Y Hong Kong nunca llegó

Juan Carlos Juárez Arriola (Madrid, 1961) llegó a la alcaldía de La Línea en el verano de 1999, tras aterrizar en esta ciudad de la mano de Jesús Gil, para quien trabajaba como agente de la propiedad inmobiliaria. El extinto GIL (Grupo Independiente Liberal) aprovechó la situación que vivía la ciudad, castigada por el desempleo, el contrabando y la mala gestión del gobierno municipal, entonces en manos del Partido Popular, para arrasar en las elecciones -17 de los 25 concejales- con una campaña que mezclaba sesiones con el podólogo con ofertas de trabajo.

Juárez se sentía entonces un abanderado de una nueva manera de gobernar una población. "La ideología se ha perdido en el ámbito municipal, nosotros tenemos un modelo de gestión", aseguraba entonces Juárez, que llegó a prometer que La Línea sería como Hong Kong.

Se marcó un objetivo similar al de Gil en Marbella, creando un cuerpo policial cuyos métodos fueron denunciados en numerosas ocasiones por las que fueron víctimas de abusos y que acabaron incluso con condenas a sus agentes. Asimismo, la burbuja inmobiliaria propició la consecución de algunos convenios urbanísticos que permitieron ofrecer cuando menos un cambio de imagen a la ciudad.

Juárez, el hombre del flequillo imperturbable, se convirtió en pocos meses en un auténtico héroe, al contrario de lo que le ocurría a su partido, el GIL.

Antes incluso de que concluyese su primer mandato, Juárez aprovechó la disolución del GIL para constituir su propio grupo, que más tarde pasaría en bloque al Partido Popular, tras el coqueteo de Juárez con un PSOE que no le aceptó en sus filas.

En 2003, encabezó la lista del PP a las municipales y cosechó su mayor victoria. Pero la asfixia económica llevó al descuido de servicios vitales, como la limpieza, o a las movilizaciones por los impagos a proveedores o funcionarios. Eso lo pagó con la pérdida de siete concejales en las siguientes elecciones. Y ahora es la Justicia la que le pide cuentas y entierra su carrera.