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OPINIÓN
Columna
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Coaliciones mecánicas

El procedimiento establecido por el Reglamento del Congreso para votar las diversas enmiendas a la totalidad del proyecto de Ley de Presupuestos Generales enviado por el Gobierno a las Cortes promueve la convergencia sobre un mismo blanco de voluntades políticas movidas por propósitos a veces contradictorios. Las malas experiencias sufridas por los sistemas parlamentarios europeos durante el periodo de entreguerras del pasado siglo, a causa de las coaliciones negativas entre partidos situados en los dos extremos del espectro político, aconsejaron la búsqueda de fórmulas moderadoras de esas prácticas.

Así, las mociones de censura constructiva vigentes en los regímenes constitucionales de Alemania y de España exigen que la propuesta de derrocamiento de un presidente de Gobierno vaya acompañada siempre por la designación expresa del candidato a sucederle en el cargo. Pese a que durante la época clásica del parlamentarismo la continuidad de los Gobiernos estaba subordinada por los usos a la aprobación de los presupuestos, la tramitación de las cuentas del Estado no se halla amparada por cautelas de ese género: el Ejecutivo desautorizado por el rechazo siempre dispone del recurso de prorrogar el presupuesto en lugar de disolver las Cortes.

La obligación de votar todas las enmiendas a la totalidad del presupuesto a la vez fuerza raras alianzas

En cualquier caso, un Gobierno sin mayoría absoluta como el actual se ve obligado a arañar los escaños necesarios para conseguir la admisión a trámite de los presupuestos y a regatear las contraprestaciones exigidas por sus socios temporales de conveniencia. Como viene siendo habitual, el Gobierno ha mercadeado ese apoyo con grupos nacionalistas, en esta ocasión PNV y Coalición Canaria. Las críticas contra la venalidad y el oportunismo de ese tipo de entendimiento no hacen sino repetir los denuestos proferidos contra UCD en 1979, PSOE en 1993 y PP en 2000.

Según los mandatos de tan exigente (o hipócrita) ética política, más censurable sería la indiscriminada coalición de grupos que rechazó conjuntamente el pasado miércoles el proyecto presupuestario del Gobierno, dado que el reglamento les impide votar por separado las diferentes enmiendas presentadas por PP, CiU, ERC, IU-IC, BNG y UPyD. Sin embargo, las cuentas anuales del Estado resultan especialmente contraindicadas para la formación de coaliciones negativas prendidas siempre con alfileres: la complejidad de su contenido (un mareante, interconectado y voluminoso inventario de ingresos y de gastos) y los diferentes objetivos perseguidos por los gatos encerrados en la misma jaula lo desaconsejan. Baste con un ejemplo: mientras el presidente del PP se opuso en el Congreso a la subida de todos los impuestos, el portavoz de ERC se manifestó a favor de una reforma al alza del sistema tributario "para que los ricos paguen más", se aumente el IVA sobre los bienes de lujo, se exija el impuesto sobre el patrimonio a las grandes fortunas, se revise el régimen fiscal de los deportistas de élite y se incremente la recaudación procedente de las Sicav.

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