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Columna
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Tiempo y justicia

Es lugar común observar que la justicia, cuando tarda, no es justicia. Pero en el cierre de Egunkaria y en el proceso subsiguiente no se trata de ausencia de justicia, sino de injusticia flagrante. Que hayan pasado seis años desde el inicio de las actuaciones hasta la celebración del juicio oral es un hecho sonrojante, que da la medida del Poder Judicial en el país.

La apertura esta misma semana del juicio oral sirve para ofrecer la traca final de este sainete: una representación donde el ministerio público no hace preguntas, la acusación particular sí que las hace y los acusados, con razón, ni las responden. Si todo quedara en esto el término sainete encajaría, pero por desgracia no es así. En realidad, llamar a esto "sainete" es una burla. En la tradición cómica española, el sainete era una obrita ligera y breve, que se representaba entre dos actos de una obra mayor. Pero el caso Egunkaria de breve no tiene nada. Hablamos de seis años, seis años de telaraña jurídica, política y moral.

Estar encausado en un proceso penal no tiene ninguna gracia. El recordado Joseph K. logró transmitir la desorientación, la inseguridad y el miedo que siente todo ser humano ante la maquinaria burocrática de la justicia. Pasar seis años de vida bajo una acusación de orden penal deja marcas en la memoria, en la conciencia, en el pulso sanguíneo, en el ritmo cardíaco, en las horas de insomnio. La reparación personal es imposible, pero también es imposible la reparación económica, porque el cierre preventivo de una empresa se convierte a los pocos días en una condena de facto.

El espectáculo de que dos asociaciones descalificadas ante la opinión pública sostengan por sí solas procesos imposibles demuestra el fango en que ha caído la judicatura, víctima de facciones políticas y víctima, en último término, de sí misma. La portavoz del Gobierno vasco enmarcó la apertura del juicio oral en el normal funcionamiento del Estado de Derecho. No estoy de acuerdo. Aquí no hay nada más anormal que el funcionamiento del Estado de Derecho. El aparato judicial es un agujero negro donde las causas civiles se resuelven muy tarde y no se ejecutan nunca; donde la reglamentación jurídico-pública hace del ciudadano un enano a merced del poder; pero donde lo más grave transcurre en el orden penal: un desagüe en que la clase política deposita vertidos pestilentes.

Lo único bueno del sainete de seis años es que va a terminar (Es un decir, porque las siguientes sesiones ya se han remitido al año próximo), de modo que, para entretenernos, podemos jugar con un conocido vocabulario y encontrar para él nuevas versiones. Así, las animosas asociaciones que ejercen en este caso la acusación particular podrían formar parte del "brazo político" de viejos gobiernos aznaristas o, dicho de otro modo, del "entorno de la derecha española radical". ¿No suena bien?

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