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Reportaje:

Palabras sin sentido para pensar

Una 'performance' de Esther Ferrer sorprende y desorienta en el Matadero

Pablo León

"Buenas tardes, he venido a dar una conferencia llamada El arte de la performance: teoría y práctica. It bis qui costo mas piercosperso...". Con esta frase comenzó ayer la reconocida artista Esther Ferrer (San Sebastián, 1937) una ponencia-performance de 10 minutos en la entrada del Matadero de Madrid. A pesar de que la charla era completamente ininteligible, el tono, combinado con las situaciones que Ferrer recreaba -desde gritos hasta quitarse la dentadura postiza-, provocó sonrisas, muecas y reacciones entre el ecléctico público del festival Acción 09!MAD. "Me parece bien que cuando la gente participa en una acción se quede desorientada y se pare a pensar", explica Ferrer. Como lleva haciendo desde la década de los sesenta, ayer dejó a más de 100 personas confusas y anonadas pero gratamente sorprendidas.

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La jerga oblicua

Aunque no es fácil atender a una charla en un lenguaje incomprensible salpicado de nombres de filósofos, escritores y palabras en inglés, francés o latín, cuando la ponente es la artista Esther Ferrer todo cambia. Si además, se trata de una de sus acciones, punkis, señoras, niños, fans y culturetas llenarán el espacio como hicieron ayer en el vestíbulo del Matadero de Madrid. "Una performance se desarrolla al mismo nivel que el público, fomenta la implicación de la gente y eso psicológicamente cuenta", explica la artista donostiarra, que comenzó a experimentar con el arte de acción (performance) en la España franquista. Después, Ferrer formó parte del grupo vanguardista Zaj junto a Ramón Barce, Juan Hidalgo y Walter Marchetti. "En esa época todo el mundo se consideraba con derecho a contestar, y participar en lo que quería. Ahora la gente es más pasiva, se comportan como espectadores, pero no sólo en el arte, también en la política y en la vida en general", explica la creadora.

Anoche, cuando lanzó una pregunta al joven de la primera fila, él la miraba; cuando se quitó la dentadura postiza para, solemnemente, continuar su explicación, la masa reía a carcajadas y cuando estrellaba una silla contra el suelo, las jóvenes francesas de la tercera fila sólo reían nerviosamente.

Provocativas, minimalistas y basadas en el rigor del absurdo son algunas de las características de sus actuaciones, influenciadas por las obras de Duchamp y las caóticas composiciones de John Cage. "Me he acercado al festival de performance para ver lo que había y Ferrer me ha gustado porque me ha provocado 1.000 ideas mientras escuchaba ese idioma inventado. Creo que lo que ella quiere es que sintamos la experiencia, no que analicemos lo que está hablando", concluía Héctor Pascual de 24 años.

Aunque al final sólo unos pocos fueron detrás de la artista cuando hizo mutis por un lateral, en el momento en el que la avanzadilla comenzó a aplaudir la sala la coreó sin dudarlo. Para Elena Martín que la sigue desde hace tiempo, "es una tía sin prejuicios, original y atrevida, que marca la creación actual".

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El público sólo entendió algunas palabras del discurso de Ferrer, pero sin duda su retórica activa les marcó.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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