"La cumbia es la banda sonora de México DF"
Con sombrerito bombín, el cráneo rasurado y ese rostro redondo y en permanente sonrisa, Camilo Lara parece el arquetipo de artista bohemio, ensimismado e impredecible que uno se imaginaría garabateando poemas en el rincón de cualquier café demodé. Sin embargo, mucha gente adopta posición de firmes cuando extiende su tarjeta de visita: "Chairman de EMI México & head of A&R Latin America". Traducido al cristiano, el mayor jefazo de esa multinacional discográfica en toda la América de habla hispana. "Siempre quise trabajar para comprar discos, y siendo presidente de EMI puedo adquirir unos cuantos", argumenta entre risas. Pero da toda la impresión de que habla muy en serio.
A las nueve de la noche, cuando apaga la luz en su despacho, echa el cerrojo en la habitación y empieza a componer. En ese momento el alto ejecutivo de 34 años se transforma en el motor del Instituto Mexicano del Sonido, un delirio de cumbia, hip-hop, mariachis y unos cuantos miles de influencias más que provoca a veces la sonrisa y casi siempre las ganas de bailar. Su más reciente criatura discográfica, Soy sauce, se estrena esta noche en la Casa de América, y ni el autor tiene claro si el título está en castellano o en inglés. Así pues, la cosa puede ir de árboles o de salsa de soja.
"Me gusta ver la crisis en el primer mundo; por fin saben lo que es eso"
Pregunta. Admítalo: usted no se debe de escuchar ni la mitad de las maquetas que le llegan...
Respuesta. ¡Falso! Las escucho todas, pero algunas durante pocos segundos. Si no, mi trabajo no tendría sentido.
P. Músico y jefe de músicos. ¿Cómo le da tiempo para estar en misa y repicando?
R. En realidad sólo puedo grabar entre novia y novia. Cuando tienes pareja debes acompañarla al cine y hacer vida social...
P. Una visión muy romántica.
R. Oh, no se crea. Le he dedicado una canción a mis cuatro ex y hablo bien de todas ellas. A la última, Paulina, incluso se la envié antes de grabarla.
P. ¿Sabe usted lo que se entiende en España por un gafapasta (un moderno) ?
R. Sííí. Y lo asumo. Yo soy uno de ellos. En México tenemos una expresión: "No puedes negar la cruz de tu parroquia".
P. Pero no parece muy de su especie lo de reivindicar un género tan popular como la cumbia...
R. La cumbia es el soundtrack del DF. Todos los de mi generación hemos escuchado a los Smiths, Happy Mondays o los Charlatans, pero al final la cumbia es el tuétano de nuestra sociedad. Carga con el estigma de los géneros menores, como el cómic. Y, a pesar de que los mexicanos lo consideren el fitoplacton de su ecosistema musical, franceses y anglosajones sienten debilidad.
P. ¿Prefiere, entonces, el humor a la solemnidad?
R. Absolutamente. Soy de los que no entienden mucho los discos de Pink Floyd. Me dan pereza los conceptos absolutos, esos discos temáticos que hablan de la pasión, el amor o la muerte. Yo me inclino por cantar historias.
P. ¿Es desde esa perspectiva lúdica como nació su versión de Bittersweet symphony, la canción de The Verve, en clave de ranchera?
R. Sí, surgió como una broma, porque para épica ya teníamos la original. Estábamos en el estudio con unos mariachis, nos costaron una pasta, y en ese momento nos sobraban tiempo y tequila.
P. ¿Se va a sacudir México alguna vez el fatalismo?
R. Ah, no, siempre se nos caen las cosas. Si no es la gripe A, siempre nos quedarán la devaluación, los secuestros, el narco o los temblores. Ahora me da gusto ver al primer mundo en crisis; por fin ellos saben también lo que es eso.
Instituto Mexicano del Sonido. Esta noche, a las 22.00, en la Casa de América. 10 euros. www.entradas.com
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