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Columna
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¿Tripartito? Deme su teléfono

¿A los periodistas que trabajan en delegaciones de periódicos que tienen su sede principal en Madrid se les presenta muy a menudo el mismo dilema que aquejaba a Henry Kissinger cuando quería sondear la opinión de sus socios europeos. "¿Europa? Deme su número de teléfono", contestó socarrón el secretario de Estado norteamericano. Del mismo modo, esos periodistas catalanes están obligados a dar una respuesta similar: "¿Tripartito? Deme su número de teléfono".

Seis años después de la llegada de la izquierda al poder, da la sensación de que no hay nadie en el Palau de la Generalitat que represente la opinión de todo el Gobierno, y lo más grave es que puede que ni siquiera haya nadie preocupado por ello. Ahora mismo no existe ninguna cabeza pensante que piense en términos de Govern d'Entesa, la pomposa nomenclatura que se quiso imponer al inicio de la legislatura con escaso éxito. Como muestra, un botón. Comentando con un alto cargo socialista una encuesta que vaticinaba una sensible subida del PSC a costa de un espectacular batacazo de ERC, hasta el punto de que la izquierda ya no sumaba mayoría, me dijo: "¡Qué bien que nos da!, ¿no?". A lo que no tuve más remedio que contestar: "Sí, Montilla será un magnífico jefe de la oposición".

Ahora mismo no hay un relato propio del Gobierno catalán, sino cuatro que se entrecruzan y a veces se oponen entre sí

Ahora mismo no hay un relato propio del Gobierno, sino cuatro que se entrecruzan y a veces se oponen entre sí. El PSC maneja dos mensajes, uno como partido y otro propio que acompaña al presidente Montilla, mientras que ERC y ICV-EUiA se contentan con vender la moto a su público respectivo. Los socialistas, todo hay que decirlo, son los que por ahora lo llevan mejor: el PSC como organización política catalanista ha salido reforzado de su pulso con el PSOE mientras José Montilla ha sabido mantener un perfil institucional alto y una imagen de seriedad para hacer frente a la crisis que contrasta sobremanera con las acrobacias de saltimbanqui de Zapatero. Pero sus estrategas ignoran que en el último momento los votantes tienen que responder a una pregunta clave: "¿Quiere usted que continúe el actual Gobierno o prefiere un cambio?". Es, pues, el Gobierno en su totalidad el que se la juega en las urnas, y no sus integrantes por separado.

¿En qué ha cambiado Cataluña en estos años de montillismo? ¿Qué tenemos hoy que no hubiera sido posible con CiU en la Generalitat? Aquí se nos dirá que ha habido un aumento considerable del gasto social para ayudar a los desfavorecidos, pero en general se trata de medidas que también podría aplicar un Ejecutivo conservador. Por el contrario, el lábil Zapatero, que navega a bandazos por las aguas turbias de la crisis, tiene la habilidad de mantener activados algunos asideros ideológicos. El aborto, la laicidad, etcétera, sirven para fijar en la mente del votante que aquí hay ideología de por medio y que no se trata sólo de gestionar recursos. Forman un relato que encuentra la horma del zapato en la Conferencia Episcopal de Rouco y en los telepredicadores nocturnos.

Pero el Govern d'Entesa carece de estos asideros. Es más, cuando ha podido marcar una clara línea divisoria entre derechas e izquierdas, ha preferido pactar con CiU, como en el caso de la Ley de Educación, en un loable esfuerzo por el consenso, pero al precio de destrempar a los suyos. A partir de ahí cada cual, como se ha dicho, tiene su propio relato. El PSC se vende como el antídoto para evitar una escalada nacionalista; ERC, como el partido que ha arrastrado a los socialistas (y a Montilla) hasta los límites del catalanismo, e ICV-EUiA, como los únicos que toman decisiones difíciles (limitación de velocidad, cámaras en las comisarías, etcétera) en pro de unos objetivos ideológicos concretos.

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La idea (errónea) que subsiste es que los tres partidos deben preocuparse por su respectivo electorado para sumar mayoría en el Parlament. Ignoran que para el ciudadano medio el Gobierno es un todo, un tótem, del cual sobresale la figura del presidente. Y si el ruido de fondo que acompaña a ese presidente y a sus adláteres es algo parecido a un concierto de grillos, lo más lógico es que opte por alguien que al menos tenga número de teléfono.

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