El arte sanador de Tomasito
Creador de un estilo único de rock flamenco, el músico publica Y de lo mío, ¿qué?, su quinto disco. "Desde chiquitito yo he bailao marciano"
Hay artistas irrepetibles. Individuos inclasificables cuyo arte empieza y acaba en ellos. Su talento estalla y se abre ante los demás como las hojas de una palmera. Es difícil que creen escuela, aunque a su sombra surjan infinidad de imitadores. Tomasito, también conocido como El Niño Robot, El Niño Eléctrico o El Lagartijo Humano, es uno de esos artistas únicos. Este jerezano de 40 años baila y canta rock flamenco de una manera que sólo es posible describir por las reacciones que suscita en el público: asombro, euforia, buen humor, energía, olés entusiasmados... Tomasito lo define en el disco que acaba de publicar, Y de lo mío, ¿qué? (Nuevos Medios): "Desde chiquitito yo he bailao marciano". Son muchos los artistas increíbles, raros como marcianos de tres patas, que han nacido en su ciudad: La Paquera, Terremoto, Capullo, Agujeta... Dos de ellos, Lola Flores y Diego Carrasco, además lo apadrinaron. Al echar cuentas queda claro: si Marte estuviera en la Tierra sería, sin duda, Jerez de la Frontera.
"En Jerez, la gente es muy original. No intenta imitar a nadie. Esa tierra tiene duende, transmite alegría al cuerpo. Yo creo que cuanto menos dinero se tiene, más alegría hay. Vivo en Madrid y me gusta, pero vuelvo siempre a Jerez en tren, en coche o en patín", afirma Tomasito, que nació en el barrio de Santiago. El quinto de ocho hermanos, dejó el colegio a los 12 años, aunque antes tuvo que hacer una demostración en su casa del arte con el que quería ganarse la vida. No se amilanó ante la prueba. Él iba entrenado: llevaba cantando y bailando desde los tres, aunque cantando y bailando a su manera. A lo Michael Jackson, por ejemplo, después de haberse empapado de los vídeos del artista. O a lo religioso: en Jerez era famosa su versión de la misa, a la que asistía de monaguillo. O a lo televisivo: metiendo por bulerías el anuncio de Mr. Proper o canciones de Torrebruno. "El flamenco es mis raíces y mi sangre, pero yo soy muy libre", se ríe. Sus padres le aprobaron. Sobresaliente cum laude.
Diego Carrasco lo llevó a Madrid, y Lola Flores lo incluyó en sus espectáculos. Entonces, como ahora, era imposible verlo y no disfrutar. Flaco como un silbido, Tomasito tiene un rostro contundente y moreno que el humor recorre como las nubes sobre un campo. "Mi misión es alegrar a la gente. Curarla, igual que un doctor. Que se olviden de lo que tienen, que bailen y disfruten. Hay gente que me toca para que les transmita. Eso pasaba con Lola Flores, que te ponía el corazón a cien".
Él se entrega a fondo a su misión curativa. Su último disco, Y de lo mío, ¿qué?, ofrece la oportunidad de comprobar su arte sanador. Si es posible, hay que escucharlo en directo porque Tomasito es, probablemente, el mejor showman que hay en España. Sus 53 kilos escasos dan para mucho: canta, habla con el público, toca las palmas, baila... ¡Y cómo baila! Es Fred Astaire con mucha guasa; es Michael Jackson pasado por las calles de Jerez; es, al mismo tiempo, un gitano cabal y un roquero punki. Canta mientras hace claqué, break, flamenco y lo que se tercie. Baila con los zapatos en los pies y también en las manos. Se descamisa en el escenario, como Iggy Pop o como Joaquín Cortés. Pero él va mucho más allá: también se quita los pantalones y sigue cantando y saltando con unos calzoncillos antiguos, de abuelo, blancos como la nieve y holgados sobre su culo flaco. Y la gente no puede más del entusiasmo y de la risa y del buen rollo que transmite este gitano.
En verano, dio un concierto en Nueva York y dejó al crítico de The New York Times con los ojos como platos. "Los movimientos de Tomasito eran casi cómicos, pero de una manera indirecta. No podías evitar la risa compulsiva por el arrojo, temeridad y determinación que se manifestaba".
Y de lo mío, ¿qué? es flamenco rock a lo Tomasito: hay una soleá punki; hay rumba, fandangos, tarantas y alegrías pasadas por heavy, rythm and blues, rock, rap y reggae; hay unas seguiriyas de 2000... Y una versión de Back in Black, uno de los mayores éxitos del grupo australiano AC/DC. "Se la envié a Angus Young y nos hicimos amigos en MySpace", declara orgulloso. La sombra tutelar y chispeante de Kiko Veneno abre el disco con los dos primeros temas. Siguen las colaboraciones con otros colegas: Coppini -ex Golpes Bajos-, Palocortao, Los Delinqüentes, Muchachito Bombo Infierno... Letras surrealistas con el soniquete de Jerez fluyen bajo el toque inconfundible del percusionista Tino di Geraldo, que acompaña al artista como productor desde su segundo disco.
Sería difícil encontrar una frase mejor que la que da título al disco para explicar la corrupción en este país durante los últimos años. Pero Tomasito se ríe porque su intención no ha sido política. El tema está dedicado al arte que tienen sus paisanos cuando hablan. "Preguntas a uno cómo le van las cosas y no veas cómo te contesta: 'Un poquito por aquí, un poquito por allí, ya sabes, que si eso que si lo otro, que si no sé qué no sé cuánto. Tú ya sabes lo que yo quiero decir. Eso tú lo coges y lo bordas...".
Él ha conseguido siempre que la risa que arranca vaya unida al respeto. "Me gusta mucho el humor, pero soy el más serio del mundo. Yo tengo muchos gestos en la cara, muchos cambios de clima. Por eso soy Libra, porque me balanceo de un lado a otro". Más que balancearse, Tomasito está en perpetuo movimiento. En los siete años que han pasado desde su disco anterior, Cositas de la realidad, ha tenido tres hijos, ha dado varias vueltas al mundo actuando y se ha sacado el graduado escolar. "Mi niño mayor venía a recogerme al colegio. Tenía un año y era el más listo de toda la clase". Aún le ha dado tiempo para aprobar 1º de Sociología, dar Clases Magistrales de Compás en Santo Domingo y en Francia, inventar el afroflamenco, en Senegal, y colaborar con Chano Domínguez. Y le ha sobrado tiempo para participar en la creación de G-5, donde la vitalidad de Tomasito se multiplica por cinco. Forman la banda: Kiko Veneno, Muchachito Bombo Infierno, Canijo y Ratón, de Los Delinqüentes, y Tomasito. Sacaron un disco, Tucaratupapi, hicieron unos cuantos bolos, se divirtieron y divirtieron. "Me sirvió de inspiración para mi propio disco. El proyecto de G-5 no está muerto, seguiremos".
Han pasado más de tres lustros desde que Tomasito grabara su primer disco, Torrotrón. Le siguieron Tomasito, Castaña, Cositas de la realidad y, ahora, Y de lo mío, ¿qué? En todos hay algo inalterable: la alegría que transmite. Asistir a sus conciertos debería ser recomendado por los médicos: exalta, divierte, inspira... "Cuando salgo al escenario siento felicidad, estoy en casa. El subidón me dura dos horas después del concierto. Termino y a los diez minutos ya estoy taconeando. Cuando sea mayor me tendrán que poner una máscara de oxígeno. Mi madre sufre mucho cuando me ve actuar. Me dice: 'Come, aliméntate, toma muchos yogures, muchos danups, que pegas muchos zapatazos, y los que tienes todavía que dar para alimentar a tus tres niños".
Aquí tienen la versión nacional de la crítica de The New York Times: la misma admiración con otro lenguaje y en MySpace: "Tomas... hay ke arte tienes primo, deverda ke no hay kien te aguante ke compas tienes tio de jerez tenias ke ser!!! hace unos dias estube viendote en vigo en una discoteca y deverda ke me kedaste elao tio y eske encima me rebiento de risas con tigo eres una acha!!! (makina) cuidate Tomas un saludo".
Nuevos Medios.
Y de lo mío, ¿qué?
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