Mala prensa
El otro día oía al director de cine José Luis Borau hablando de la mala fama del cine español. La explicaba de manera muy sencilla y certera: cuando alguien va a ver una película norteamericana al cine y no le gusta, sale diciendo "qué mala es esta peli". Pero cuando alguien va a ver una cinta española y no le agrada, sale diciendo "qué malo es el cine español".
En las últimas semanas (diría meses, años, décadas, pero es cierto que los últimos días están siendo densos en el tema), se está hablando mucho de leyes de cine y órdenes ministeriales, lo que ha hecho que en este periódico veamos expuestas opiniones de directores y productores sobre el eterno tema de la "crisis del cine español". A mí personalmente lo que más me interesa es el origen de esa mala fama, de por qué existen cantidad de prejuicios acerca de nuestro cine. El espectador, salvo contadas excepciones, reacciona ante el cine local como un vampiro ante una ristra de ajos. Huyendo despavorido.
Los más furibundos contra nuestro cine son los que no ven películas
El artículo de opinión que más cola ha traído ha sido el firmado por el director Jaime Rosales, sobre todo porque achacaba esta pésima imagen a que "una parte importante del colectivo que lo representa se ha significado políticamente en exceso". La columna titulada Despoliticemos el cine retrataba una España polarizada en la que las gentes dedicadas al cine han tomado partido por uno de los bandos políticos y, en consecuencia, ha perdido el apoyo e interés del otro. No creo que ésta sea la razón por la cual el cine español está siempre envuelto en la polémica. Más que nada porque imagino al espectador medio nacional como un chaval o chavala de entre 16 y 25 años, apolítico, que no ha votado en la vida ni tiene intención de hacerlo, y que si rechaza el cine español no es por razones políticas sino estéticas. No es por "progre" sino por "cutre".
El público tiene la imagen de que el cine español es feo, pobretón y aburrido. Eso define a una "españolada", un término que cuando nací ya existía en el imaginario colectivo y que sigue vigente. De ahí que se piense que las películas españolas sólo son crónicas de la Guerra Civil y la posguerra o comedietas con chicas ligeras de ropa. Y nada más lejos de la realidad: ¿qué tienen que ver REC 2, Alter, Gordos y Tres días con la familia? Sólo que son españolas y que no tienen nada que ver con una guerra ni con el destape.
El cine español no se juzga, sino que se prejuzga. Se habla de él como algo abstracto y que engloba a películas buenas, malas y regulares. Es como si no se hicieran películas concretas, sino cine español, como decía Borau. Y estoy convencido de que los más furibundos, los más agresivos contra nuestro cine son aquellos que no ven películas, aquellos a los que les resulta más fácil soltar un juicio previo que ir al cine.
Sin embargo, la situación está así y hay que ponerse a trabajar para solucionarla. Que se vea el cine español como españolada es inevitable, así que hay que tratar de borrar esa imagen. ¿Cómo? Intentando convencer al público de que se equivoca, que una peli española puede no ser cutre. Y eso se hace a golpe de trabajo, haciendo más películas que lo demuestren. Lo demás sería colocarse en una situación de victimismo, en un "no me quieren" que poco puede ayudar a solucionar el problema. Porque problema hay, pero soluciones también.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.