Las guarderías llegan a los estadios
El Pontevedra ofrece un servicio gratuito para entretener a los hijos de los futbolistas y de los aficionados mientras éstos juegan o ven el partido
Más allá del pan y circo, la relación de los clubes de fútbol con sus aficionados no es dadivosa: piden mucho, ofrecen poco. Recién llegados a un universo en el que todavía hay bastante ranciedumbre, incipientes departamentos de márketing empiezan a percibir que el aficionado es algo más que un forofo capaz de pagar 100 euros por sentarse en una silla de plástico. Es el caso del Pontevedra, un club acostumbrado a las decepciones deportivas, pero que este verano se declaró en estado de "optimismo crónico", un lema que no quita que en ocasiones acuda a lugares comunes en el mundo de la pelota porque acaban de destituir a su entrenador tras perder dos partidos seguidos en Segunda B.
Su esposo no le ayuda con los niños. Tiene excusa: es central del equipo
"También recogemos a treinta ancianos en una residencia pública"
Pero desde el club que preside Nino Mirón brotan ideas que anuncian un nuevo modo de entender la relación de los clubes con su gente. Esta temporada han contratado un servicio de guardería y lo han puesto a disposición de abonados y aficionados que acuden a Pasarón. Se trata de una iniciativa inédita en el fútbol español y que ahora comienza a germinar en otros lares. El Salamanca acaba de imitarles, pero cobra tres euros a sus socios y seis a los que no lo son. El Pontevedra asume el coste y lo ofrece gratis.
"Queremos fomentar que las familias vengan al campo, que tener a los hijos el fin de semana no sea un problema para venir", explica Rubén Valverde, responsable de comunicación del club, que apostilla que palparon la necesidad de este servicio en cuanto el nuevo equipo de gestión, dirigido por el ex baloncestista Fran Crujeiras, llegó a la entidad y vió que tres de cada cinco socios del Pontevedra son de fuera de la ciudad, de Marín, A Estrada, Lalín o Moraña. Muchos son los hijos del "hai que roelo", desencantados por no disfrutar de lo que gozaron sus padres, pero ahí siguen. Hay mucho de sentimiento en los 3.500 abonados del Pontevedra.
La guardería les abre opciones. "A mí hijo le gusta el fútbol y venía con nosotros a la grada, pero desde que abrió la guardería prefiere estar allí porque además también puede ver el partido desde ella", apunta Erica Justo, secretaria de la Federación de Peñas del club. "El primer día había unos 12 niños, pero con el boca a boca en el último partido había casi 30", apostilla. Justo lleva a su pequeño, de seis años, y a una sobrina de ocho. Los deja un cuarto de hora antes del partido y los recoge al finalizar. Mientras el balón rueda, en la guardería hay brincos sobre hinchables, se completan puzzles o fluye la imaginación a través de las manualidades.
"Cuando llegamos al campo ya ni me da tiempo a quitarles los abrigos, salen disparados hacia la guardería", asegura Yolanda San Emeterio. A ella, madre de dos niños de siete y cuatro años y que se sienta en la tribuna con la pequeña de cuatro meses, la idea del club le ha cambiado el domingo. No cuenta con la ayuda de su esposo, Orlando Gutiérrez, pero éste tiene una buena excusa: se trata de uno de los centrales del equipo. "Siempre he ido con los niños al fútbol, pero no podía ver los partidos porque me volvían loca", lamenta. Yolanda ha visto mundo porque en los últimos nueve años Orlando, cántabro como ella, ha pasado por Valladolid, Eibar, Hércules, Lleida, Castellón, Cartagena y Lorca. Jamás había visto nada igual. "Cuando mi marido me dijo que el club tenía guardería en el campo no me lo podía creer. Además los monitores se han adaptado fenomenalmente a nuestras necesidades, saben dónde estamos en la grada y nos los traen en el descanso o si tienen hambre. Hay muy buen rollo", describe.
"De aquí a dos años habrá guardería en todos los campos", aventura Orlando Quintana, el portero titular del Pontevedra. Su niña de cuatro años le espera ocupada mientras él hace su trabajo. "Lo que te transmite el club con detalles como éste es que tienen interés en hacer las cosas bien", reflexiona. Puede que al final esa sea la clave, que al margen de los resultados subyazca una sensibilidad y demostrar que un club de fútbol puede ofrecer a quien pague una entrada algo más que un incómodo y, casi siempre, sucio asiento.
Rubén Valverde destaca cómo desde el club las iniciativas sociales se enfocan hacia todas las edades: "Tenemos un acuerdo con una residencia de ancianos pública de la ciudad para recoger allí cada día de partido a treinta personas mayores, algunas de ellas impedidas, traerlas al campo y llevarlas de vuelta".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.