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Entrevista:MANUELA AZEVEDO | Cantante de Clã

"Portugal ya no es aquella tristeza negra de antaño"

La cita, en una céntrica franquicia cafetera, no habría podido ser tan tranquila ni apacible en ningún rincón de Portugal. Manuela Azevedo (Oporto, 1970) es allí una heroína local tras 17 años al frente de Clã, una de las formaciones más punteras y excitantes del pop lusitano. Su música levemente electrónica y de gran envergadura poética entronca con Portishead, Björk o los también portugueses The Gift, pero por estos lares hemos tenido que esperar hasta su quinto trabajo, Cintura, para poder saber de ellos en condiciones. Incluso con una edición especial que incluye una versión en castellano, Sexto piso, de su gran éxito de la temporada (Sexto andar).

Azevedo se licenció en Derecho por la Universidad de Coimbra, pero no tardó en decantarse por la vida bastante más azarosa del rock and roll. "Cada dos por tres tenía que andar pidiéndoles a los colegas que me sustituyeran en los tribunales", recuerda con mueca traviesa.

"Jamás he sido mitómana, pero con Tom Waits haría una excepción"
"Las protagonistas de las canciones son chicas resueltas que viven intensamente"

Ahora alterna el frenesí de las giras con su plácida vida de aldea en Vila do Conde, un pueblecito cercano a Oporto, donde cultiva tomates, pasea por el bosque y cuida a su niña de seis años. Lo explica todo en un castellano nítido y autodidacta. "Es que he visto en la tele todas las películas de Almodóvar y muchos capítulos de Verano azul". Ventajas de la tele con subtítulos.

Pese a estar acostumbrada a ser tratada precisamente casi como una estrella de la tele en su país, el anonimato no parece incomodarle: "Al contrario, la sensación de empezar de nuevo es maravillosa, inspiradora y hasta rejuvenecedora. En Portugal siempre nos gustó mucho reinventarnos de disco a disco. Aquí, que apenas nos conocen, mostrar nuestra música resulta como emprender una conquista", asegura y deja ver su vertiente batalladora.

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Parece convencida de que llegará a seducir al público español y concretamente al madrileño esta noche. "La música nos hace más poderosos de lo que realmente somos cuando descendemos de las tablas. Yo me tengo por una mujer tímida, pero el escenario encierra esa magia misteriosa por la que te conviertes en otra persona distinta, enérgica. Aquí me ve sosegada; en directo soy pura adrenalina del rock", advierte la única mujer en una banda de cinco hombres a los que parece mantener a raya: "El género sexual es irrelevante en la banda. No existen diferencias entre los seis, sólo que yo, al no estar atada a ninguna guitarra, puedo saltar y correr más que ellos. Pero soy una más de la máquina. O, mejor dicho, del animal. Una máquina es bastante más fría y predecible de lo que pretendemos ser nosotros".

Azevedo llega dispuesta a demostrar que no son fados todo lo que sale de Portugal. "El fado es una manifestación musical maravillosa, aunque yo haya tardado demasiados años en descubrirla. Más allá de la melancolía, encierra una pasión desorbitada y hasta un mensaje de ironía sabia. Portugal ya no es sólo aquella tristeza negra de antaño. Ahora somos más inventivos y emprendedores. En lugar de encerrarnos en nosotros mismos, anhelamos descubrir horizontes diferentes", cuenta.

En el caso concreto de Cintura considera que "es un disco eminentemente hedonista", dice. "Porque su antecesor, Rosa carne, nos había salido intimista, romántico, de una intensidad casi operística, así que tocaba cambiar. Los dos constituyen una reflexión sobre el universo femenino, pero la mujer de antes se encerraba en la habitación y la de ahora ha salido a la calle con una maleta repleta de vestidos lindos y tacones de vértigo. Las protagonistas de estas canciones son chicas resueltas que buscan nuevos amores y están dispuestas a vivir intensamente. Incluso a sufrir, pero con una sonrisa en la cara".

Precisamente, Sexto piso cuenta algo que a ella misma le ocurría cuando escuchaba una canción y sentía que hablaba de ella. "En mis años de facultad oía compulsivamente Nighthawks at the dinner, de Tom Waits, y me sentía trasladada a aquel café. Jamás he sido mitómana, pero con Waits haría una excepción. Las canciones son cosas pequeñas y simples, pero poderosas y de gran valor simbólico. Hay quien nos ha confesado que con algún tema nuestro se enamoró... o emprendió una separación. Constituye una gran responsabilidad, ¡espero que nadie nos demande!", ironiza.

Se niega a aceptar que la complejidad y elaboración de las letras de sus canciones acaben por meterles en el saco de los intelectuales: "El desafío está en emplear un lirismo que se comprenda bien en todas partes", concluye.

Clã. 22.30, sala El Sol (Jardines 3). Precio: 8 euros.

Manuela Azevedo, ayer en un aparcamiento de Madrid.
Manuela Azevedo, ayer en un aparcamiento de Madrid.CRISTÓBAL MANUEL

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