Frío y prisas en las últimas compras
En un gélido fin de semana, los comercios intentan salvar un año de crisis
Un brillo homicida en la mirada. Dura sólo un instante, imperceptible para cualquiera no familiarizado con los dramas del gremio. Pero quien conoce al vendedor lo nota en la crispación de la sonrisa: es la tentación de estrangular al cliente, ese sueño que pasa por la cabeza de todo dependiente en Navidad.
El sujeto aparcado frente al tenderete de la feria de artesanía de la plaza de España le ha hecho sacar todas las cajitas de su muestrario. Ha pedido detalles sobre el precio y proceso de elaboración de cada una. Las ha sopesado en la mano y golpeado con el dedo para comprobar la densidad de la madera. Sólo le ha faltado lamerlas para comprobar qué tal sabían. "¿Y el precio de ésta cuál era?". A continuación ha asentido y anunciado: "Me doy una vuelta y me lo pienso". Ha brillado la sonrisa homicida en labios de la vendedora. Adiós para siempre, querido cliente. Es el último fin de semana de compras navideñas y el frío corta en la calle.Madrid es un río de compradores desde la calle de Preciados a los centros comerciales de la periferia; y, en medio de la corriente, sobre la isleta de sus mostradores, siempre hay atrapado un vendedor.
Pero no todos son iguales. Ésa podría ser la conclusión de uno de los subtipos que abunda esta campaña. Es el vendedor observador, una especie que se multiplica con la crisis. Este año las navidades serán las más austeras de la década. El consumo en ocio y alimentación caerá el 21% y el 14,2%, según un estudio de la Federación de Usuarios y Consumidores Independientes. El vendedor observador lo sabe. Suele encontrársele ocioso en tiendas vacías, viendo pasar las horas envuelto en una campana de música a todo volumen. Sus colegas le consideran un afortunado, pero él se aburre. Podía ser peor, porque Madrid y Valencia están a la cabeza de gasto navideño: 800 euros por persona, contra los 728 euros de la media española, un 10,5% menos que el año pasado.
El vendedor a veces se asoma al exterior de la tienda a observar los comercios llenos, suspira y toma nota mental de la actividad de otros tipos de dependientes. Éstas son algunas de las categorizaciones que podría establecer:
- El paracaidista. Sofía ha llegado hace tres días a una cadena de regalos ecológicos. La tienda está a rebosar. Suda. Intenta enseñarle a una clienta lo sencillo de ensamblar que es un juego de té desmontable. "¿Ve? Así. Bueno... Vaya, no entra. A ver si empujando un poco... Puff". La cliente comienza a dar pasos atrás, camina hacia la puerta.
- El mejor amigo. Las jugueterías son en navidades un centro neurálgico. En una de ellas, una dependienta madura, con gafas y perfecta conocedora del catálogo de la tienda se acerca a una abuela con cara de pánico:
-Por favor. Yo es que estoy muy desfasada. Estos imanes de Mickey, además de pegarse, ¿hacen algo más?
-No.
-Y estos cochecitos, ¿aparte de rodar?
-Nada más.
-Y peluches que hablan. ¿Hay?
La vendedora la coge con ternura:
-Venga conmigo, que yo le enseño.
- El sufrido. Enterrada en un montón de jerséis, una dependienta de un gran almacén intenta guiarse por los pasillos. Le corta el paso una encargada señalando un maniquí sin más vestido que una boa de plumas: "¿Se puede saber qué es esto?". La dependienta suspira. Son las tres de la tarde, le quedan cinco horas para terminar el turno.
- El 'yo estoy aquí de paso'. Al ejército de estudiantes que abundan en Navidad se le añade este año los parados sin vocación comercial. Pablo, argentino, es una apisonadora dialéctica a la que le gusta disertar sobre el asunto. En realidad, le gusta hablar sobre cualquier cosa. "A mí esto me da igual. Yo estudié montaje cinematográfico", explica. Su trabajo no es fácil, en el pasillo del centro comercial de Príncipe Pío salta literalmente a la espalda de todos los paseantes con un aparato masajeador. No vende ni uno, confiesa.
Hay muchos tipos de vendedor más: el cualquier cosa mejor que las rebajas, el es duro pero me encanta la Navidad... El vendedor observador los mira con ternura y envidia, e incluso se decide a compartir con alguno un poco de su sabiduría. "Esto es un desastre. Está lleno de gente, pero fíjate en las bolsas. Mucha gente, niños con globos... pero nadie compra nada". Y de repente un milagro: se acerca un cliente
-El collar del escaparate, ¿lo tiene igual pero en pulsera?
-No. Sólo en collar.
-De acuerdo. ¿Y en pendientes?
Dura un instante, pero un conocedor del gremio sabe interpretar ese brillo en la mirada del vendedor.
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