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Columna
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¡Ho, ho, ho!

La risotada de Santa Claus resonará esta noche en la chimenea de la Estación Espacial Internacional antes que en ningún otro sitio de la Tierra porque, aunque venga del Polo Norte, lo más fácil es empezar desde arriba, echar un vistazo y luego bajar. El trasto en cuestión parece un juguete muy grande y seguro que Santa piensa que hay muchos niños allí arriba esperando sus regalos. Es el último reparto de la primera década del Tercer Milenio y quiere quedar bien. Su viaje espacial le recordará que el baile empezó en el año 2001 con la caída de las Torres Gemelas y que ahora viene el 2010. Ya no podrá llevarle ningún regalo a Arthur C. Clarke, porque está muerto, pero se le vendrá a la memoria que el escritor empezó su saga de Una odisea en el espacio al alimón con Stanley Kubrick y la fechó en 2001. La segunda parte (¡tachán! diría Richard Strauss) ocurre en 2010. ¿Qué nos va a pasar esta vez? En Galicia termina una década de desastres naturales: el Prestige (el tercer accidente más caro de la historia después de Chernobyl y el Challenger), los incendios (más baratos gracias a la manguerita de Feijóo), A Cidade da Cultura (¡la ruina!)... en fin, que vamos sobraos y adelantando por el arcén. Y son naturales porque son gallegos y aquí somos de una naturaleza exuberante. Ya casi no quedan angulas y las mimosas han desaparecido, pero ¿a quién le importan unos gusanillos de a 8oo euros el kilo y unas florecillas anunciadoras de la primavera? No será a Santa Claus, desde luego, porque las leyes internacionales prohíben el transporte de material biológico para prevenir plagas extremadamente perniciosas. Y es que en esta década que abandonamos (¿es una más? ¿es una menos?) han cambiado tantas normas y normativas que los Diez Mandamientos se han quedado más obsoletos que la foto de las Azores o los tiempos en los que el Celta jugaba en primera.

En esta década hay que montar una gorda, como sentar a Corina Porro en el trono del Reino de Galicia

Hace cien años la humanidad vivió diez de aúpa: la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa, las vanguardias artísticas, la gripe española y así hasta el infinito y más allá. Si con 2001 acertó Clarke en su profecía de un salto espectacular para la humanidad, ¿veremos su equivalente en 2010? A día de hoy el programa espacial gallego aún está en pañales, como el AVE o la autopista hacia Asturias, y Marte está más lejos que nunca. No esperamos al cometa Halley porque su última visita fue un poco sosa (todo hay que decirlo: Bill Halley había muerto y el rock and roll ya no era lo que había sido.) Aún así, se puede forzar la maquinaria para organizar la marimorena. Por ejemplo, si Galicia quiere entrar por la puerta grande en la carrera espacial puede empezar por poner publicidad del Xacobeo 2010 en el uniforme de Santa Claus. Y eso sería sólo el principio.

En 2010, el Gobierno central pretende prohibir el consumo de tabaco en todos los lugares públicos y va a arrancar de cuajo la publicidad en Televisión Española. Galicia no se puede quedar atrás en la carrera de golpes de efecto melodramáticos para la década entrante y hay que ponerse las pilas ya de ya. Una guerra de trincheras y gas mostaza como la de 1914 no parece adecuada, una revolución como la rusa sólo sería secundada por cuatro nostálgicos achispados y la gripe ya la tenemos. Y repetir petrolero, por aquello de que contamos las generaciones gracias a ellos, es un poco cafre. Si sincronizamos nuestros relojes con la hora de Portugal, el Bierzo se nos queda fuera y si acabamos con las pequeñas corrupciones gigantescas de nuestros concellos vamos a parecer el repelente niño Vicente.

Aquí lo que se tiene que montar es una muy gorda, algo así como coronar a Corina Porro y sentarla en el trono del Reino de Galicia, que el Monte do Gozo se convierta en un volcán en permanente erupción o descubrir que Elvis, Jesús Gil, Hitler y Michael Jackson viven en algún paraje ignoto de Ourense. Todos a pensar, que la noche de hoy es especialmente propicia para la inspiración, y más desde que la Misa del Gallo ya no es preceptiva a medianoche (Ratzinger está muy mayor). Por eso lo mejor va a ser obedecer al villancico; así que dame la bota, María, que me voy a emborrachar.

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