Cuerdas hipnóticas

El Festival de Músiques del Món comenzó con muy buen ritmo el viernes por la noche. El ya veterano evento (este año alcanza la decimocuarta edición) está ahora organizado sólo por el Auditori barcelonés, que ha dado un giro en su planteamiento centrándose exclusivamente en el continente africano. Así, en su primera noche, fue la música de Mali (que copará tres de los cinco conciertos programados) la que abrió fuego. Y de fuego debe hablarse, ya que el grupo de Bassekou Kouyaté, a pesar de la frialdad de los asistentes, consiguió convertir el escenario de la sala mediana del Auditori en un volcán en erupción.

Bassekou Kouyaté es un auténtico virtuoso de un pequeño instrumento de cuerda denominado ngoni, que muchos ven como precursor del banjo. Sus solos son apabullantes y se lanzan a menudo, para sorpresa de propios y extraños, por los senderos del blues sin dejar nunca su esencia africana. Kouyaté sorprendió extrayendo del pequeño instrumento sonoridades penetrantes y de gran belleza, pero en realidad lo atractivo de la velada fue la globalidad de su propuesta.

Una cantante, dos percusionistas y otros tres intérpretes de ngoni secundaron a Kouyaté y fue la eufórica mezcla de ritmos coloristas que se sucedieron lo que levantó la velada. Una música hipnótica surgida de cuerdas ancestrales y puntuada por una calabaza y una especie de cabasa que lo inflamaba todo y era capaz de poner en movimiento hasta las butacas. En cualquier otro local no se hubiera parado de bailar, pero la seriedad del entorno frenó a muchos.