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Los liberales alemanes ya se sienten con un pie en el poder

Guido Westerwelle aspira a la cartera de Asuntos Exteriores

La Bolsa de Francfort, el principal parqué de la Europa continental, abre a las 9. El que espere para contemplar el trote emprendedor de los engominados se llevará una decepción: ya no hay barullo ni apenas corbatas de seda. Las nuevas tecnologías permiten que las decisiones se tomen un kilómetro al oeste, en las alturas de los rascacielos bancarios. La actividad financiera, representada en la bolsa por agentes en continuo contacto con los despachos, comenzaba justo ocho horas antes de la cita electoral de ayer con el presidente del Partido Liberal (FDP) en la sede de los mayores bancos del país.

Guido Westerwelle, cabeza del FDP desde 2001, buscaba en la médula de las finanzas alemanas el apoyo de su clientela predilecta, pero también echaba siempre una pequeña ración de arena al ideario neoliberal. Así, la impopular propuesta de aplazar el apagón nuclear fijado por una ley del Gobierno de socialdemócratas y verdes en 2002 vino seguida por la demanda de "retirar todas las armas nucleares de suelo alemán en los próximos cuatro años". No se sabe cuántas quedan de estas reliquias estadounidenses de la guerra fría ni dónde están pero, además de provocar una ruidosa ovación, le permitió aludir a Barack Obama. El liberal Westerwelle apunta, no cabe duda, a la cartera de Exteriores tras 11 años en la oposición.

El uniforme yuppie era mucho más escaso que la vestimenta informal de los jóvenes y parejas de clase media reunidos en un acto electoral a escasos metros de la Bolsa para escuchar al candidato liberal. A sus casi 50 años, acaricia la meta de su vida política. Si los augurios demoscópicos para las elecciones generales del domingo se cumplen, una coalición entre los democristianos de la canciller Angela Merkel y el FDP echará del Gobierno a los ministros del Partido Socialdemócrata (SPD).

En cualquier día laborable, la city de Francfort es a ojos vista un centro financiero de relieve global. La mezcla de gentes, colores e ingresos afecta también a los resultados electorales, pero el FDP obtuvo en 2005 casi el 16,5% de votos en la región de Taunus, donde se encuentran las ciudades en las que residen los acomodados brokers de Francfort. En el conjunto de Alemania no reunieron ni siquiera el 10%. Una encuesta difundida ayer les pronostica el 13,5% este domingo.

El mitin fue vistoso. Más de mil personas se congregaron para escuchar a un Westerwelle algo tocado por los esfuerzos de campaña, pero capaz de imprimir nervio a sus palabras. Además, unas decenas de jóvenes agitaban pancartas y le abucheaban: "Mentiroso, asocial". Él lo agradeció expresamente y sacó a relucir el retintín un tanto resabiado del que echa mano para criticar a Merkel o al candidato socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier (SPD). Al partido La Izquierda, pujante en las encuestas y en las recientes elecciones de Sarre y Turingia, sólo le brindó denuestos.

La rebaja fiscal prometida por CDU y FDP si termina de consumarse el idilio escenificado en sus campañas es uno de los temas clave del debate. En los demás asuntos en liza, como la guerra de Afganistán o la energía nuclear, los partidos tienen posiciones más o menos plausibles. Otra cosa es la bajada de impuestos. Liberales y democristianos son bastante imprecisos a la hora de fijar plazos y alcance del recorte. Merkel está a la gresca con su partido hermano bávaro, los socialcristianos de la CSU, que le pide un compromiso firme. En cuanto a Westerwelle, se refiere siempre a la "justicia fiscal" y la vincula con la "justicia social" por la que dice abogar como defensor de la "atenazada clase media". La reciente vocación de Westerwelle de alzarse como "el Martín Lutero de las clases medias" contrasta, como señalaba ayer el Süddeutsche Zeitung, con el perfil thatcherista y la imagen frívola que eligió en el pasado. El domingo se medirán los réditos de su transformación.

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