Todos queremos más
Es un recuerdo de mis comienzos como portero del Athletic. El tiempo ha vestido aquellas ocasiones con la pátina de la lluvia que empapaba San Mamés, el barro le ponía un sobrepeso a las botas, los guantes, la ropa calada y mientras el 4 subía al marcador local, al nuestro, al del Athletic, mientras dejaba el 0 en el visitante, la grada de la Catedral se arrancaba con aquella vieja canción que me ponía la piel de gallina y que decía: "Todos queremos más, todos queremos más, todos queremos más y más y más y mucho más". Y en medio del frío y la lluvia, uno se sentía cerca del cielo, a un palmo de la gloria.
Y no se crean que nuestro público se conformaba con victorias aisladas, ya que en la final contra el Barça, que nos permitió conseguir el doblete tras vencer en la Liga, allí, mientras celebraban un logro histórico, nuestra gente nos dijo que todos querían más, mucho más. Ya ven de qué pasta están hechos los sueños de los otros equipos, de los que se sienten grandes.
Les digo que en las últimas semanas me ha venido la canción a la mente y esta vez no tiene que ver con el Athletic y sus sueños coperos (la última vez que la oí estaba en San Mamés, en la semifinal contra el Sevilla), esta vez la copla tiene que ver con este estado de continua exigencia en el que se mueve el fútbol, sobre todo, aunque no es exclusivo, en los equipos de mayor presupuesto. Creo que lo decía Guardiola la pasada semana cuando hablaba de que allí, en Can Barça, hay que ganar siempre y que no ganar supone días de rumores, de crisis, de fichajes; días de ruido, de mucho ruido. Pero tendré que corregir a Pep, ya que me da que en los últimos tiempos no sólo del resultado vive la polémica, sino que cada partido, por excelente que sea desde el punto de vista del juego o los puntos, tiene asociado un regalo sorpresa en forma de dilema, discusión o debate. Si alguien duda de que la felicidad nunca es completa se puede acercar al fútbol para llevarse unos cuantos casos que lo certifiquen. El Barça gana 4 a 2 a un buen Mallorca, uno de los equipos que mejor juegan en esta Liga, y nos queda el regusto de que hubo algunos silbidos, de que el juego no fue todo lo brillante que se esperaba, Claro que cuando el nivel de la expectativa está a un milímetro de la perfección, es muy difícil cumplir con lo esperado.
Lo mismo pasa por Valdebebas, donde vuelve el Madrid a entrenarse después de haber jugado una excelente hora de fútbol, de dominar al eterno rival, de marcar unos cuantos hermosos goles y de trabajar el resultado cuando una de esas variables inesperadas en forma de expulsión dejó el partido con una franja de luz para el Atlético que hizo lo que se le supone a un equipo que juega en casa, tiene el resultado contundentemente en contra y dispone de mucho poder en su delantera. Es decir, apretar, volcarse en el área de Casillas y soñar con la heroica. Hace muchos años, ante el Barça, mi Barça, la cosa tuvo resultado positivo y lo que era una derrota contundente para los atléticos se convirtió en un maravilloso recuerdo, un vídeo para no dar nada nunca por perdido. Y es esta una de las hermosuras del fútbol, su carácter imprevisible, emotivo, irracional.
Pero parece que ya nada es suficiente, ya nada acaba de cumplir con las expectativas, ya vivimos en un continuo todos queremos más, que no parece tener fin.
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