Encomendados al viejo 'rockero'
Mientras que la secretaria general del PP, María Dolores Cospedal, pedía estos días perdón por la penosa imagen que su partido estaba dando, la portavoz del Consell, Paula Sánchez de León, se descolgaba afirmando con un par de narices que este gobierno de la Generalitat era "el mejor de toda la historia autonómica de la Comunidad Valenciana". Sin duda, se atenía al libreto que alecciona a los dirigentes de su partido para que nieguen los hechos aflictivos y delictivos que les tiene hundidos en la miseria y que se apliquen, en cambio, al discurso hiperbólico con el que nos cuentan que por el mar corren los peces y por el monte las sardinas.
Pero las trolas y la voluntad de resistir, por sí solas, no parecían la mejor receta para salir de la crisis que les lastra, especialmente, al presidente, Francisco Camps. De ahí que éste, con el agua al cuello, haya echado mano del político con más cuajo y oficio de entre todo el elenco disponible en su bando para que le saque del atolladero. Nos referimos, obviamente, a Rafael Blasco, ese viejo rockero de la política que viene amenizando sus ocios al frente de una consejería subalterna y acabada de rebautizar para otorgarle algún boato. Ahora, dotado de nuevas credenciales como portavoz parlamentario, y hasta como ministro plenipotenciario, ha de consumir su penúltimo fulgor en una misión con distintos objetivos y de la que únicamente está garantizado el espectáculo. La política doméstica cobra otra dinámica gracias al insólito tutelaje al que se encomienda la derecha.
Mencionábamos objetivos y el primero y más asequible como cabe suponer será conservar el capital electoral del PP, blindándolo en lo posible contra la presunta corrosión de los escándalos y las consecuencias de un gobierno desfallecido, derrochador y encastillado en el anacronismo de echarle todos sus muertos a ZP. Da la impresión, sin embargo, de que a la selecta feligresía popular le importa un ardite estos reproches y Blasco, además, sabrá darles la vuelta para que se simulen o se truequen en virtudes. A mayor abundamiento, dada la anemia intelectual y estratégica de la izquierda alternativa y la fragmentación cainita de la otra, la fetén y poética, es previsible que el gran hombre se cuelgue sin dificultad la medalla.
Más crudo lo va a tener para neutralizar la beligerancia mediática y judicial que alienta el trajín del caso Gürtel y las fechorías conocidas y por conocer que involucran al molt honorable. No se duda de la capacidad prodigiosa del consejero portavoz, si bien resultaría excesivo pensar que puede hacer milagros, como el de enmendar el desahucio político de su jefe. Pero la gran incógnita, que pronto se despejará, consiste en cómo se resolverá la confrontación dialéctica en el marco de las Cortes, donde el galleo de la oposición no ha encontrado hasta ahora más que una réplica mediocre. En adelante se las van a ver tiesas individuos con muchos años de brega en la vida pública y que proceden de un mismo o parecido crisol político, el de la izquierda. No habría de sorprendernos que en sus ardimientos retóricos haya tanto de servicio al partido como de ajuste de cuentas al adversario.
Y una aclaración: Rafael Blasco nunca fue expulsado del PSPV-PSOE, si bien no es esa la peor de las maledicencias que le persiguen como una estela alentada por algunos socialistas que quizá se consuelen así del capital político que malversaron. En el pecado les ha ido la penitencia.
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