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Reportaje:MUNDIAL DE CLUBES

Ajuste de cuentas con la historia

El Barcelona aspira por tercera vez al Mundial de Clubes, el único título que le falta

El Barcelona llegó ayer a Abu Dabi, donde por primera vez se disputa el Mundial de Clubes. Para el conjunto español es el tercer asalto a una competición que nunca ha podido ganar. Perdió (2-1) su primera final, en 1992, contra el São Paulo, en Tokio, con Johan Cruyff en el banquillo y la segunda, en Yokohama, en 2006, ante el Internacional de Porto Alegre (1-0), cuando lideraba el equipo Ronaldinho y lo dirigía Frank Rijkaard.

"Vamos con la intención de ganarnos el derecho a jugar la final, pero no va a ser fácil. Tengo mucho respeto a los equipos mexicanos [el Atlante es el primer rival] y nos lo pondrán difícil", avisó Pep Guardiola, que, consciente de que su grupo llega muy zurrado por la exigencia competitiva del último mes, anunció: "Les cuidaremos, descansaremos y competiremos".

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"Para ser grandes hay que tener el Mundial de Clubes", recordó Txiki Begiristain, que no quiere que el triunfo en Abu Dabi se convierta en una obsesión, pero no olvida que se trata de un trofeo que no tiene el Barça, el único que le falta en sus vitrinas si se tiene en cuenta que la Copa de Ferias fue la precursora de la competición que tampoco ha logrado: la Copa de la UEFA, ahora Liga Europa.

Guardiola ya sabe lo que es perder una final de la Copa Intercontinental, la primera que disputó el club, el 13 de diciembre de 1992: "Mi sensación es que el São Paulo fue muy superior. Recuerdo que era por la mañana. Tenía un sueño atroz. Me pasé el calentamiento bostezando. Estaba fundido". Guardiola ha reconocido con frecuencia que aquel São Paulo era un equipazo: "No me enteré de nada. Nos pasaron por encima".

"Una empanada", resume Begiristain, presente en las dos finales anteriores y en la presente. Jugó la de 1992 -"Albert Perrín [directivo del Barcelona] siempre me dice que fallé un gol clarísimo, que perdimos por mi culpa"- y ya como director deportivo vivió el chasco del 17 de diciembre de 2006. Dice que las sensaciones son distintas al recordar esas dos finales: "En 2006 el problema es que fuimos muy superiores en la semifinal. Ganamos por 4-0 al equipo que en teoría era, junto a nosotros, el favorito. Y luego... Luego, perdimos contra el Internacional porque nos creímos que ya éramos campeones". Se produjo otro problema y Txiki no lo ignora: "No gestionamos bien esos dos días entre la semifinal y la final". En ese sentido, está tranquilo: "Ahora sé que eso no se volverá a repetir porque sé que quien gestiona el grupo no lo permitirá". Dio su receta: "Orden, concentración y espíritu de trabajo".

Begiristain se refiere sin decirlo a la decisión de Rijkaard la noche del jueves, después de superar a los mexicanos en la semifinal, de cambiar de planes. La idea era que los jugadores hicieran un suave entrenamiento de recuperación postpartido el viernes por la mañana y darles fiesta hasta la medianoche para que pudieran ir de compras, salir a cenar..., desconectar en fin hasta el entrenamiento del sábado por la mañana.

Pero Rijkaard varió de idea. Suprimió el entrenamiento matinal para los titulares en la semifinal y dio fiesta hasta el sábado al mediodía. Valdés, Puyol, Gio, Iniesta y Gudjohnsen, titulares ante el Atlante, acudieron de manera voluntaria a trabajar, como hicieron Ezquerro, Belletti y Xavi. Al equipo se le vio por PlayStation el viernes por la mañana y luego se desparramaron por la ciudad tras conocerse que en los octavos de final de la Champions se medirían al Liverpool. A partir de ahí, algunos desconectaron tanto que llegaron tarde a la final y, cuando se dieron cuenta, la Copa se la llevaba el Internacional a Brasil.

Seis meses antes, en Mónaco, sucedió casi lo mismo. El día antes de la final de la Supercopa, cuatro jugadores del Barça fueron galardonados por la UEFA. En la mañana del partido, Rijkaard autorizó a Ronaldinho a grabar un anuncio. "Algunos llegaron con la corbata puesta al partido", dijo un directivo al regreso de Mónaco, donde el Sevilla pasó por encima del Barça.

En Japón, la historia se repitió. Todo estaba listo para celebrar el título en un hotel cercano al aeropuerto de Tokio. El Barça perdió, pero, como la cena estaba preparada y el avión salía muy a primera hora de la mañana, el club no desconvocó la cita. De madrugada, a la espera de volver a casa, Rijkaard no encontraba consuelo. Con una copa en la mano, pedía perdón a todo el que se le acercara. "La culpa es mía", repetía desconsolado. Rijkaard contaba con la responsabilidad individual de los jugadores como gran aliada, pero sucedió que algunos la mancillaron. Guardiola tiene tan claro a qué han venido que ha negado todos los actos promocionales que le ha planteado el club.

"Nada volvió a ser lo mismo después de aquello dentro del equipo", reconoce uno de los futbolistas que vivieron aquellos días. "Jugamos bien. Creo que sólo nos chutaron una vez a puerta", ha dicho Valdés, que reconoce tener una espina clavada de aquella final y está convencido de que el viaje y la aclimatación menguó las posibilidades del equipo. "No creo que nos relajáramos, pero, en cualquier caso, debería servirnos de lección", insiste el portero. "Sabemos que no va a ser fácil. No hemos venido a coger la Copa, nos la tenemos que ganar y lo tenemos muy claro", insiste Puyol. "De algo nos tiene que servir aquella derrota", admite Iniesta. "Lo primero será clasificarnos. Luego, ya veremos", advierte el de Fuentealbilla.

"¿Favoritos? El Barça siempre es favorito. Pero eso no gana partidos. Tenemos que trabajar mucho porque los rivales siempre compiten", ha dicho Ibrahimovic. Para él, será la oportunidad de ganar su tercer título con el Barça. Para el club, el momento de ajustar cuentas con la historia.

Malabarismo de Ronaldinho en el torneo de 2006, en Yokohama, ante el América.
Malabarismo de Ronaldinho en el torneo de 2006, en Yokohama, ante el América.REUTERS

La escala en Estambul, obligatoria por ley

Hubo un elemento externo que contaminó el derby

entre el Barcelona y el Espanyol, y que Joan Laporta y Joan Oliver, el presidente y el director general corporativo del club azulgrana, respectivamente, se encargaron de airear. La base del problema era una escala técnica que el avión que iba a trasladar al equipo a Abu Dabi al día siguiente (ayer) iba a tener que hacer en Estambul. "Hace tiempo que el Estado español no solventa nuestros problemas", arremetió Laporta. "Las compañías de aviación españolas han hecho un boicot para evitar que Turkish Airlines -con la que el club ha firmado un acuerdo de patrocinio, por tres años, que le reportará nueve millones de euros- nos traslade directamente a Abu Dabi", denunció Oliver.

Las declaraciones son durísimas, pero no están fundamentadas en argumentos. Al menos, eso es lo que asegura Felipe Navío, presidente de la Asociación Española de Compañías Aéreas: "Lo único que ha hecho Aviación Civil es aplicar la normativa que rige el Convenio de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), que deja bien claro que el tráfico aéreo extracomunitario se limita a las compañías de los países de origen [en este caso, España] o de destino [Emiratos Árabes]".

En el improbable caso de que no hubiera aviones disponibles de ninguna compañía de España o de los Emiratos Árabes, la aerolínea del tercer país [Turquía] podría beneficiarse de un permiso especial que se conoce como quinta libertad. "Lo que pasa es que sólo se concede a países que también acostumbran a ofrecerla y precisamente Turquía no es de ésos", apostilla Navío.

De cualquier forma, el Barça despegó ayer del aeropuerto de El Prat a las 12.15. Antes de levantar el vuelo, el representante de Turkish Airlines saludó, por megafonía al grito de "Visca Catalunya Lliure". El avión hizo la escala pertinente en Estambul, donde tomó tierra a las tres de la tarde, y finalmente aterrizó en Abu Dabi a las ocho hora española [las once allí]. Dos horas después de tomar tierra, toda la expedición aún esperaba en el aeropuerto que los agentes de inmigración completaran los trámites de ingreso en el país.

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