"Nosotros hemos sentido el golf puro"
Nacidos en los sesenta, llegaron a la élite del golf mundial a principios de los noventa. Casi dos décadas después, echan al pasado una mirada similar, la misma pasión teñida de cierta melancolía.
"¡Quita el puto cigarro de ahí!", bromea Olazábal (Hondarribia, Guipúzcoa; 1966) cuando se sienta al lado de Jiménez (Churriana, Málaga; 1964) y ambos comienzan a repasar las imágenes de sus carreras, los recuerdos de sus primeros torneos, la compañía de Ballesteros, "el jefe", los torneos con el driver de madera... "Mira, yo estaba ahí dejándome los pelos... Tú todavía estabas prehistórico ahí", suelta el Pisha, un ojo en la fotografía en la que el vascorro le abronca, la otra en el montecristo que meticulosamente prende. Olazábal responde: "Como sigo ahora. En ese tema no hay novedad".
Olazábal. Pero no somos bichos raros, no. Lo que pasa es que las tornas han cambiado. Nosotros llegamos al circuito y éramos unos pipiolos, sin experiencia, y ahora es al revés: somos los dinosaurios.
Olazábal: "Cuando empezamos, era una aventura. Compartías habitación, taxi..."
Jiménez: "El as de antes, por los materiales que tenía, era más artista"
Jiménez: "Si no tuviéramos sueños, no estaríamos aquí. Sin ilusión, no jugaríamos"
Olazábal: "Muy pocos serían capaces ahora de darle a la bola con palos de madera"
Jiménez. Son muchos años, sí. ¿Cuándo te sacaste la tarjeta? En el ochenta y...
O. El primer año que jugué fue 1986.
J. Me acuerdo que te veía jugar por esa época. Yo llevo 24 años con esto encima. El golf se va regenerando, todo es distinto. Antes la gente no se preparaba como se prepara hoy. Ahora acaban de jugar y se van al gimnasio. Y, al lado, nosotros vamos haciendo lo mismo para aguantar más tiempo con ellos. Para mí, es un privilegio porque yo llegué al tour en 1989 dándole la patada a todos los que tenían cuarenta y pico y ahora veo a toda la gente joven que me está dando patadas en el culo. Lo que pasa es que, como estoy fuerte, voy encajando. Es un privilegio haber estado con aquella generación, que ahora está en el circuito senior, y con la de ahora, que son el futuro.
O. El deporte en general y el golf en especial, a lo largo de todos estos años, ha mejorado. Cuando empezamos, era una aventura. Compartías habitación, taxi, casa, de todo. Ibas con tus bolas a entrenarte. Y ves ahora dónde nos encontramos, con el montante de premios, el nivel organizativo, tienes una gente que te cambia los billetes de avión in situ en el torneo, dos o tres hoteles oficiales con precios determinados, coches de cortesía... Ahora el golf está mucho mejor.
EL PAÍS. ¿Y la calidad del juego? ¿Es ahora más uniforme?
O. Antes, y Miguel lo sabe, íbamos al campo de prácticas a entrenarnos después de jugar 18 hoyos por la mañana y éramos cuatro gatos dando bolas. La dedicación que hay hoy en día en el deporte no tiene ni color con la que había entonces. Entonces había un grupo de gente muy reducido que nos lo tomábamos en serio y metíamos muchas horas y conseguíamos sacar la cabeza. Calidad sigue habiendo.
J. Está profesionalizado mucho más: por los premios, por los materiales, por gente como Tiger... Ahora están mucho más preparados. Antes eran unos privilegiados los que llegaban. Ahora cualquiera puede llegar. El golfista tiene un preparador físico, un psicólogo, y le dedica más horas. Recuerdo que antes echábamos una partidita de mus con unas cervecitas con unas avellanas cuando venías de entrenarte...
O. Eso es algo que se va perdiendo.
J. Porque ahora ves a la juventud pensando "me voy a echar musculito por aquí" y se meten en el gimnasio.
O. Es verdad, lo que se pierde es el tiempo de convivencia que teníamos antes porque ahora lo tienes que invertir en ir al gimnasio, en el masajista... Antes acababas de entrenarte, tenías dos o tres horas libres, estábamos en el mismo hotel o casa y qué hacías, pues jugar a las cartas o lo que fuera.
EL PAÍS. Antes, al salir por generación espontánea, parecía que nacían jugadores de más talento.
O. Eso es diferente. Talento es todo. Una cosa es que tengas un individuo que es un genio pegando determinados golpes, y ahora que son portentos físicos, pero porque se lo han trabajado también. Aquí no se logra nada regalado. Es más, no creo que dependa tanto de los jugadores como de cómo se preparan los campos.
J. Es un efecto dominó. El que es una estrella es una estrella. Antiguamente había una diferencia enorme entre una serie de jugadores y el resto y ahora el resto está más cerca. La preparación y los materiales lo han igualado todo, pero el que es un as lo sigue siendo, marca las diferencias. Pero, si comparas al astro de antes con el de ahora, el de antes, por los materiales que tenía, era mucho más artista. Con esas bolas baratas, tenías que darle un gran efecto con el palo para conseguir dar el golpe que querías. Y la visión que tenían entonces del juego, esa cosa de dentro del jugador, es lo que falta.
O. Se ha perdido también por el material. Antes fallabas un golpe y donde la tirases podías tirar un golpe. Hoy en días fallas dos metros la calle y dices: "¡Joder dónde estás! Anda, dame el wedge". Y le pego un hachazo y a correr. En cambio, antes se te podía quedar la bola en un pelao, detrás de un árbol, que siempre podías crear un golpe, tener un efecto.
J. Es que, además, te involucrabas en el golpe porque lo que primaba era el golpe. Primaba el golpe que querías dar y había un arte para ejecutarlo. Hoy en día prima mucho más el resultado y poner la bola en juego. Es otra mentalidad. Antes te esforzabas por darle ese efecto a la bola, por mandarla donde querías. La juventud de ahora...
O. Es otra manera de jugar. Pero no es que lo tengan fácil. Es lo que has dicho... Nosotros, en aquella época, éramos un puñado de gente los que destacábamos. Hoy en día no te puedes despistar porque no es que te quedes el 30º o el 40º, es que te vas fuera del corte y coges cuatro o cinco semanas de ésas y, cuidado, que te quedas sin tarjeta.
J. Nosotros hemos estado en un lado y en otro y podemos ver la diferencia. Ellos, no, porque no han sentido el golf como lo hemos sentido nosotros. Nosotros hemos sentido el golf puro y ahora estamos viendo el golf mecánico. Todo el material hace que mandes la bola a 200 metros.
EL PAÍS. ¿Hay ahora gente capaz de jugar con un driver de madera?
J. Éstos no saben coger una madera ni levantar la bola.
O. Muy pocos serían capaces de pegarle a la bola.
J. Los chicos de ahora tienen su mérito. No podemos decir que sean mejores o peores. Son distintos. Como purista...
EL PAÍS. Parece que antes había más ambición por ser los mejores y ahora lo que prima es un instinto de supervivencia.
O. Hay gente que gana torneos y están implicados en mejorar su nivel. Eso es superación y autocrítica también.
J. Esta mañana estaba putteando con uno y le pregunté: "¿En qué estás pensando? ¿En llevarte un cheque a tu casa todos los días o en ganar títulos?". No se trata de hacer una montaña de dinero, eso ya lo vas a conseguir, sino de hacer una montaña de títulos, de prepararte y mejorar para hacer cosas grandes. Es como yo lo veo, meterte en la cabeza lo que va a hacerte grande.
EL PAÍS. Que llegue Tom Watson y a los 60 años haga lo que hizo en el Open Británico... ¿Pone al resto en su sitio o reivindica a los veteranos?
O. Todos sabemos lo que es jugar un links. Es volver a las esencias, al juego inteligente, intuitivo, instintivo. Tú en un links no puedes decir: 185 metros, hierro-5 y pum. Tienes que pensar qué va a hacer la bola cuando bote, por qué lado vas a coger la bandera, si te coge el peralte o no...
J. ¡Arte, pisha, arte!
O. Son muchos factores. Es lo grande del Open, lo que lo diferencia del resto de los grandes. Puedes ser el mejor jugador que te sale un día con viento, con lluvia, y ahí es puro feeling, ahí tienes que imaginarte cosas que no haces en una competición normal. Es un concepto de golf totalmente diferente, no tiene nada que ver.
J. Si ya no jugamos la madera. En el British no es imprescindible la pegada como lo puede ser en el US Open, donde es importante conocer bien el campo y dominar bien la pelota.
EL PAÍS. ¿Con qué recuerdos se quedan?
O. Personalmente, para mí es muy difícil quedarme con algo en concreto porque he tenido la fortuna de vivir una época muy especial del golf y del golf español en particular. Miguel también ha tenido esa ocasión y hemos convivido con gente de una generación anterior a nosotros que hemos ido como una familia. Íbamos todos en grupo. Eso crea unos lazos de unión muy especiales. Yo podría escoger victorias, pero a lo que más importancia le doy ha sido a esa convivencia, poder compartir momentos duros y buenos. La primera victoria, sí, queda, es muy bonita, pero lo es más que estén todos tus compañeros ahí y te abracen, y luego ir a cenar, y estar de cháchara, y acabar tirándonos unas cosas unos encima de otros, y pasártelo bien. Es la fortuna de haber vivido una época que no se va a repetir.
J. Esos lazos no se van a repetir.
O. Yo creo que es por pura necesidad, Miguel. Nosotros no teníamos nada y teníamos que ayudarnos unos a otros. Nos llamábamos por teléfono: "¿A qué hora vas a ir, a qué hora vas a llegar?". A ver si llegábamos a la misma hora al aeropuerto para ir juntos al hotel...
J. Si no tuviéramos sueños, no estaríamos aquí. Sin esa ilusión, no jugaríamos. Yo tengo 45 años, llevo 24 en el circuito, y seguimos trabajando con ganas y con ilusión. Yo juego unas 30 semanas al año y lo hago con gusto, con ganas de hacerlo. Para ganarme sólo el sueldo no estaría aquí. Le sigo dando. No soy un jugador largo, pero sigo siendo consistente, sigo moviendo la pelota a mi gusto. A veces, físicamente, me vengo un poco abajo. Sé por dónde hay que atacar.
O. Yo tengo una particularidad, que es mi situación física. Si yo estuviese bien físicamente, si pudiese entrenarme... El hecho de que estemos aquí significa que todavía nos gusta, nos entretiene, es un reto, un desafío. Cada vez que salimos al campo no sabes lo que va a ocurrir. Aunque estés jugando de maravilla, puedes pinchar la rueda. Otras veces llegas mal y sales ganador. Yo he conseguido cosas importantes, pero mi ilusión sería levantarme mañana y no tener ninguna molestia. Saldría al campo diciendo: "Ahora estoy bien. Ya no tengo excusas. A romperme los cuernos con todos éstos y a luchar". Porque es lo que me divierte, lo que me gusta. Ha sido mi vida. Si no tuviésemos algún aliciente o atractivo, ni Miguel ni yo estaríamos aquí. No es por dinero. Es más que nada el reto, la adrenalina de la competición. Yo he jugado 10 torneos este año y cuando pasas el corte y estás el 40º, el domingo sales y pones tu empeño, pero no me vas a comparar eso a salir el domingo en el penúltimo partido a ganar el torneo. Eso es para lo que me entreno, para salir al campo sintiendo que te falta el aire y que tienes la piel de gallina, verte en el 18 un golpe por delante o por detrás.
J. Es una ilusión que los jóvenes ahora ven de manera distinta. El que piensa sólo en ganar dinero es demasiado pobre.
O. Nos piden consejos los jóvenes, pero no al mismo nivel. Yo, con Seve, con Cañi, con Piñero, mirábamos a los que nos habían precedido y nos fijábamos más que los búhos.
J. Yo me quedaba media hora, una hora, solo, viéndoles entrenarse, a Seve, a Faldo. Era como una esponja. Ahora son mejores técnicamente.
O. Tienen una pauta marcada y no se salen de la pauta. Eso no quiere decir que no haya nadie que pregunte. Hace poco me preguntaban Pablo Larrazábal, Pablo Martín...
J. Yo recuerdo 1995. En el Masters. Iba en los entrenamientos con el vascorro y con Seve. Yo los veía entrenarse por todos los rincones y me decían: "Ponla aquí, tira por ahí".
O. A veces se acercan los jóvenes y te preguntan que cómo haces esto, pero, no sé si por timidez, asienten con la cabeza y no se ponen a hacerlo delante de ti. Luego me voy al putting green y los veo ahí dale que te pego...
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.