Nobel de la Paz: Obama sí, Gandhi no
¿Sabían ustedes que Gandhi nunca recibió el Premio Nobel de la Paz? ¿Sabían que Hitler y Stalin fueron propuestos al galardón, aunque afortunadamente no evaluados por su comité? Yo no, pero desde el día que incorporé a mi conocimiento las noticias, pienso cada instante en la incoherencia del ser humano.
Según el último informe de la FAO, más de 1.000 millones de personas en el mundo padecen hambre crónica. Otros cientos de miles de seres humanos siguen inmersos en guerras olvidadas por Occidente. Inherentes a estas tragedias, existen personas que trabajan, de forma altruista generalmente, por la erradicación de la pobreza y la violencia, y por la justicia global.
El mundo opulento se reunió el 10 de diciembre, en Oslo, para hacer entrega del Premio Nobel de la Paz. Sin tapujos, la mayoría de los invitados asistieron al acto ataviados con joyas millonarias, y con ropas de los diseñadores más exclusivos y de cuyos escandalosos precios no se habla. Un verdadero paradigma de hipocresía y despropósito, y un insulto a los verdaderos merecedores del Premio Nobel de la Paz que viven y trabajan en la austeridad.
Barack Obama, trufado de nuevas ideas, algunas de las cuales son muy loables, representa la continuidad política en las dos guerras que absurdamente inició su antecesor, apoyado por varios colegas egoístas, que han dejado un legado de miles de inocentes muertos. Tan sólo en Irak, se estima que han perecido este año más de 4.000 civiles, cifra similar al número de militares estadounidenses fallecidos desde el inicio de la invasión. Tragedias todas ellas con nombres y apellidos, a las que hay que sumar las de Afganistán, que también han sufrido desgraciadamente los militares españoles.
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