¿Qué pasará con los 'sin techo'?
Una decena de indigentes han hecho de El Prat su casa
La señora Pura, David el Nigeriano y Emilio el Empresario tendrán que ver qué que hacen a partir de ahora. Llevan tiempo -algunos de ellos, incluso años- residiendo de alguna forma en las viejas terminales del aeropuerto de El Prat con dramas personales, duros, detrás. Ahora se encontrarán la vieja T-2 patas arriba, en obras, y una T-1 menos amable: tiene muchos menos asientos que la vieja en la zona pública, es decir, en el área previa a los controles de seguridad.
En el cómo han llegado hasta allí estas personas se mezclan historias muy distintas, pero muchos, muy esquivos con la prensa, sufren de repente un bloqueo mental. "Por ejemplo, está el caso de una mujer que apareció hace unos meses muy bien vestida en el aeropuerto con su hija, ambas con equipaje. Cuando pasaron tres días y seguían allí, vimos que algo raro pasaba: la mujer había abandonado a su marido y había huido de casa -no nos dijo por qué-. Al llegar al aeropuerto para marcharse a algún sitio entró en shock, sin comprar ningún billete, ni moverse", cuenta Victoria Tena, jefa de sección. Se dedica a atender a estas personas, detectarlas a tiempo, evitar esos casos de indigentes que se quedan años en el limbo del aeropuerto.
AENA tiene censados y trata de ayudar desde hace años a los indigentes que se cobijan en el aeropuerto. En este momento hay una decena, aunque en años anteriores llegó a haber más de una veintena de personas sin hogar.
Para Victoria fue un pequeño triunfo conseguir que Hans, un ingeniero holandés que pasó cinco años en el aeropuerto, aceptase finalmente ingresar en un hospital para curarse de un pie dañado y después pasar a vivir en un centro. Aún tiene mucho que batallar con la señora Pura, que sufre esquizofrenia y frecuenta el aeropuerto, y David, que lleva cuatro o cinco años en El Prat y no quiere irse a vivir con su familia a Andorra, pese a que lo ha ido a buscar personalmente.
"Les cuesta mucho contar su historia y muchos no aceptan ayuda. Hay, por ejemplo, un señor divorciado que suele pasar a aquí temporadas. Y, hace tiempo, una mujer australiana que vino a Barcelona buscando a su marido, que era español, la había abandonado y ahora vivía en Palma de Mallorca, se quedó paralizada en las zonas de tránsito durante días. Al final hablamos con él, y aceptó que ella fuera a visitarle".
El rosario de historias parece no tener fin. Pero esto no es una película, no es La Terminal, aquella protagonizada por Tom Hanks. Aquí no hay un golpe de Estado detrás y sólo algunas veces hay un final feliz. Algunos van y vienen, desaparecen una época y asoman de nuevo.
"Cuando vemos a alguien que lleva más de tres días por el aeropuerto, es que hay algo raro. Entonces intervenimos e intentamos conseguir ayudas de los servicios sociales. Muchos casos de personas que ahora llevan años se pueden evitar con intervenciones rápidas", opina María Luisa Sardá, jefa de Servicios Aeroportuarios.
A muchos extranjeros, lo que les ocurre es que esperan a que alguien vaya a buscarles y, si esta persona no aparece, se pueden quedar allí esperando dejados de la mano de Dios, sin atreverse a pedir ayuda. "Sorprende que a veces es gente con recursos. Por ejemplo, a un diseñador industrial le robaron absolutamente todo en el aeropuerto y se quedó parado, durante días, sin acudir a nadie", relata Victoria Tena.
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