De la semilla de Cruyff a la apoteosis de Guardiola
A partir de la ideología del holandés, el técnico catalán le ha dado método al equipo
El Barcelona de Guardiola cerró anoche un ejercicio futbolístico histórico, sin precedentes en el fútbol, a excepción del alcanzado por el Ajax de Johan Cruyff en el año 1972, que ganó cinco títulos y no seis porque no se disputaba entonces la Supercopa de Holanda. Cruyff, siempre Cruyff, aparece en la historia moderna del equipo azulgrana, legendario como futbolista por el 0-5 del Bernabéu y la Liga de 1973-1974, y como entrenador después de haber armado el mítico dream team, ganador de cuatro Ligas y una Copa de Europa en 1992 en Wembley contra el Sampdoria, y por otra parte, derrotado en la final de Atenas de 1994 contra el Milan.
El éxito azulgrana se explica sobre todo a partir del mítico equipo de Les Cinc Copes que lideraba Ladislao Kubala en los años cincuenta y de la figura de Cruyff. La llegada del técnico holandés al banquillo del Camp Nou en el año 1988 resultó decisiva para el despegue deportivo de la institución barcelonista. Los títulos alcanzados desde entonces así lo rubrican: tres Copas de Europa y nueve Ligas con el propio Cruyff, con Louis Van Gaal, con Frank Rijkaard y con Guardiola, entrenadores que participan de una manera parecida de entender el juego.
Ninguno ha tenido en cualquier caso el equilibrio y la armonía del entrenado por Guardiola. A partir de la idea de Cruyff, Guardiola le ha dado método al equipo, que practica un futbol tan preciosista como efectivo. El triunfo del Barça y de la selección española en la Eurocopa pasada han roto con algunos tabúes del fútbol que anteponían el resultado al juego, como si fueran incompatibles. El equipo de Guardiola ha ganado la Copa, la Liga, la Champions, la Supercopa de España y la de Europa y el Mundial de Clubes, el único galardón que le faltaba a la entidad.
Los barcelonistas llevan jugados 89 partidos y sólo han perdido ocho, cuatro prácticamente intrascendentes, y ninguno por más de un gol de diferencia: 2-1 en Mallorca y 0-1 ante Osasuna después que el equipo ya hubiera ganado la Liga pasada, y 1-0 en Cracovia y 2-3 frente al Shakthar Donetsk cuando ya tenía asegurada prácticamente la clasificación para la Champions. Guardiola rompió ayer a llorar por el triunfo y a la hora de explicar los motivos de su emoción dedicó el éxito a Evarist Murtra, ex directivo del Barcelona que en su día propició precisamente que entrenara al filial azulgrana en lugar de ejercer funciones de coordinador en el fútbol base. Guardiola consiguió el ascenso con el filial y fue campeón de Tercera División. Desde entonces ha ganado todas las finales disputadas por el Barça.
El éxito de ayer sitúa al Barcelona como el mejor equipo de la historia, por encima del Ajax de 1972, del Celtic de 1967, del PSV Eindhoven de 1988 y del Manchester United de 1999, los cuatro equipos que con anterioridad alcanzaron el triplete: Liga, Copa y Copa de Europa. El juego del equipo azulgrana, por lo demás, ha provocado la admiración de la crítica deportiva en un sentido parecido al que en su día generaron equipos míticos como la Máquina de River (1941-1945), que gobernó con un quinteto excepcional formado por Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Y también con el Honved de Budapest (1949-1955), el de Puskas, Bozsik, Kocsis o Czibor, la base de aquella Hungría que ganó en Wembley en 1953. Y, claro está, el Madrid de Di Stéfano (1956-60), ganador de Cinco Copas de Europa consecutivas, con una delantera integrada por Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento. Igualmente célebre fue el Santos de Pelé (1955-1964) y el Brasil del Mundial 1970, aquel que alineó a cinco dieces en ataque: Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino. O el Milan de Sacchi (1988-1990), dos veces campeón continental con futbolistas de la categoría de Van Basten, Rijkaard y Gullit.
Hoy manda el Barça de Xavi, de Messi, de Iniesta, de la cantera del Barça, el mismo que a nivel de títulos se ha consagrado como el mejor de la historia del fútbol. Nada mejor que el gol de Messi, un tanto marcado con el corazón, con el escudo de la entidad, para cerrar un ciclo victorioso.
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