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talentos

La insolente plenitud de una 'jazzera' veinteañera

Melody Gardot salta al estrellato con su voz emocionante

Iba en bicicleta por las calles de Filadelfia cuando la arrolló una camioneta. Tenía 19 años. Cinco años después, Melody Gardot aún tiene que llevar gafas oscuras, se ayuda con un bastón para caminar y su espalda le causa dolor. En MySpace ha dejado una hermosa reflexión sobre la discapacidad: "¿No debería esa palabra aplicarse a todo el mundo? Todos somos incapaces de realizar determinadas tareas. Por ejemplo, piensa en cuánta gente que tú conoces no sabe dibujar. Yo soy capaz de hacer algunas cosas e incapaz de hacer otras. Eso es todo".

Creció con su abuela, a la que imita cariñosamente hablando inglés con acento polaco: "La pobre, con la edad que tenía, no sabía ya qué hacer con una niña. Me sentaba delante del televisor y me ponía una película. El problema es que sólo tenía El mago de Oz, que yo veía una y otra vez. Años después, al escribir una canción, oí una melodía a través de los acordes y me di cuenta de que estaba tocando Over the rainbow".

"Amo el ritmo de la música brasileña: suceden cosas y aun así es muy tranquilo"

Melody Gardot compone, canta, toca el piano y la guitarra. Su voz transmite emoción. Y los críticos recurren a los nombres de Peggy Lee, Julie London e incluso Billie Holiday. Cuando grababa su disco My one and only thrill en los estudios Capitol, en Los Ángeles, el arreglista Vince Mendoza le dijo bromeando: "Si no empiezas a escribir melodías más alegres nunca vas a hacer carrera". Se ríe al recordarlo. "Yo le decía: 'Pero si Les étoiles es alegre, If the stars were mine también... ¿No lo ves?".

Soñaba con arreglos como los de Gil Evans para Sketches of Spain. "No sabía que había muerto", confiesa al tiempo que reconoce ser todavía un bebé en el jazz. "Vince Mendoza fue una elección natural. Tenía unos 300 discos en mi iPod y elegí seis canciones que me llamaban la atención. Resultó que los arreglos de todas eran suyos", asegura. "En mi cabeza nunca se trató de canción más orquesta como con una big band. Al final del día quería sentir las cuerdas".

Su primer disco -el segundo fue Worrisome heart- lo grabó en la cama de un hospital. "Un poco torpe, como un niño que empieza a caminar, pero un primer paso. Tras el accidente no podía hablar. Mi cerebro funcionaba, pero las palabras no salían. Recordé que en la universidad solía utilizar todos mis sentidos para adquirir una información nueva: empecé a tomar apuntes, a grabar lo que estaba haciendo y a tararear las notas. Poco a poco le enseñé a mi voz cómo conectarse con la música y mi habla fue creciendo".

"La gente se siente más suelta en un club. Acudir a un teatro tiene algo de solemne", cuenta. El club le permite equivocarse: "Me encanta poder llegar a esa persona, agarrarla y oír cómo se ríe".

A Gardot le fascinan los idiomas. Canta en francés Les étoiles y estudia portugués, por la música brasileña: "Amo su libertad, su alegría y el ritmo, porque suceden cosas y aun así todo es muy tranquilo. La diferencia entre las olas del océano, en la música pop, y las ondas de una piscina".

La cantante Melody Gardot, retratada en Madrid.
La cantante Melody Gardot, retratada en Madrid.ÁLVARO GARCÍA

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