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Columna
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Calados

Tras haber sido testigos de múltiples operaciones de "hondo calado" en ese mundo que, pese a quien pese, polariza ETA, no dejamos de constatar que, calada tras calada, voterío y vocerío siguen siendo los mismos y que las honduras publicadas se reducen a jugadas de una partida que redistribuye las piezas para que éstas mejoren posiciones sin que nada sustancial cambie. Pura ars combinatoria, que en estos momentos tiene como objetivo recuperar el poder perdido. Lo que asombra, sin embargo, en estas operaciones de calado es la supuesta inocencia de algunos. La indecencia de otros, dispuestos a participar en una operación de camuflaje dirigida por ETA y al servicio de sus intereses, apenas sorprende, aunque sirve para poner a cada cual en su sitio. Tras la triste secuencia de hechos -y lo es también por los encarcelados, penosos testimonios de toda esta gratuita y sangrienta paranoia-, hechos que culminaron en la manifestación del pasado sábado, cabe decir que algunos quedaron calados -en el sentido de vistos- y que otros quedaron empapados. Entre los calados, naturalmente, está el PNV.

Sólo alguien recién llegado de Marte, o quizá de algún planeta más lejano, podía picar en el cebo del lema de la manifestación: "A favor de la libertad. Todos los derechos para todas las personas". ¿De verdad piensa Iñigo Urkullu, como asegura en su prolífico blog, que eran la libertad o los derechos de nadie los que estaban en juego en esa manifestación? ¿Nos quiere hacer creer el líder del partido que ha gobernado este país los últimos treinta años que es tan ingenuo como para no saber detectar ese teatro de marionetas? Quizá fueran la libertad y los derechos de los usuarios de los autobuses incendiados los que se defendieran ahí, o acaso los de los incendiarios mismos. Tremendo dilema este que se nos presenta cuando pasamos por alto el delito y nos quedamos a merced de las conveniencias. Pues lo que todas estas operaciones de hondo calado tratan de obviar es el delito que las inspira, y lo que sus lemas tratan de oscurecer es la conveniencia que les urge.

Aunar votos para acceder al poder, esa es la conveniencia que guiaba a los allí reunidos y el objetivo primero de la operación de hondo calado. Se trataría de una operación legítima si no encubriera lo que encubre. Y lo que arropa: décadas de criminal asalto contra la libertad. Por supuesto, siempre se puede recurrir a la coartada del buen propósito para apoyarse en malas compañías. Es la coartada del hondo calado, la de la redención del delincuente. ¿Se podrá sentir ese aprovechado y buen compañero libre de responsabilidad cuando el delincuente, una vez conseguido su objetivo, cometa su siguiente crimen, ese al que nunca, y lo dijo bien claro, quiso renunciar? Calados y empapados, tal vez sean como los sepulcros, que otros se encargan de llenar, y a los que Cristo increpó como encalados.

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