¿Dónde están los brotes verdes?
En las últimas semanas muchas voces empiezan a hablar de los brotes verdes de la economía y afirman que lo peor de la crisis ya ha pasado. Sin embargo, se espera que tan sólo este año cerca de 100 millones de personas pasen a engrosar las listas de los más pobres y las personas que pasan hambre han superado ya los 1.000 millones, es decir, uno de cada seis habitantes del planeta. ¿Dónde están los brotes verdes?
Los países más ricos han gastado en los últimos meses 360 veces más dinero en rescatar a sus bancos que lo que destinaron el año pasado en ayuda al desarrollo, y el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (que preveían rebajar a la mitad las personas viviendo en la miseria en 2015) comienza a desvanecerse.
Los líderes del G-20 reunidos estos días en Pittsburgh (EE UU) deben comprometer medidas concretas y urgentes para buscar una salida a la crisis global que tenga en el centro ayudar a los países más pobres en sus esfuerzos por combatir una crisis que no contribuyeron a crear, pero que hoy sufren con mayor virulencia.
Es urgente que adopten medidas para fomentar una economía ambientalmente sostenible y al servicio del ser humano, y comprometer los recursos necesarios para apoyar los esfuerzos de los países pobres.
Entre estas medidas urgentes deberían figurar: (1) la creación de un impuesto a los flujos financieros internacionales (la conocida como Tasa Tobin), que podría generar unos 33.000 millones al año para el desarrollo de los países pobres; (2) establecer una moratoria inmediata de la deuda externa para evitar que los países más pobres pierdan el poco dinero que tienen para afrontar la crisis; (3) reformar el FMI y el Banco Mundial repartiendo equitativamente el poder entre sus miembros, y transferir la mitad del nuevo capital (emisión de DEG) del FMI a los países más pobres, y (4) implantar la transparencia para los paraísos fiscales por donde se pierden entre 230.000 y 280.000 millones de dólares en evasión fiscal (el doble de la ayuda al desarrollo) en los países en desarrollo. Estos impuestos deberían dedicarse a la construcción de escuelas, hospitales y otros servicios sociales básicos.
Limitar los bonus bancarios es un acierto, pero es apenas la punta del iceberg.
Esperemos que la Unión Europea tenga en Pittsburgh una posición proactiva y solidaria de la que ha carecido hasta el momento, y que el presidente del Gobierno español demuestre su voluntad de poner la justicia global y la pobreza en lo alto de la agenda.
Cuando comience la cumbre del G-20 sólo quedarán 100 días para que España asuma la Presidencia de la UE.
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