Los últimos del GIL
Tras la inhabilitación de Juárez, sólo queda un alcalde de pasado gilista
Con la reciente dimisión de Juan Carlos Juárez como alcalde de La Línea, tras ser inhabilitado por la Audiencia Provincial de Cádiz, desaparece de la escena política uno de los últimos exponentes del gilismo. Fichado por el PP en septiembre de 2001, la impronta gilista fue siempre evidente en sus formas autoritarias y su gestión oscurantista, independientemente de lo que resuelvan los tribunales sobre las diversas causas abiertas por presuntas irregularidades. Juárez, que ha anunciado que volverá a ser candidato en 2011, ha quedado apartado de la política por la acción de la justicia, lo mismo que le ocurrió a otros regidores del sello Grupo Independiente Liberal (GIL), entre ellos el propio fundador del partido, Jesús Gil; Marisol Yagüe (Marbella), o Pedro Tirado (Manilva), aunque estos tres tuvieron además que pasar por la cárcel.
Como ocurrió a Gil, Yagüe y Tirado; la justicia aparta a Juárez de la política
El GIL tuvo siete alcaldías y se valió de tránsfugas de todos los partidos
Aún queda un alcalde de procedencia gilista, Fernando Palma en San Roque, también en el PP, investido dos veces al más genuino estilo gilista, con votos tránsfugas. Palma llegó a la alcaldía en mayo de 2000 mediante una moción de censura contra el socialista José Vázquez votada por ediles independientes y del PP. Éstos fueron advertidos de sanción, pero un año más tarde el PP fichó a Vázquez aunque, al contrario que en La Línea, no le sirvió para ganar ni en 2003 ni en 2007. Vázquez fue alcalde hasta que murió en marzo pasado. Pero en la elección de sucesor, una concejal socialista se negó a investir a su compañero de partido y facilitó que Palma fuera investido alcalde nueve años después.
Palma fue número dos en la lista que en 1999 encabezó Carlos Santos, un abogado amigo de Gil que al perder las elecciones dimitió porque vivía en Madrid y no le compensaba trasladarse para hacer oposición. A Gil sólo le valía el poder y su propio yerno, Eduardo de las Heras, hizo lo mismo en Benalmádena.
Allí donde tuvo representación, el GIL sembró la inestabilidad política, al margen de que se cometieran o no ilegalidades. Menos en La Línea, en todos los municipios donde el partido de Jesús Gil tuvo representación determinante siempre participó en al menos una moción de censura (Ceuta, Estepona, Ronda, Manilva, Casares y San Roque), y pactó con quien le hiciera falta (PSOE, PP, IU, y PA). Hasta en Marbella, el feudo intocable, una vez retirado Jesús Gil, las ambiciones de poder de sus sucesores les llevaron a romper el partido en la moción de censura de Marisol Yagüe contra Julián Muñoz.
En Melilla no necesitó moción de censura, y lo que hizo fue convencer a dos diputados socialistas para que no votaran el pacto anti GIL pactado por los demás y juntos invistieron a Mustafa Aberchan, del partido musulmán Coalición Por Melilla. Un año después, el pacto se recompuso y fue investido el popular Juan José Imbroda mediante una moción de censura que apoyaron algunos desertores del GIL.
La herencia del GIL deja el mayor caso de corrupción política conocido en España, Malaya, que motivó que por primera vez se disolviera una corporación municipal, la de Marbella, tras 15 años de gobiernos gilistas. En el otro gran caso de corrupción en la Costa del Sol, Astapa, en Estepona, está imputado el que fuera primer teniente de alcalde del hijo de Gil, José Ignacio Crespo, que tuvo el mismo cargo después con el socialista Antonio Barrientos, principal imputado.
Gil tocó techo en 1999, cuando sumó 93 concejales en 13 municipios (9 de Málaga, dos de Cádiz, Ceuta y Melilla). Ha tenido las alcaldías de Marbella, Estepona, Ceuta, Casares, Manilva, La Línea y San Roque; y ha cogobernado en Melilla y Ronda. En 2000 en cambio fracasó en las elecciones generales y autonómicas, y ahí comenzó a desmembrarse. El PP ha sido su principal heredero, refugio de más de la tercera parte de esos 93 concejales.
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