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Columna
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Feijóo, el Gran Unificador

La leyenda continúa: Alberto Núñez Feijóo pone orden en las cajas. Primero unió a la Galicia del bilingüismo malencarado entorno al sueño del trilinguismo cordial. Luego decretó el fin del localismo cainita que multiplicaba aeropuertos, facultades u orquestas sinfónicas. A continuación, devolvió la unidad al viento, enfrentándose a las grandes corporaciones energéticas foráneas y librando a los gallegos de la catástrofe de poseer una participación en la propiedad de las futuras empresas eólicas. Acaba de reintegrar la unidad del territorio, desvelando por boca del conselleiro Hernández una verdad incómoda: Galicia es un desastre urbanístico; seguramente como resultado de un siniestro plan ejecutado en secreto por misteriosos enemigos de la patria mientras Fraga, él mismo y su actual jefe mandaban con mayoría absoluta.

La tarea unificadora cruza por fin la última frontera: hasta las cajas y más allá
"Vazquez Uno, vigila a Gayoso. Vázquez Dos, pégate a Méndez"

Ahora la incansable tarea unificadora del presidente cruza por fin la última frontera: hasta las cajas y más allá. Y lo hace entre la aclamación general, tan bien representada por esa imagen mediática donde mientras el Gran Unificador habla, los Vázquez miran la hora.

- Vázquez Uno, vigila a Gayoso, Vázquez Dos, pégate a Méndez, sincronicemos nuestros relojes -parece aleccionarles.

"Manda más que Fraga", juran sus exegetas, dando voz a Galicia. Incluso desde la otra orilla ideológica, los más fieros intelectuales lloran de envidia ante un liderazgo tan abrumador. "E será para tanto, neno?", pregunta alguno de esos escépticos que siempre arruinan grandes momentos como bodas, bautizos o fusiones. Acaso un repaso a los hechos, no a los titulares, resulte revelador. Reconociendo de entrada la habilidad de Feijóo para salir fortalecido de un atolladero donde bien podía haber acabado embreado, su éxito dependerá de si ha asegurado o no los objetivos marcados al iniciar estos meses de reuniones y plazos.

El Gran Unificador prometió consenso, pero sólo entrega culpables. A día de hoy, ni lo hay en las cajas, ni en la sociedad, salvo que se considere irrelevante la oposición de la ciudad más pujante del país. Si hay, en cambio, malos a quién culpar: un Julio Fernández Gayoso en la prórroga de su jubilación y Abel Caballero, el alcalde menos popular del país. Sin duda, adversarios formidables para un joven presidente gobernando con mayoría absoluta. También prometió que se apostaría por la independencia de las entidades. Pero a día de hoy, su aplastante triunfo se construye sobre el discurso contrario, el propio de aquel demonio nacionalista a quien siempre acusaban de traer el fin del mundo y la ley de cajas. El vencedor liberal usa su poder para imponer las tesis intervencionistas del otro: ya no es la autonomía y el mercado, ahora las cajas son del pueblo y hay que ponerlas al servicio del país usando la política.

Desde Argentina, el Gran Unificador resuelve la contradicción con otro golpe de liderazgo visionario: las cajas con más directivos nombrados por la Xunta de turno serán las más profesionales de la historia. Ni currículo, ni experiencia profesional, ni gestión, ni gaitas; que designe la Xunta es lo auténticamente profesional. El Gran Unificador aseguró que durante estos meses de intenso y arduo estudio del problema, se analizaban toneladas de documentos e informes para decidir "lo mejor para Galicia". Pero resulta que la primera decisión en la nueva Pax financiera consiste en encargar una auditoria para ver si nos aclaramos de una puñetera vez sobre dónde y cómo estamos.

Feijóo ha ganado el primer asalto, aunque sea para hacer lo contrario de lo que quería o frente a adversarios poderosos, aunque no tanto. Pero tras este prólogo largo e innecesario desde el verano, empieza la verdadera batalla por el poder. Su liderazgo será probado cuando llame a la puerta Rodrigo Rato, al frente del proyecto de su partido para crear una gran caja central que contrarreste su falta de peso en las grandes entidades en concentración en Catalunya y en el Sur. Entonces veremos si ser gallego vuelve a ser una actitud y no dónde se nace, si la "galleguidad" vuelve a ser universal para evitar "nacionalismos excluyentes", o si en la solvencia el tamaño sí importa. Entonces veremos quién manda aquí.

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