Los juegos de la solidaridad

Es evidente que el formato al que se acogía la elección de una ciudad olímpica ha cambiado por completo. Los conceptos de valores como la solidaridad han demostrado que echan raíces frente a los intereses corporativistas, la apuesta de un gran sector de la sociedad occidental con voto para decisiones de suma importancia ha querido demostrar al mundo que intenta e intentará encaminarse por una vía que, sin hacerles abandonar su estatus, les permita hacer buenas obras como la que han hecho eligiendo a Río de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos de 2016.

A lo largo de la historia, el evento ha pasado de ser, desde un acto de hermandad, pasando por un acto influenciado por la política, hasta un gran negocio. Por fin se abre la puerta a los razonamientos coherentes, es decir, no sólo es algo deportivo, cultural y económico, sino que vuelve a sus raíces, que no son otras que la hermandad de los hombres y mujeres del mundo, un valor moral que Don Dinero ha sometido a este gran evento durante décadas.

La elección de Río es la única moralmente aceptable, pese a quien pese. ¿Cuál es la ciudad, el núcleo de población, el país que más necesita esa gran entrada de riqueza material, esa creación de empleo y ese rastro de bienestar que dejan unos Juegos Olímpicos? Sin duda alguna y sin ningún otro ánimo que el de ser solidario, esa ciudad es Río de Janeiro, una ciudad más necesitada que Chicago, Tokio o Madrid.