El oro se ríe del miedo
Los precios del metal precioso se disparan porque actúa como refugio
Como quien vende chocolatinas, una empresa alemana está planeando instalar 500 máquinas de venta de lingotes y monedas de oro en joyerías, hoteles y grandes tiendas de Alemania, Austria y Suiza. El aparato que se ha inventado TG Gold SuperMarkt ofrece barritas de 5 gramos por 130 euros, y de 10, por 245, según las tarifas de este verano, cuando ensayó su fórmula en el aeropuerto del Francfort. El ordenador que hay en el interior de la máquina actualiza el precio, mientras una pantalla muestra cuánto cuesta cada barrita en ese momento y el tiempo que queda para la siguiente actualización.
Si esa pantallita estuviera funcionando ahora junto a la máquina de café de cualquier oficina, el baile de sus números daría buena cuenta de la carrera que ha llevado el metal precioso en el último año. Al comenzar 2009, el precio de la onza -equivalente a 31 gramos- rondaba los 875 dólares, mientras que cuando se escriben estas líneas alcanza los 1.131 dólares, casi un 30% más caro.
El precio del metal precioso ha subido un 30% en lo que va de año
Cada vez se compra más oro como inversión y menos para joyería
Los bancos centrales han animado este clima favorable
El récord real fue en 1980. El poder adquisitivo del oro es hoy más bajo
El miedo a la inflación en 2010 arrima el ahorro hacia el oro
Ya no hay barreras psicológicas para este metal que se envalentona cuando hay miedo y baila claqué sobre las reglas tradicionales de oferta y demanda.
La compra para la joyería y la industria se deprime, mientras que para la inversión se ha popularizado a lo largo de la crisis hasta el punto de que a alguien le dé por pensar en máquinas de lingotes como si de refrescos se tratara. O que la estadounidense American Eagle haya tenido que suspender temporalmente la venta de monedas porque se le agotaron las existencias a finales del mes pasado.
La anemia del dólar, los bajos tipos de interés, la histeria de la Bolsa y -en resumen- la incertidumbre han animado la inversión hacia un negocio, el de este metal amarillo, cuyos retornos reales, a la larga, son modestos y que no reporta intereses, sólo da beneficio cuando se vende y custodiarlo, además, conlleva gastos.
Las grandes economías empiezan a ver el inicio de la recuperación, pero sus políticas monetarias continuarán siendo generosas, y cuando la máquina de hacer dinero calienta su motor, crecen las expectativas de una inflación al alza. De nuevo, el miedo. El temor a que poner los ahorros en divisas no valga la pena.
Lo que los sesudos departamentos de análisis de las grandes firmas internacionales explican en sus informes se traduce y repite machaconamente en anuncios televisivos que intentan convencer a las familias para deshacerse de esas joyas que a uno no le gustan. A cambio, invitan a poner los ahorros en lingotes de 24 quilates como refugio. En España, el número de pequeños inversores que entran en este juego se ha multiplicado y las tiendas de compraventa no dejan de crecer.
Los últimos datos del Consejo Mundial del Oro, del tercer trimestre del año, recogen una severa caída de la demanda (del 35%) respecto al mismo periodo de 2008, cuando el crecimiento había sido espectacular. Pero las cifras mejoran si se comprara un trimestre con otro (ver gráfico de la página 6).
Lo malo de las burbujas es que sólo se las reconoce cuando pinchan. Hasta que eso ocurre, los valores sufren excesos, que previsiblemente caminan hacia una corrección, pero nadie se atreve a decir cuándo ni cuánto. Como candidato, el oro apunta maneras: tiene un argumento -el miedo- y un precio del dinero lo suficientemente barato como para endeudarse e invertir.
"En el mercado del oro es difícil saber si hay una burbuja, ya que gran parte de la demanda corresponde a inversión. Ahora tenemos algunos ejemplos de algunas compras que no están motivadas por el beneficio y los bancos centrales están diversificando sus reservas. Una vez que todo el mercado empiece a perseguir los precios porque, al mismo tiempo, crean que éstos van a crecer, podríamos tener esa burbuja", reflexiona desde Londres Michael Widmer, estratega de metales de Merrill Lynch.
Pero la doble vida del oro, como materia prima y como valor monetario, dificulta a los analistas la tarea de determinar el nivel de desmadre.
El componente especulativo que ha tenido la subida de los precios queda patente si uno acerca la lupa a cómo han mutado los compradores. La demanda de oro como inversión supondrá un tercio del total en 2009, frente al 10% que suponía hace tan sólo cinco años, según Barclays Capital. Sin embargo, la joyería pasará de ser tres cuartos de negocio a sólo la mitad.
Los bancos centrales han contribuido a la calentura del precio. Mientras la India, Sri Lanka y Rusia han comprado oro, los bancos centrales de Europa acordaron el pasado verano reducir el límite máximo de sus ventas de oro a 400 toneladas anuales hasta 2014. El pacto vigente, que expiraba en septiembre y ahora se ha prorrogado, permitía la desinversión de 500 toneladas por año. Suiza fue más explícita y aseguró que vendería oro a corto plazo. Alemania, el país europeo con más reservas, apenas ha vendido ocho toneladas en lo que va de año. España, después de haber vendido la mitad sus reservas en tres años, hasta dejarlas en 2007 en nueve millones de onzas (unas 280 toneladas), se ha alineado con el resto.
Los bancos centrales del viejo continente coordinan su estrategia para no desquiciar el precio del mineral con macrooperaciones de venta. La India, por ejemplo, dio la campanada en el mercado al comprar al Fondo Monetario Internacional (FMI) 200 toneladas de metal precioso, con lo que calentó más los precios.
Philip Klapwijk, presidente de la consultora especializada en metales preciosos GFMS, detecta un "cambio de actitud". "En los últimos 20 años, los bancos centrales han sido vendedores netos, y ahora pueden volver a una posición neutral en la que no estaban desde entonces. Desde 1989, con el colapso del comunismo, se perdió el oro como inversión refugio, y con la inflación baja y el dólar estable, el precio del oro estaba bajando, así que había motivos para convertir el oro en divisas o bonos que pagasen intereses", explica.
Para el presidente de GFMS, hay algo de cambio estructural, un mayor interés por parte de fondos de pensiones y también de compañías de seguros que se inclinan por el oro como elemento de equilibrio en sus carteras. "Están entrando fondos más serios, entre comillas, fondos de pensiones y corredurías de seguros en EE UU y Europa, que ponen en esta materia porcentajes pequeños de su patrimonio, pero tiene impacto porque manejan muchos recursos".
Fondos como el Sistema de Jubilación de Profesores de Texas y gestores de fondos como Waddell & Reed han decidido que el oro es una parte estable de sus carteras. El mercado mira con interés los movimientos de este tipo de fondos. Y sigue al dedillo lo que hacen sus oráculos. Y en esta categoría entra por la puerta grande John Paulson, elevado a la escala de gurú desde que en 2007 fabricó 20.000 millones de dólares de beneficios al apostar por que los créditos subprime (las hipotecas basura) acabarían desmoronándose. Hoy, este gestor planea lanzar un fondo a principios del próximo año que invertirá en acciones relacionadas con el oro y sus derivados.
Si la política monetaria sigue siendo generosa, algunos analistas no descartan que los precios sigan cabalgando hasta los 1.300 o incluso los 1.500 dólares por onza en un plazo de dos años, según ha llegado a vaticinar el presidente de la minera canadiense Goldcorp, Chuck Jeannes.
No todos comulgan. El Banco de Corea -que quiere diversificar sus reservas para protegerse de la caída de la divisa estadounidense- dijo esta misma semana que las compras adicionales de oro no son atractivas, ya que no generan retornos hasta que se vende. "Hay una ilusión en torno al oro; nosotros seguimos la gran tendencia, y el oro no es la tendencia", resumió el responsable del departamento de reservas del banco surcoreano, Lee Eung Baek.
"Una reliquia bárbara". Keynes, el economista cuyo nombre no dejan de mencionar periodistas y expertos desde que comenzó la crisis, tachó así al metal precioso, del todo inadecuado para ser la base de un sistema monetario, y el punto de vista fue compartido por los Gobiernos. The Economist citaba hace unas semanas que los economistas más pesimistas veían los excesos crediticios como la consecuencia inevitable del sistema basado en el papel moneda, y defendía el retorno a algún tipo de patrón oro para prevenir futuras crisis. Con la Gran Depresión en la memoria, es difícil que tal teoría tenga recorrido, pero el embrujo del mineral áureo se mantendrá.
Los estrategas de Barrick, Gold Corp., la mayor minera de oro del mundo, echan un vistazo a las tensiones geopolíticas y las previsiones macroeconómicas y se afanan en exprimir más sus activos: ha decidido extender la vida de sus minas de Montana y Ontario, que iban a cerrar, y está construyendo tres nuevas en Nevada, República Dominicana y Chile.
"Los factores que han empujado los altos precios del oro parecen bastante fuertes desde nuestro punto de vista y seguirán así en el futuro. El oro continuará negociándose al alza o la baja en función del día, pero en general mantenemos las previsiones positivas", explica un portavoz del gigante estadounidense.
Este mensaje de fe al mercado cristaliza en palabra y obra, ya que la compañía eliminará antes de lo previsto todas las coberturas que había suscrito para protegerse de las eventuales caídas en los precios del oro. En septiembre, las coberturas llegaron a tres millones de onzas de oro y no permitieron a Barrick aprovechar la euforia del precio.
Ahora quiere su parte. Y es que, aunque el acelerón ha venido con la crisis, el precio del oro tomó la senda ascendente en 2002, con los vaivenes diarios y muy unido a todo lo que ocurre con el dólar. Acción-reacción: si EE UU anuncia un dato de empleo mejor de lo esperado, como el pasado 4 de diciembre, cuando la tasa de paro cayó dos décimas, hasta el 10%, el dólar saca pecho, sube, y el oro se da un batacazo de los 1.207 a los 1.161 dólares por onza en una sola jornada. Pero un susto como la temida suspensión de pagos de Dubai World, el brazo inversor del Gobierno dubaití, también hace tambalearse al valor del oro y devuelve a los inversores al dólar.
El máximo histórico se alcanzó el pasado 3 de diciembre, con un precio de 1.226,56 dólares, pero sólo en términos nominales. En realidad, descontando el efecto de la inflación, el metal amarillo tocó su máximo en 1980, cuando la cotización llegó a tocar brevemente los 850 dólares. Entonces, la fiebre sacudía los centros de cambio de Europa, Asia y América. El Gobierno estadounidense había anunciado que no tenía intención de continuar con su política de ventas periódicas de reservas auríferas; Irán y Afganistán eran un polvorín, y también pesaban las acciones emprendidas por el presidente Jimmy Carter en contra de la Unión Soviética. Aquellas cifras hoy equivalen a entre 1.800 y 2.000 dólares, según diferentes analistas, con lo que el poder adquisitivo de este tesoro, en realidad, ha bajado.
Después de aquel pico de enero de 1980, el precio del oro comenzó su caída libre. ¿Es el mismo descalabro que le espera ahora al metal amarillo? "Lo que sí creemos es que se ha pasado un poco de rosca, que se ha empujado por la especulación, como pasó con el petróleo en el verano de 2008. Más allá de la nueva preferencia de los bancos centrales, ese factor especulativo pesa demasiado y no descartamos una corrección", apunta Pablo Guijarro, de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
"Un activo como el oro tiene demanda de joyería, materia prima, inversión... Identificar el determinante de la subida de precios es más complicado. Pero el contexto en el que se ha producido -de pánico, volatilidad y dólar bajo- da la impresión de que tiene algo de exceso. Las razones de la demanda son poco fundamentales", corrobora José Luis Martínez, estratega de Citigroup en España. Martínez cuestiona que el peso de una cartera normal tenga un peso del 3% en materias primas, y dentro de ese porcentaje, un 1% también parece excesivo.
El oro es un mercado muy estrecho, con un potencial de volatilidad mucho más elevado de lo normal porque el volumen que se negocia es pequeño; la oferta, inelástica -la producción limitada-, y los movimientos en los precios pueden ser muy fuertes tanto al alza como a la baja.
Suki Cooper, de Barclays Capital, cree que a largo plazo los precios se moderarán en la medida en que otras inversiones vuelvan a resultar atractivas, una vez "se calmen las preocupaciones sobre la economía". Hasta que eso ocurra, el oro seguirá pareciendo un refugio cálido para los inversores, un valor en el que tener fe. Como decía aquella canción de Spandau Ballet, Gold, "tiene el poder de saber que es indestructible", es un valor en el que, simplemente, "creer". El tema es del año 1983, cuando el gigante Barrick se inició en la extracción de oro.
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