Discriminación atávica
Escuchando el miércoles las valoraciones de la bancada popular sobre el debate de Presupuestos, uno entiende mejor de dónde salen otros rechazos como el de la ley de igualdad o el aborto.
Podría haberle servido a Rajoy en esta ocasión su milonga encallada en la búsqueda de culpables sin más, es decir, sin aportar, como de costumbre, soluciones. La situación era tan propicia (ya saben, para el PP, cuanto peor mejor), el cabreo general es tan notable, que al bueno de Mariano le bastaba con una prolija enumeración de agravios y agraviados; mientras alguien se ahoga, dedicarse a explicar la marea (parafraseando el diálogo de cierta película).
A ello se aplicó. De su naturaleza intelectualmente perezosa salió un discurso redondo, hiperbólico, apocalíptico... pero menos grosero y faltón que otras veces; y aunque nadie lo preguntó, la grey conservadora con su secretaria general al frente, traicionada por la euforia, aclaró: "Porque la Salgado es una chica".
Y se hizo la luz. Recordé entonces que para el Partido Popular una chica es la que se pone de largo mientras el chico va a votar (como afirmaba Miguel Ángel Rodríguez), la que sirve de portabolígrafos (como demostró Aznar), templo de la vida (como dice la Iglesia) y la que no puede abrir una cuenta corriente (como imponían nuestros antepasados). De modo que las dos carreras que atesora Elena Salgado no han sido sino una doble oportunidad para encontrar marido y sus dos ministerios se explican por el ridículo reglamento de las cuotas. No hay, por tanto, que ser muy duros con la pobre, sólo instruirla en el arte de ser mujer-mujer.
¿De dónde sale esta gente.
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