El museo volante despliega las alas
La colección de aviones históricos de Cuatro Vientos prepara su traslado - Las aeronaves se instalarán en Getafe, donde está previsto un nuevo recinto
La lluvia golpea el hangar. Alguna gota se filtra por el techo para caer sobre el ala de un Miles Falcon Six. Carlos Valle se pasea entre una veintena de aviones, inspeccionando que las calzas estén bien encajadas, las lonas cubriendo las cabinas. En la sala de exposición del museo volante de Cuatro Vientos no caben más modelos. Los que faltan para completar las 35 piezas de la colección están en un almacén.
La falta de espacio no es la única razón por la que estos aviones históricos en condiciones de vuelo se disponen a abandonar el aeropuerto. Carlos Valle, presidente del grupo de aficionados a la aeronáutica que, agrupados en la Fundación Infante Orleans (FIO), creó y gestiona la colección, considera acuciante el relevo generacional. Este comandante de Iberia tiene ya 60 años, edad media en la FIO, y calcula fríamente que dentro de cinco no podrá seguir pilotando en plenitud de facultades. Hace falta un nuevo equipo al que entrenar en el manejo de máquinas tan bellas como torpes; pesadas y delicadas al tiempo. También directivos que rastreen por el mundo los modelos deseados y consigan apoyo de instituciones y empresas para financiar un museo que consume medio millón de euros anuales. Todo eso requiere un tiempo y un espacio que no existe en las saturadas instalaciones de Cuatro Vientos, un aeródromo con 52.000 operaciones el año pasado.
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El futuro está en Getafe. "En un museo que preparamos y desde el que gestionar el traspaso de conocimientos", explica Carlos Valle.
Caminando silencioso por el hangar, le escolta Javier Permanyer. El conservador de la FIO, con chaqueta de lana, jersey y camisa, tiene un aire británico, de mayordomo o discreto diplomático de la Corona. Su presidente le señala una gotera y Permanyer, un hombre que hubiera deseado ser piloto pero de no ser por sus gafas. Tan británico como el espíritu de la empresa: la mezcla del corte bélico con la misión cultural. O como los referentes: siempre colecciones inglesas, la admiración por los restauradores anglosajones... "Son la referencia. Ellos sí han sabido conservar su historia", suspira Valle, que insiste en que el valor de la colección de la FIO reside en su capacidad para sintetizar la historia española. Lo explica apoyado en un Polikarpov I-16, el Mosca de morro chato con que los republicanos defendieron Madrid en la Guerra Civil.
El presidente habla de sus programas de futuro. De repente se detiene, salta sobre el ala de un British Aircraft Swallow y se zambulle en su cabina, agitando las piernas en el aire. "Las mandos... Tienen que quedar en reposo", murmura desde el interior. Sale a la superficie despeinado, con el aire decidido y la barba del arqueólogo Henry Jones.
Valle voló el año pasado desde Inglaterra a los mandos del De Havilland Dragon Rapide, la última joya del museo, un bimotor de 15 metros de envergadura. El Rapide más famoso de la historia de España fue un ejemplar que el corresponsal del Abc en Londres alquiló para trasladar al general Franco desde Canarias a Tetuán con el propósito de que dirigiera el asalto a la Península.
El ejemplar que ha recuperado la FIO no es ése, sino el que aterrizaba en el aeródromo de hierba de Deauville, en Francia, llevando en su carlinga al Aga Khan a las carreras de caballos. Durante años el avión permaneció reducido a su fuselaje, un montón de maderas rotas y metal oxidado. Restaurarlo costó 15 años. Lo hicieron, por supuesto, los anglosajones. A comienzos de este septiembre, la FIO lo presentó en la exhibición que realiza el primer domingo del mes ante 2.000 curiosos.
Que los aviones no estén en el museo para criar polvo, sino para volar, es más que un acto sentimental. "Manteniéndolos listos para funcionar nos aseguramos de que permanecen en las mejores condiciones", explica Valle. Para ello, la FIO cuenta con su taller de mantenimiento y restauración.
Antes de 2011, toda esa infraestructura se reubicará en un museo temporal en terrenos de Airbus Military, la antigua CASA, en Getafe. El Ayuntamiento de este municipio se ha convertido en el valedor de la FIO. Financió la compra del Dragon Rapide y ha asumido el patrocinio del nuevo museo, todo como parte de la ambición de convertirse en la capital aeronáutica española.
La guinda del plan es un proyecto del estudio del arquitecto Norman Foster. Getafe ha comprado los derechos de su propio Guggenheim, que tendrá en el centro una plataforma giratoria de 250 toneladas sobre la que se expondrán las naves. Pero faltan los 60 millones de euros necesarios para levantarlo. El inicio de las obras estaba previsto para enero de 2009, pero la crisis ha obligado a posponerlas indefinidamente. "El proyecto ya es nuestro. Hay que trabajar la financiación", planta el concejal de Urbanismo, José Manuel Vázquez. Sin esperar a la guinda, la FIO prepara ya el traslado. Quiere terminarlo antes de mayo de 2011, centenario de la carrera París-Madrid, primera de la historia, y que terminó en Getafe.
Los aviones se irán, por supuesto, volando. Despegarán igual que una pandilla de jubilados caminando perezosos hacia el sol. No volverán a Cuatro Vientos, un aeródromo, además, llamado a desaparecer.
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