Memoria ética y estética
El itinerario que dibuja César Antonio Molina en su nuevo libro, Lugares donde se calma el dolor, parecería a primera vista enfilar el propósito estético. Luego devendría el afán vivencial, como un apunte sutil de la voluntad. La experiencia del viaje que ejercita el poeta gallego adquiere su sentido en la escritura que fija los lugares que se visitan y esencializa los datos que esos lugares despiertan en su memoria literaria, filosófica, incluso política. Si el autor visita Nápoles, un encuentro que se urde es con Virgilio, con el siglo de Augusto pero también con el poeta que lo acompaña en su descanso eterno: Leopardi. Todo ello conduce a ramificaciones inesperadas, a un suceso humano o ficcional. Cuando está en Palermo, se nos conduce a un palazzo, tras conocer a la mujer suiza que lo cuida entramos en el territorio de la novela de Lampedusa, intuimos la amplia sala donde se produjo el famoso baile que inmortalizó Visconti. Estamos en ella. Así funciona este libro. De un libro a otro. De un novelista a un cineasta. De una digresión sobre si la novela es mejor que la película o viceversa. Y en medio de la discusión la irrupción de Eugenio Montale argumentando su admiración al escritor siciliano. Voy a citar otro ejemplo: una visita a Petrópolis, la ciudad donde se suicidaron Stefan Zweig y su mujer. El poeta relata la talla moral del intelectual, su viacrucis vital ante el nazismo, su desesperación e impotencia, un hecho que tanto nos recuerda a la muerte de Walter Benjamin en Port Bou. Luego, como quien no quiere la cosa, nos describe la misma habitación del suicidio ahora ocupada por un adolescente, con su ordenador y sus iconos más queridos. En una misma operación literaria y política, la escritura registra la memoria y el olvido devastador. Y otro más: el puerto de Buenos Aires y el museo de la inmigración. César Antonio se pasea por donde cien años antes llegaron los desesperados de la historia, con su hambre y sus sueños. Y ese guardia jurado que lo conduce y le advierte que está pisando el mismo suelo que pisaron hace décadas. César Antonio Molina ha escrito un libro rotundamente personal. Pletórico de conocimientos y de felices intuiciones literarias y humanas. Él eligió las ciudades que nos describe y los libros y los autores que las ilustran. Vastas metáforas del dolor de la condición humana. Pero las palabras y los hombres que lo pueblan forman parte de nuestra memoria ética y estética.
Lugares donde se calma el dolor
César Antonio Molina
Destino. Barcelona, 2009
697 páginas. 26 euros
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