¿Cómo terminará la tragedia griega?
Las tragedias griegas no terminan bien, y ésta tampoco lo hará. El muy anunciado plan de esta semana para la reducción del déficit presentado por George Papandreu, el primer ministro griego, ha sido una gran decepción. Les ha endilgado un 90% a las primas. No tengo nada en contra de un impuesto sobre las primas, pero esto no tiene nada que ver con la situación fiscal griega. También ha decidido recortar el número de directivos de las empresas públicas. Nuevamente, esto puede estar o no justificado, pero no tiene nada que ver con la crisis. Congelar los salarios de un pequeño grupo de funcionarios civiles bien pagados puede ser una cosa justa, o no. Pero no hará mella.
Grecia tendrá un déficit presupuestario del 12,6% del producto interior bruto este año. La cifra real probablemente será mayor, porque el cálculo oficial se basa en algunos supuestos presupuestarios optimistas. Lo más seguro es que vayamos camino de un porcentaje cercano al 14. El organismo de clasificación Fitch ha calculado que, con las políticas actuales (y eso incluye el presupuesto de 2010 del Gobierno actual), Grecia va camino de una deuda como porcentaje del PIB del 130.
Hay 600.000 empresas griegas cuyos propietarios declaran al fisco menores ingresos que sus empleados
Así que, a menos que Papandreu haga algo más radical que gravar las primas, hay muchísimas probabilidades de que el país experimente graves dificultades financieras. La intensa actividad en el mercado de los seguros en caso de incumplimiento -instrumentos financieros que aseguran frente al impago de alguna garantía subyacente- es señal de que los inversores están apostando por el impago. A medida que suban los precios de los seguros por impago griegos subirán los tipos de interés que el Gobierno de este país tendrá que pagar para financiar sus nuevas deudas. El impago puede convertirse rápidamente en una profecía que acaba haciéndose realidad.
Ahora hay buenos argumentos en favor de ilegalizar esas apuestas. Soy receptivo a la idea de prohibir la comercialización de los seguros por impago para los que no hay garantías subyacentes. Pero mientras este régimen persista, Grecia se enfrenta a un peligro claro y presente.
Para luchar contra la amenaza de la insolvencia del Estado, Grecia tendrá que adoptar tres estrategias paralelas. La primera y más importante es un recorte significativo del gasto público. Dentro de esa categoría, las dos medidas más importantes son un recorte (o como mínimo, una congelación nominal) de los costes salariales en el sector público, y una reforma de las pensiones. Grecia es el país con el sistema de pensiones menos sostenible de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Sin esos recortes será difícil evitar la quiebra.
La segunda prioridad debería ser la de ampliar la base imponible. Papandreu ha hablado de ello. Esto significaría que habría que pedir a 600.000 empresas cuyos propietarios declaran ingresos imponibles menores que los de sus empleados que aportasen un poco más a la sociedad. Y sí, hay mucha corrupción y evasión de impuestos, pero también es verdad que nunca es buena idea incluir los esperados ingresos de una campaña política contra el crimen en un plan presupuestario previsor. Es mejor tratarlos como una ganancia inesperada, si es que la situación mejora.
La tercera prioridad es estimular el crecimiento mediante las reformas estructurales. Los buenos planes de reducción del déficit dependen tanto de los ahorros como de las medidas para estimular el crecimiento futuro. Naturalmente, la relación déficit/PIB sólo puede reducirse matemáticamente de dos maneras: bien con un déficit menor, o bien con un PIB mayor. Es más, si el PIB aumenta, el Gobierno recibe más ingresos procedentes de los impuestos, los cuales reducirían aún más el déficit. Así que esto puede ser un círculo virtuoso.
Papandreu ha dicho que quiere impulsar un diálogo sobre la apertura de las profesiones a una mayor competencia. Ésta es una buena idea, pero quiere hacerlo a través de los agentes sociales, lo cual significa que esas reformas sin duda se retrasarán, diluirán y bloquearán. Si Papandreu quiere impresionar a los inversores, los organismos de calificación y sus socios europeos, como mínimo tiene que presentar un plan probado para aumentar la posible producción.
Grecia no está en situación de darse el lujo de optar entre esas tres estrategias, y recoger sólo los frutos políticamente aceptables. Tiene que poner en práctica las tres, en su totalidad.
¿Y qué va a pasar a continuación? Una posibilidad es que los mercados fuercen la situación y desencadenen un incumplimiento de pago por parte de Grecia. Otra es que presenciemos un juego de ping-pong institucional en el que Grecia presenta un plan para la reducción del déficit en enero, la Comisión Europea lo rechaza por ser insuficiente y se termina con un proceso de sanción en virtud del pacto de estabilidad y crecimiento. De una forma u otra, llegaremos a un punto en el que Grecia no estará en condiciones de financiar su desorbitado agujero presupuestario. Llegados a ese punto, el resto de la zona euro se verá forzado a echar un cable.
Lo que no está claro es qué pasará entonces. ¿Pondremos, o debemos poner condiciones? ¿Cómo lo controlamos? ¿No desencadenará esto un peligro moral en otros lugares, puesto que otros países podrían sacar la conclusión de que a uno siempre se le rescata, haga lo que haga?
Estamos en un buen lío, como solían decir el Gordo y el Flaco. -
Traducción de News Clips.
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