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Columna
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Cálculo del pecado

En los últimos meses han salido por televisión varios sacerdotes afirmando que el aborto es un pecado más grave que la pederastia, aunque no han desarrollado el argumento para fundamentar esta importante conclusión, sin duda algo que hay que agradecerles. Esto de calcular es muy contagioso y hace poco no le salían las cuentas a uno de nuestros parlamentarios cuando sopesaba qué era peor, votar a favor de una ley sobre el aborto o asesinar masivamente al pueblo en una dictadura. Por eso se sorprendía de que a él pudieran negarle la comunión por apoyar una ley, mientras que a Pinochet se la ofrecieran sin problemas. Es lo malo de comparar pecados, cuando uno está dispuesto a reconocer la culpa siempre encuentra a alguien que es más culpable. También Obama se apunta a esta moda de la aritmética del mal y así, un poco perplejo por su Nobel de la Paz, nos ofrece con cierta ingenuidad argumentos sobre la guerra justa, algo así como que es bueno matar a dos si salvamos a cuatro, mejor todavía si son dos por seis y así sucesivamente la tabla completa de multiplicar. Peligroso, muy peligroso adentrarse por estos caminos matemáticos de la perversión.

En el siglo XVII estaban muy mal vistos los suicidas, otro pecado, estaban condenados al fuego eterno, sus cuerpos eran arrastrados por las calles y no podían descansar en lugar sagrado, los familiares no recibían sus posesiones y solo heredaban la vergüenza. Pues bien, algunos suicidas calcularon que resultaba más beneficioso asesinar al primero que pasara a su lado, confesar abiertamente el delito y, en consecuencia, ser ejecutados por la justicia. De esta forma, podían arrepentirse de sus pecados antes de que actuase el verdugo y librarse del infierno, su cuerpo podía reposar en un camposanto como cualquier otro difunto y sus herederos disfrutaban de la herencia según sus deseos. Estos suicidas asesinos realizaban un cálculo de coste-beneficio que resultaba ampliamente positivo para sus pecados, aunque fuera un mal negocio para sus víctimas.

Solo así, mediante un cálculo racional de beneficios, se puede entender la comparación entre el aborto y la pederastia, entre la propia responsabilidad y la del genocida, entre la guerra justa y la injusta. No hace falta pensar mucho ni hacer ingeniería financiera para saber que no está bien meterse en las decisiones privadas de la mujer, abusar de los débiles que dependen de nosotros, asesinar ciudadanos o invadir países para evitar posibles agresiones futuras. Y nada de esto es comparable, simplemente está mal, no se debe hacer, al menos para mí y para la mayoría de los que me rodean. Está mal aquí y ahora, en términos absolutos, sin decimales, es decir, redondeando el asunto. Cuando comparas el aborto con la pederastia o una guerra con otra, alguien sale beneficiado y todos los demás son víctimas.

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