Moda
Vale, es verdad: este periódico se equivoca. Hemos errado, y yo el primero. Lo sentimos.
Ha llegado el momento de dar explicaciones.
El asunto, reconózcanlo, parecía diáfano. Los datos dibujaban un panorama de absoluta crisis: recesión, desempleo rampante, déficits disparados. Ya no existía ni el consuelo del mal de muchos, porque en otros países europeos amainaba el temporal. Y el Gobierno se mostraba, en el mejor de los casos, titubeante: ahora damos 400 euros, ahora los quitamos, ahora prometemos esto, ahora lo desprometemos.
También se detectaban síntomas de debilidad política. El Gobierno, sin mayoría parlamentaria estable, se bamboleaba de un lado a otro buscando apoyos. El juego político adquiría los rasgos de una mala película cómica: cada vez que la oposición, inane, chapucera y (presuntamente) corrupta, se pegaba un tiro en el pie, el Gobierno se pegaba dos: según todos los indicios, teníamos un Parlamento de cojos gritones.
¿Qué cabía deducir? Pues que la gente estaba harta. Que iba a saltar a la mínima. Que una nueva metedura de pata iba a resultar inadmisible.
Y, en cambio, ya ven. Ha llegado el momento del ajuste de cuentas, el momento de los presupuestos, y hemos descubierto que la realidad no era la que suponíamos.
En un país fastidiado o deprimido, y no digamos en un país crispado, un batacazo fiscal como el que propone el Gobierno habría hecho saltar chispas. No se hablaría de otra cosa.
España, sin embargo, no está tensa. España, contra lo que pensaba este periódico, contra lo que pensaba yo mismo, mantiene ese humor plácido y benevolente que ha venido distinguiéndola a lo largo de su historia. España, señores, va bien, como cuando el otro, como desde siempre.
España, en un día como hoy, habla de moda juvenil. Ropa negra, botas, colgantes, anillos, cosas de esas. El estilo gótico, dicen.
Otra vez, perdón. Cuando oímos el runrún del otoño caliente, lo entendimos en el sentido de conflictividad social. En realidad, lo del otoño caliente se refería a la ropa oscura, que abriga más. Qué confusión, qué tontería.
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