Autoritarismo militar en Pakistán
Desgraciadamente, el acuerdo y la planificación no han sido una constante en el devenir de un teórico aliado como Pakistán; potencia nuclear supuestamente debilitada por la presión integrista y que ahora vemos peligrar si abandonamos a su suerte frente a la guerrilla afgana.
La militarización progresiva de la nación ha ido destruyendo sistemáticamente un tejido social que era, al fin y al cabo, nuestra mejor garantía de estabilidad. El protagonismo de partidos políticos de corte occidental se hace evidente cuando se les deja existir, como es el caso del Partido del Pueblo de Pakistán de centro-izquierda, que lideró Benazir Bhutto hasta su trágica muerte.
El tímido desarrollo de una clase media reducida pero consciente ya nos sorprendió hace casi dos años al protagonizar aquella manifestación de abogados y profesiones liberales en plena Islamabad. Incluso una prolongada resistencia frente a las alienaciones ideológicas externas, como el comunismo soviético o el integrismo talibán, no sólo achacable al control de autoritarismo militar, ha sido una constante en los últimos 30 años.
Nuestra apuesta ha sido siempre la de seguridad inmediata e incertidumbre futura, ya que aprovechando un paisaje humano alentador nos limitamos a colocar encima una gran piedra autocrática, que acaba marchitando cualquier empeño de madurez local.
Y cuando las dictaduras entran en crisis, porque todas lo hacen, debajo no nos queda más que un material descompuesto del que sólo pueden germinar la ignorancia, la pobreza, el odio y el fundamentalismo.
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