"Hay que contar con el BNG, sigue siendo relevante"
"Debemos tener la lealtad y generosidad que el PP no tuvo", afirma Touriño para defender, entre otras cosas, un "apoyo sin fisuras" al intento de Feijóo de fusionar las cajas de ahorros
Prefiere no revelar cuánto tiempo más seguirá ocupando su pequeño despacho de diputado en el Parlamento, el "zulo" como le llama en broma. Pero Emilio Pérez Touriño (A Coruña, 1948) asegura que ha empezado una nueva etapa en su vida. Aunque no regresará a la docencia, se va a implicar con la Universidad en la creación de un laboratorio para analizar las posibilidades de la eurorregión Galicia-Norte de Portugal. Y quiere participar también en el "debate de ideas" a través de la Fundación Iniciativas 21.
"Ahora estoy en la segunda línea de la política", explica. Y repite varias veces que se encuentra a disposición del partido "para lo que crea conveniente". Touriño no quiere entrar a fondo en cuestiones internas del PSdeG, pero tampoco rehuye dar su opinión personal sobre los temas del momento. De la actual dirección socialista se limita a decir prudentemente que "hay que darle tiempo". Con Feijóo parecen curadas algunas heridas. Lo que aún le sigue doliendo es que se insinúe que mintió sobre el AVE.
"Estoy a disposición del partido para que me use en lo que crea conveniente"
"Si alguien mintió sobre los plazos del AVE, que asuma la responsabilidad"
"Yo no inventé el tono presidencial e institucional de nuestra campaña"
"Están entrando a saco en los espacios protegidos como Touriñán"
"El PSdeG tiene el riesgo de refugiarse en la dependencia de Madrid"
"¿Qué dirían si nada más llegar al poder refomásemos la ley de cajas?"
Pregunta. ¿Le ha dado muchas vueltas a lo ocurrido?
Respuesta. Me engañaría si dijese que no, aunque he intentando llevarlo con normalidad. En las eleciones hubo una concatenación de factores. Estábamos en el epicentro de la crisis y eso ayudó a que la ciudadanía asumiese más fácilmente la campaña de difamaciones del PP. Nadie esperaba -y yo el primero- el resultado, porque todas las encuestas de todos los partidos durante todo el tiempo daban una clara ventaja. Eso hizo que las direcciones de los partidos estuviesen más atentas al postelectoral que a las propias elecciones. Pensábamos más en la distribución del dividendo que en asegurárnoslo previamente. Y un tercer factor es la debilidad del Gobierno. La precampaña fue larguísima. En agosto del año anterior ya se difundió la especie de que podía haber un adelanto electoral y los dos partidos entraron en competición interna. Eso afectó en mayor medida a una de las fuerzas, pero minó la credibilidad del presidente, que apareció como incapaz de mantener la cohesión. Todo eso agitado convenientemente dio el resultado electoral. Aunque también es cierta una cosa: nada beneficia más a la derecha que dar la impresión de que hubo una debacle, un triunfo arrollador de Feijóo, y no es cierto. El PSdeG mantiene sus diputados y supera el listón del 31% del voto. Por primera vez hay un empate entre la actual oposición y el PP.
P. Algunos interpretaron su reciente conferencia como que le echaba la culpa al BNG.
R. No fue así. Dije que hay que repensar los términos de la coalición. La singularidad del mapa político gallego es que el voto progresista, aunque nucleado en torno al PSdeG, se divide en dos fuerzas. Cómo se combina eso es el gran tema, para los socialistas y para los nacionalistas. Aún no hemos conseguido una cultura de la coalición, de cómo salvaguardar la acción de Gobierno de las tentaciones partidistas. Podemos reducirla a una correa de transmisión de los partidos, y eso es muy grave porque introduce la competición electoral en cada acto. Hoy
[por el pasado jueves] escuché en el Parlamento a un diputado decir en el calor del debate: "Los centros de día que hemos construido los del BNG ..." Eso forma parte de la cultura de los partidos, probablemente más de unos que de otros. Pero los ciudadanos no apoyan a los que creen que los centros de día o las carreteras las hace un partido. Es imprescindible abrir una reflexión que nos lleve a una nueva cultura para enfocar las relaciones entre socialismo y nacionalismo. Yo asumí el partido con 13 diputados y el 19% de los votos; hoy tenemos 25 y el 31%. Por el camino, el BNG se ha dejado una porción enorme de apoyo, bajó del 24% al 16%. Pero aquí sigue habiendo tres fuerzas políticas, y aun con el 16%, el BNG sigue siendo relevante y hay que contar con él.
P. ¿Se siente identificado con la frase de González de que los ex presidentes son como un jarrón chino que nadie sabe dónde poner?
R. Las reflexiones de Felipe siempre son inteligentes. Es lógico que haya una dificultad de ubicación. Yo asumí la responsabilidad del resultado. Algunos me decían que me equivocaba, pero hice lo que me dictaba la conciencia y he dado un paso atrás en la primera línea de la política para facilitar a mi partido que abriese una nueva etapa. Y eso he tratado de compaginarlo con la imagen de que en democracia no pasa nada cuando se pierde: soy un diputado más y lo asumo. Y estoy a disposición de mi partido para que me utilice en lo que crea conveniente. A partir de ahí, dejo de ser un problema. He guardado prudente silencio unos meses y ahora creo que puedo aportar cosas en el debate de las ideas.
P. ¿No está dolido porque se haya personalizado en usted la causa de la derrota?
R. Francamente, no. Asumo la responsabilidad, alguien tiene que hacer de fusible. Pero no creo que se hayan personificado en mi los errores. Probablemente sea útil para alguien usarme así, pero no me preocupa.
P. Sí se molestó cuando Fomento insinuó que se había engañado con los plazos del AVE.
R. Hablé en una reunión del grupo parlamentario y trascendió a la prensa, con lo que decidí no volver más a esas reuniones, porque cualquier cosa que dijera se iba a saber. Bajo ningún concepto he tenido nunca la percepción de engañar a los gallegos. Y no estoy dispuesto a asumir -diga quien lo diga- la responsabilidad de que ahora se cuenta la verdad y antes, no. Si alguien mentía, que asuma él esa responsabilidad. Yo peleé con toda la fuerza política que pude para cumplir el compromiso del presidente del Gobierno de que el AVE llegaría en 2012. En su día le transmití a la ministra [Magdalena Álvarez] y al presidente que había que agilizar tramos que no se contrataban por dificultades presupuestarias. En nuestra última entrevista, en julio de 2008, el presidente se reafirmó en que a principios de este año habría un crédito para licitar lo que faltaba. Eso es lo que está haciendo ahora.
P. Tras la dura campaña contra usted, Feijóo ha tenido gestos de reconocimiento institucional. ¿Ha mejorado su relación?
R. Hay un antes y un después. Se lo dije personalmente en la entrevista del traspaso de poderes: no entiendo las artes utilizadas en la campaña. Se me dijo muchas veces que por qué no habíamos contestado. Hubo un diseño de campaña en el que participó el candidato, pero no sólo el candidato, sino gente muy relevante de mi partido, a la que siempre agradeceré el esfuerzo. El candidato no inventó el tono institucional y presidencial de la campaña, ni la contestación al adversario. Lo que parecía adecuado era no enlodarla. Es verdad que no explicamos que la flota de los famosos audis la compró un Gobierno en el que Feijóo era vicepresidente, que todo lo que se habían añadido eran dos o tres coches ... Supusimos que eso ya se sabía. Pero aprovecharon las malas vibraciones en tiempo de crisis con un diseño perfecto de campaña. Tuvo éxito y enhorabuena, le doy la mano y es el presidente legítimo. Y tiene mi respeto y mi apoyo en los temas importantes. Desde que es presidente ha cambiado. Ahora es cordial, y con respeto institucional. Sería de agradecer que lo hubiese sido antes.
P. ¿Se disculpó Feijóo cuando usted le hizo ese reproche?
R. No, simplemente dijo que eran cosas de la campaña.
P. ¿Cómo valora los primeros meses del Gobierno?
R. Ésta es la primera crisis grave que nos coge con autonomía y, por tanto, con recursos y capacidad. Mi Gobierno hizo políticas muy activas: la mayor licitación de obra pública de la historia, 700 millones para créditos a las empresas, acuerdos por el empleo... Ahora tenemos un Gobierno que no se responsabiliza de nada. La crisis le viene o de Madrid o del desastre del Gobierno anterior. Y nos cuenta que la autonomía no tiene recursos. Eso me parece muy grave. En el medio plazo, me preocupa que podemos entrar en una fase de estancamiento como años atrás. Es necesario apostar por la educación, la innovación tecnológica y el capital productivo, y eso se está recortando. No sé si vamos a competir otra vez con trabajo precario y salarios bajos. Luego hay cosas positivas: la fortaleza que da la mayoría absoluta y el compromiso de mantener leyes como las de los 500 metros. Aunque ahí ya se empiezan a encender las alarmas: el plan acuícola entra a saco en los espacios protegidos como Touriñán, empieza la sobreexplotación de los ríos y se habla de pactos urbanísticos para favorecer este modelo insostenible de ocupación indiscriminada del territorio que tanto le gusta a los ayuntamientos
P. ¿Qué le ha molestado más de todas las medidas de su Gobierno derogadas por éste?
R. En cuatro años incrementamos un 30% los recursos para educación, la clave de un país. Ahora vuelve a ser el pariente pobre y si ese esfuerzo no se mantiene, habrá sido, en buena medida, inútil. También vemos síntomas de privatización en sanidad y en bienestar. Y luego está la cuestión del territorio. No sé qué estarán pensando ahora los que me decían en la campaña "Galicia non se vende". Nosotros tomamos medidas drásticas, como la de los 500 metros, que evitó que se masacrara nuestro litoral, y a riesgo de no ser entendido por tu propio partido y por tus propios alcaldes.
P. ¿Cuál es su postura sobre la fusión de las cajas de ahorro?
R. Nada va a ser igual que antes, porque la crisis mueve obligatoriamente el mapa financiero. Tenemos intereses estratégicos en juego y hay que moverse. Galicia no se puede permitir desaparecer en el mapa financiero español y que se pierda el esfuerzo acumulado por el ahorro de generaciones de gallegos. Hay que hacer todo el esfuerzo necesario para alumbrar una nueva caja solvente, viable, gestionada con profesionalidad y fuera de los intentos, bienintencionados o no, de controlarlas políticamente. Por lo tanto, apoyo sin fisuras el esfuerzo, dirigido por quien tiene que dirigirlo, que es el presidente, para conseguirlo. Tenemos que volcarnos ahí. Porque las cajas son entidades sociales con base territorial y si pierden eso, dejarían de ser cajas y serían bancos. Y las cajas son de todos los gallegos, de los del norte y los del sur, los del este y los del oeste. Esta apropiación local es falsa y equivocada para el país. En democracia para hablar en nombre de Galicia sólo están los ciudadanos, el Parlamento y su presidente. No hay otra voz de Galicia. Todo el mundo tiene derecho a defender sus ambiciones locales o empresariales, pero la voz de Galicia es de quien es. Y todavía no he escuchado una voz solvente que diga por qué es inviable una operación que nos lleve a una caja gallega.
P. Pues su partido parece volver a la época en que había tantos discursos como líderes locales.
R. Mi partido tiene riesgos, que tampoco se habían superado plenamente cuando yo era secretario general. Hay que estar muy alerta sobre ellos. Saber de qué estamos hablando cuando defendemos un partido fuerte. Yo lo entiendo como abierto a la sociedad y no volcado sobre sí mismo, en el que las elites del aparato crean que son sus dueños. Nuestro partido ha tenido siempre el riesgo de refugiarse en la dependencia de Madrid, porque es más cómodo tener ese paraguas protector frente a un proyecto autónomo y galleguista. Y un tercer riesgo es dejarse llevar por el cortoplacismo, no tener un proyecto integrador de país y convertirse más en un agregado de localidades. Eso nos llevó a ser tercera fuerza política años atrás.
P. La crítica de que su Gobierno fue muy condescendiente con los poderes económicos, acabó asumiéndola hasta Quintana.
R. Cuando la izquierda llegaba por primera vez al Gobierno desde las urnas, que empezase por hacer una Ley de Cajas, como pretendía el vicepresidente, para aumentar la presencia política en las entidades, me parecía innecesario e imprudente. ¿Era eso un pasteleo con los poderes financieros? No, era una posición sensata y responsable, porque la ley vigente nos daba instrumentos, incluso la bomba final de poder aprobar cualquier movimiento estratégico. Querría escuchar yo a Feijóo, a la opinión publicada mayoritaria en este país, lo que dirían si lo primero que hacíamos era meterle mano a las cajas. También se ha hablado mucho de los poderes de la comunicación... Teníamos la opción de retirarle el apoyo económico a los medios y eso cambiaría radicalmente el mapa, lo reduciría y lo simplificaría. Y no sé si sería lo mejor para la salud democrática del país. Optamos por mantener el status quo y siguieron existiendo los medios que había. Tengo mis dudas de que lo contrario hubiese sido mejor. Y lo dejo en términos de duda, porque pensando en otro mandato me inclinaba más por ir al modelo de erradicación absoluta de cualquier tipo de apoyo. Ahí asumo la crítica, porque siempre tuve una posición dubitativa.
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