcionario guineano del Ayuntamiento muy parecido a él, celebraba ayer sus 50 años de fidelidad a la cabalgata. Aunque ya había entregado su carta, Nerea le recitó sus peticiones casi sin respirar y sin soltarle las manos. "¿Y qué más y qué más?", insistía la madre. "Ay, sí, y paz en el mundo", terminó Nerea.

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