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Columna
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Democracia en España

En un artículo aparecido en la edición del 26 de octubre de Abc, Manuel Ramírez, catedrático de Derecho Político, compartía sus inquietudes sobre el estado de la democracia en España. Alude a una democracia sin ciudadanos democráticos, a la importancia de la educación en los valores democráticos para que el régimen político sea eficaz. Cualquiera que lea este artículo queda sorprendido de la visión que tiene este autor de los jóvenes. Es sobrecogedor conocer estas opiniones en alguien que se califica de docente. Ellos no tienen toda la culpa, dice, de que sus valores sean el "hedonismo, el consumismo y el afán por el éxito sin esfuerzo". Es necesaria la educación en otros valores, en los valores democráticos, propone este catedrático. Y después hace una breve enumeración de cuáles son estos valores para preguntarse qué dispositivos son los que los transmiten. La familia, los amigos ("eso que espantosamente se da en llamar cuadrilla"), los profesores, la prédica religiosa, el ocio, los medios de comunicación... Todo puede hacer que los jóvenes sean educados en los valores democráticos. Lo que propone es que todos estos dispositivos tengan por función educar en democracia. Dice y cito: "Mientras sea empresa nacional no asumida y asignatura estatal despreciada, creo que no se puede presumir de democracia sólida y consolidada". Como cualquiera, lógicamente, queda deslumbrado en cuanto se menciona lo estupenda que es la democracia, es probable que una lectura rápida -que, por cierto, es cómo se suele leer el periódico- nos impida ver un par de puntos sobre los que es importante detenerse y reflexionar.

El primer punto es que la democracia no tiene nada que ver con "el hedonismo, el consumismo y el afán por el éxito sin esfuerzo". Alexis de Tocqueville, en su obra La democracia en América, explica cómo la democracia fomenta el individualismo, el amor a sí mismo y a los objetos. Todos ellos, rasgos que pueden leerse de muy distinta manera según cómo se observen y quién lo observe. Es decir, para Tocqueville la propia democracia infunde los valores que Ramírez condena por no ser democráticos. Que cada uno piense si el hedonismo y el consumismo tienen o no tienen nada que ver con la democracia pero añado algo: los representantes políticos son una más de esas agencias de educación en valores. Si el espacio público es corrupto, es seguro que el espacio privado también lo será y en la misma medida o proporción entre uno y otro. Y si es violento sucederá exactamente igual. De ahí que tenga que decir que no sólo la democracia inspira valores, sino que la forma en la que el régimen democrático funciona también lo hace.

El otro punto que destaco de este catedrático es el de entender que la democracia es un proyecto nacional y estatal. No es así. Este Estado es plurinacional. Anteceder el proyecto nacional al proyecto democrático es lo que su artículo propone. En el fondo y no hay que mirar muy hondo, lo que fomenta es el miedo a hablar de las cosas, a la controversia y a los cambios. No parece un artículo que enseñe valores democráticos sobre todo, y muy especialmente, por cuanto la Constitución declara un proyecto de Estado que reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran.

En cualquier caso, de lo que quería escribir esta semana era de El Ejido (un caso más de corrupción) que se desarrolla en lo publico y que puede incidir en lo privado si no se da ejemplo desde el ámbito político. Muchos políticos siguen mirando sus barrigas y constituyen oligarquías que, en defensa de sus intereses, impiden que exista un frente común contra la corrupción y el amiguismo. Será cuando estos cambios operen, cuando estas barrigas se sustituyan por valores, y no nacionalizando los dispositivos de poder, cuando podríamos empezar a tener una democracia con demócratas. Seguiremos esperando.

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