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Reportaje:12ª jornada de Liga: el gran clásico

El gran reto del alquimista

Pellegrini afronta el partido que consolidará su liderazgo en la plantilla madridista o amenazará su futuro en el club

Diego Torres

El gomero es un árbol de origen tropical, de hoja carnosa, que en edad madura alcanza proporciones monumentales. En América del Sur se emplea para ornamentar parques y jardines. Cuando Manuel Pellegrini (Santiago, Chile; 1953) jugaba de central en el Universidad, los hinchas le llamaban Gomero, con tono más irónico que cariñoso, en referencia a su porte majestuoso, elegante, pero poco útil a efectos prácticos. A Pellegrini, que ahora dirige al Madrid, los apodos siempre le importaron un bledo. Como entrenador, en Chile, convivió con el desastre. En su primer cargo como técnico, en el Universidad, descendió a Segunda. Sin embargo, siguió adelante. Su madre, Silvia Ripamonti, resumió su asombro: "Manuel, por el fútbol, ha hecho esfuerzos sobrehumanos". Esta tarde, este hombre abnegado se sentará en el banquillo visitante del Camp Nou para dirigir al Madrid en el partido más importante de su carrera.

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Pellegrini sabe que el resultado del clásico contra el Barça no sólo marcará su estancia en el Madrid. También definirá su futuro como entrenador. Sin embargo, ayer, tal vez por pudor, rechazó sentirse bajo presión. "Yo he venido a desarrollar un trabajo y no voy a cambiar ni un ápice de todo lo que estoy haciendo", dijo; "he preparado este partido como cualquier otro. No tengo miedo a afrontar a ningún rival. En el deporte, el miedo no tiene sentido".

En los cuatro meses que lleva al frente del equipo, los jugadores y los empleados del club se han sentido en presencia de un hombre generoso. "Es el entrenador más preparado que recordamos", dijo un médico; "el más abierto a escuchar". Los futbolistas le tratan con una mezcla de respeto y condescendencia. Cada mañana, cuando saltan al campo, le miran de reojo. Cuando Pellegrini llama a alguno aparte, los demás cuchichean. Se ríen entre dientes. "¡La que le va a caer a éste!", murmuran. Al técnico le gusta hablar con todos, uno por uno, durante largo rato. Sabe de fútbol y es capaz de persuadir. Hasta ahora no ha defraudado a nadie. "Es un buen tipo", dicen. Incluso Raúl, el capitán, que ha visto cómo era relegado al banquillo, tiene palabras agradables para el chileno. Prefiere pensar que, si dejó de ser titular, no fue por culpa de su declive físico, sino porque el presidente, Florentino Pérez, ha impuesto su marginación. Así lo piensa y así lo dice. No es decir mucho a favor de su entrenador, pero ahí queda todo.

Pellegrini considera que su principal cometido en el Madrid es ejercer un liderazgo perdurable sobre la plantilla. Para conseguirlo, está seguro de que el camino no sólo pasa por entender los aspectos técnicos del juego. Cuando vivía en Vila-real, decidió que le apetecían dos cosas: recibir clases de piano y de alemán. Al verle pasear por la concentración del Madrid, largo y ausente, con la mirada perdida en el horizonte, indiferente a los futboleros, a Carlos Bilardo, por ejemplo, que le asaltó un día en el hotel y no dejaba de hablarle de táctica, no se hace difícil imaginar que su sueño es interpretar las sonatas de Beethoven o las partitas de Bach.

"Hay un libro que se llama El Alquimista que postula que cada uno debería desarrollar su propio camino", dijo Pellegrini en 2001 en el diario chileno El Mercurio; "yo pienso que lo he logrado. He vivido la vida de acuerdo a lo que he sentido. Nunca he sido un soñador porque el soñador se queda en sus sueños, vive dentro de ellos y nunca aterriza. Yo los he tocado con las manos y los he cumplido. Soy un hombre feliz".

El negocio del fútbol, tan generoso con los especuladores, los demagogos y los oportunistas, suele ser hostil a los hombres que, como Pellegrini, se refugian en su trabajo y no emplean las horas libres para hacer vida social y proselitismo político. En el Madrid hay dirigentes que le observan con incredulidad. Le tratan con condescendencia, quizá con desdén, y piensan que lo mismo da un entrenador que otro cualquiera. No esperan que hoy ese hombre introvertido les demuestre que están completamente equivocados.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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