"No somos racistas, pero sí hay células racistas"
Miguel Ángel Aguilar sólo pone dos peros para elegir el local: que tenga encanto y sea de precio moderado, al margen de quién pague la cuenta. Al final se decide por el casino de L'Aliança del Poble Nou, una entidad fundada hace 141 años en ese populoso barrio barcelonés.
Tiene nombre de periodista, pero es fiscal desde hace 17 años y no responde al perfil habitual. Tanto es así que, explica, es el único que hay en España especializado en perseguir los delitos que tienen su origen en el odio y la discriminación en cualquiera de sus formas. Lo más parecido a sus funciones son las que ejerce otro fiscal de la Audiencia Nacional especializado en la lucha contra grupos ultras y neonazis.
El fiscal contra la discriminación opina que no existe la igualdad material
Aguilar come casi tan rápido como razona, sobre todo cuando explica la importancia de combatir la discriminación, sea por orientación sexual, género, discapacidad o edad, entre otros motivos. No descarta la recomendable copa de vino tinto y ventila de un plumazo la elección antes de proseguir con los retos que supone su trabajo. "Tenemos que acercarnos a las víctimas y en eso estamos. Muchas creen que no se las va a escuchar porque las circunstancias de los delitos que sufrieron son muy íntimas y por los temores atávicos a denunciar, sobre todo en los extranjeros", razona.
Llega el primer plato de temporada, como son las gírgolas (un tipo de seta), pero Aguilar no interrumpe su razonamiento. "Para ejercer bien este trabajo hay que escuchar a las entidades y saber qué piensa la gente. El fiscal renacentista que sabe de todo hoy no tiene validez. Hay que estar especializado". Él lleva más de dos años centrado en esos temas en la ciudad de Barcelona y sostiene que "hay que tener una sensibilidad especial con el que es diferente por el hecho de serlo". Así se explica que alguno de los casos que ha investigado le ha llegado por las asociaciones que luchan contra la discriminación y la homofobia o la transfobia.
Y ya ha logrado alguna victoria. Hace unos meses un juzgado de Barcelona condenó a un local por vetar la entrada a dos cubanas por el color de su piel y otro juez está investigando ahora el caso de dos mujeres que no pudieron alojarse en un hotel, probablemente porque a alguien les pareció que eran lesbianas.
"No somos una sociedad racista, pero sí tenemos células racistas. Lo que hay que evitar es que hagan metástasis", advierte muy gráficamente. Y en el combate contra ese cáncer social es fundamental, dice, la formación de jueces, fiscales y policías. "A las víctimas de delitos por discriminación hay que darles un trato especial, no privilegiado. Hay que investigar el móvil de la acción, porque muchas veces no es otro que el hecho diferencial de la víctima".
Cuando acaba descubre que el bacalao al horno se ha enfriado. Y para su gusto le falta alguna especia, su debilidad culinaria y que compra en el barrio del Raval. Por algo es donde existe la mayor tasa de inmigrantes de Barcelona. Pasa del postre, pero repite con el café, entre una idea y otra. "No podemos permitir los brotes de intolerancia, pero mucho menos en épocas de crisis, tan propicias para expandir la doctrina del odio". Y remacha. "La igualdad legal existe, pero la material está por conseguir, aunque vamos por buen camino".
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