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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una prosa como campo magnético

Guimarães Rosa dijo que con Gran Sertón: Veredas (1956) había querido escribir "tanto una novela como un largo poema". El libro forma parte, en efecto, de la estela de gran literatura americana escrita en esa convergencia: Absalom, Absalom!, de Faulkner; Glosa, de Saer; Pedro Páramo, de Rulfo (contemporánea de Gran Sertón). Compuesta como un extenso monólogo de yagunzo Riobaldo, es seguramente la más alta heredera de Ulises de Joyce en Iberoamérica. La capacidad de Guimarães para reinventar la lengua, para modularla como materia dócil y rica en estratos y matices, en evidencias y secretos, parece más propia de un genio musical que de un novelista. Antonio Candido, quien mejor ha estudiado la obra de Guimarães, lo compara con Béla Bartók: "Forjó un estilo culto, refinadísimo, a partir de material folclórico... situado en el nacimiento de la inspiración del pueblo para abrir un camino que permite llegar a la expresión universal". Contemporánea del auge del regionalismo y del indigenismo, a los que supera sin necesidad de realismo mágico si no gracias a la oceánica fluidez de su voz, Gran Sertón: Veredas es un tejido fascinante de observación local y de ecos de literatura universal; de amor a las cosas y a sus nombres. Traducida en 1963 por Ángel Crespo, esta nueva versión -debida a dos destacados especialistas argentinos en literatura brasileña- no busca una literalidad que sería incomprensible sino la recreación de la prosa omnímoda de Guimarães. Se han evitado las notas al pie, de modo que el lector pueda dejarse llevar por la rara, poderosa seducción de esta enorme novela.

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