"En mi familia lo más importante es usar la mente"
Emma Darwin (1964) tiene los ojos claros de su tatarabuelo Charles, el nombre de su tatarabuela y habla como un tiro. También escribe libros, como el célebre autor de El origen de las especies, aunque la obra de ambos apenas guarda relación. "Realmente tienen bastante poco en común", admite. Puestos a buscar algún punto de encuentro, Emma, que ha publicado dos novelas históricas, comenta que en su primer libro, Las matemáticas del amor, echó mano del padre del naturalista, Robert. "Necesitaba un médico y lo tomé prestado". Pero, en lo que respecta al contenido, "nada que ver".
La cita tiene lugar en una semidesértica cafetería del hotel Astoria Palace, en pleno centro de Valencia, donde se aloja la novelista. Apenas tiene hambre, pero sí le apetece un café. "¿Cortado? Había oído esa expresión relacionada con las drogas, pero no con un café", bromea. Al final, será con leche y cruasán.
Esta escritora de novela histórica es tataranieta de Darwin. Suman 152
Aún no es mediodía. En unas horas esta novelista tiene un encuentro con responsables de la Universitat de València, que le ha invitado a pronunciar una conferencia dentro de los actos de conmemoración del bicentenario del nacimiento de su ilustre antepasado. Aunque es bastante reacia a aprovechar su parentesco para hacerse publicidad -"en contra de lo que me recomienda mi agente", comenta con media sonrisa-, su intervención se centrará en un elemento común a buena parte de los descendientes de Charles Darwin -sólo tataranietos son 152-: el pensamiento creativo, ya sea en el terreno del arte o de la ciencia.
"No sabría decir si he heredado algo de Darwin, aunque sí creo que existen características compartidas en la familia", apunta entre sorbo y sorbo de café con leche. Por ejemplo, "tomarse muy en serio lo que hacemos", de ahí que la mayoría sean buenos estudiantes, pese a que Dar-win -que era disléxico- abandonara sus estudios de medicina. "Yo diría que usar la mente es lo más importante en nuestra familia", comenta. "Ser maleducado está mal visto, pero lo peor es no usar la lógica cuando discutes".
Emma Darwin no ha tenido referencias directas de personas que conocieran a su tatarabuelo. Ni siquiera coincidió en vida con su propio abuelo. "Todos los hombres de la familia se casaron tarde, pasados los 40. A la edad en la que se persigue a las chicas, ellos estaban estudiando". Todo lo que sabe esta profesora de redacción de la Open University es a través de testimonios familiares indirectos. Destaca el cariño que profesaba hacia sus hijos y, especialmente, a su mujer: "Asistió a los 10 partos de su esposa. Y es enternecedor ver cómo refleja en su diario la alegría que sintió en el último, cuando se comenzó a usar el cloroformo como anestésico y su mujer apenas sufrió".
Del café no queda una gota, aunque el cruasán sigue encima de la mesa. Aún queda tiempo para una última pregunta. ¿Qué opina una descendiente del autor de la teoría de la selección natural de la fuerza de las teorías creacionistas? "Quizás haya gente a quien le decepcione pensar que no somos tan especiales", responde después de meditar la respuesta durante unos segundos. Y continúa: "Bueno, somos especiales, pero esa diferencia no está en los genes, que no son muy diferentes de los de un chimpancé".
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