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Touriño se culpa de no frenar la división en el bipartito

El ex presidente reflexiona sobre el 1-M en una charla de una fundación afín

El diputado Touriño estaba devorando al ex presidente de la Xunta. El barniz de la jefatura del Gobierno comenzaba a desgajarse, desde su discreto silencio en la segunda fila de los escaños socialistas. Por eso su reaparición, ayer en una conferencia en Santiago, tuvo algo de catarsis y, por qué no decirlo, mucho de morbo. Touriño reinició el siempre incómodo papel del ex presidente con buenas dosis de autocrítica, cortesía con los herederos del timón socialista y veneno contra los que le suceden en la Xunta.

Para acentuar el atractivo de lo desagradable, la conferencia estaba organizada por la fundación Iniciativas 21, el think tank del ex presidente que tantos recelos provocó en el PSdeG durante la pasada legislatura, y en la que no pocos en el partido depositan parte de las culpas de la derrota en las autonómicas del 1-M. Con el nuevo secretario general, Manuel Vázquez, en primera fila, Touriño realizó un análisis bien distinto, aunque no exento de mea culpa. Varias causas contribuyeron al fracaso, pero tal vez la central fue "la competición interna desatada en el tramo final" de la legislatura dentro del propio Gobierno. "No ser capaz de salvaguardar, yo particularmente, el espacio de la gobernación de los combates y envites de las estrategias partidarias" fue "uno de los factores con más peso en la pérdida de la Xunta".

En medio de una expectación más mediática que ciudadana -apenas unas 100 personas, pero una decena larga de periodistas-, Touriño buscó otras explicaciones del fracaso, "que no debacle". La crisis económica y los "errores en la transmisión de las expectativas generadas", pero principalmente "la difícil relación entre socialismo y nacionalismo". Y como ambos se necesitan, abogó por "reinventar" esa vinculación. Touriño, que conserva tics de Monte Pío, como el repetido uso de la frase "el Gobierno que presido", en referencia ya al pasado, afeó al PSdeG no pocos errores en esa etapa. Entre ellos, identificarlo con sus "élites dirigentes" o convertirlo en un ente "cerrado", quién sabe si ante la influencia de la propia Iniciativas 21. Pero fueron muchos más los que atribuyó al BNG. Así, describió un nacionalismo sucumbido ante la tentación de "ocupar las instituciones" y de crear una "tupida red" con ramificaciones "empresariales, sociales y mediáticas". Es decir, por utilizar la Xunta "como un instrumento de partido".

Elevó el tono cuando evaluó al Gobierno de Feijóo, a quien no llegó a citar, por afrontar una "política de la resignación" ante la crisis, con un "mix de oportunismo político y de liberalismo económico", y por "cuestionar ahora pactos como el lingüístico". Quien esperaba críticas a la línea marcada por Manuel Vázquez en el PSdeG lo hizo en vano. Por respaldar, hasta lo hizo con el modelo de fusión virtual que ahora propugnan los socialistas para las cajas de ahorro. Aunque no pudo dejar de advertir a la oposición -de la que él forma parte- de "los riesgos" de la reforma de la ley de cajas. No vaya a ser que caiga en veleidades como pensar "en una banca pública gallega o en la ocupación de las cajas por los partidos".

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