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Columna
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Realidad sobre 'reality'

Todos los traedores de regalos tienen su encanto, naturalmente, pero yo prefiero a los Reyes Magos. Les veo muchas ventajas. Para empezar son tres y diferentes, lo que no sólo le permite a uno elegir, sino hacerlo con una anchura de criterios que incluye la multiculturalidad. Por otro lado, su fiesta se sitúa al comienzo del año, es decir, lo inaugura con una representación de generosidades. Además, cualquiera que haya olvidado el aspecto que tiene la confianza pura puede acercarse a la cabalgata (que presenta el atractivo añadido de ser lenta, esto es, de introducir en la expectativa el impagable alimento de la espera) observar los rostros de los más pequeños e inmediatamente recobrar su imagen, y su aliento.

Porque situarse en el vecindario de la confianza anima la esperanza y airea la responsabilidad. En fin, que te hace desear que a esos niños, tan atentos, los Reyes no les traigan nada decepcionante; que los adultos que somos sus reyes les propongamos sólo lo que vale la pena, sólo piezas para un futuro digno y feliz. Y habrá muchos modos de representarse esa dignidad y esa felicidad, pero hoy voy a resumirlas en el compromiso de ofrecerles un mundo en el que la realidad no sea degradada, devorada, por lo reality.

Lo menos que se puede decir es que la cumbre sobre seguridad alimentaria, también llamada del hambre, celebrada el pasado noviembre en Roma, ha despertado muy poco interés mediático y político (los líderes de los países más ricos de la tierra ni siquiera han acudido). Comparar los medios materiales e informativos que se la han destinado con los dedicados a la cumbre climática de Copenhague evidencia lo poco que el hambre importa y conmueve ahora mismo. No voy a detenerme en esa comparación para centrarme en otra mucho más sangrante. Porque otra de las noticias de fin de año ha sido la de esos concursantes de un reality de supervivencia, denunciados por una organización protectora de animales por haberse comido, en uno de los episodios del programa, una rata. Con la ayuda de los amplificadores de Internet, el asunto ha dado la vuelta al mundo, provocando indignaciones por aquí, adhesiones por allá; en cualquier caso una activación ciudadana considerable.

El que un hambre ficticia, diseñada y exhibida como entretenimiento, buscada por juego o por dinero, pueda movilizar o indignar más que el hambre real, es un signo del presente que desvirtúa el mañana, que lo destruye. Una actitud del presente que creo que hay que colocar no sólo entre lo inaceptable, sino también entre lo intransmisible. A los niños y niñas que esperan confiados la llegada de un regalo tenemos que ofrecerles lo contrario de esa ruina. Proponerles la realidad y lo que los seres humanos poseemos para transformarla y trascenderla, desde la conciencia hasta el deseo. La realidad y todo lo que puede superarla; no degradarla, hundirla en la miseria sin fondo y sin sentido del reality.

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