"Kárpov es mi gran maestro"
Gary Kaspárov (Bakú, Azerbaiyán, 1963) será el entrenador del Mozart del ajedrez, Magnus Carlsen, de 18 años, durante al menos un año a partir de ahora. Pero la primera relación profesional entre ambos ha sido al revés: Carlsen le ha ayudado a ponerse en forma, en su casa de Noruega, para el duelo contra Kárpov. El Ogro de Bakú concedió el sábado esta entrevista por teléfono desde allí.
Pregunta. ¿Tienen razón quienes auguran que las partidas de Valencia no serán tan buenas como las de hace 25 años?
Respuesta. Sí, pero en este caso la nostalgia es positiva, y el duelo va a servir para que los focos vuelvan a iluminar el ajedrez, como hicieron hace 25 años. En todo caso, ambos somos aún capaces de crear un ajedrez de alta calidad.
"Ahora lucho contra una dictadura disfrazada de democracia; eso me da equilibrio"
P. Usted es doce años más joven. ¿Será el factor decisivo?
R. Es mi ventaja, pero él se ha mantenido activo como jugador, aunque los resultados ya no sean buenos, y yo llevo casi cinco años sin jugar partidas serias, lo que me hace dudar de si seré capaz de recuperar mi instinto. No sé cuál de esos elementos pesará más.
P. ¿Quién es para usted Anatoli Kárpov?
R. Además del rival más importante en mi carrera deportiva, es mi gran maestro, de quien más he aprendido, tanto en ajedrez como en la vida. Por otro lado, no he encontrado ningún otro caso, en la historia de todos los deportes, en el que una rivalidad entre dos haya marcado tanto la historia y el futuro.
P. ¿Cuál fue la principal lección que usted aprendió en el primer duelo, Moscú 84?
R. He revisado a fondo todas mis partidas con Kárpov para escribir la serie Mis geniales predecesores. Creo que ambos pecamos entonces de exceso de confianza. Yo, antes del duelo, por mi juventud. Y él, cuando ganaba por 5-0 y no se conformó con revalidar el título, aunque perdiera alguna partida, sino que se obsesionó con aplastarme por 6-0.
P. ¿Llegó a tener pesadillas con Kárpov entonces?
R. En ese duelo aún no, porque era el primero, y para mí era una cuestión básicamente deportiva. Pero entonces empezaron a crearse las tremendas presiones y repercusiones políticas y sociales que impregnaron nuestra rivalidad durante casi diez años. Eso ya fue agotador, y trascendió a lo puramente deportivo.
P. Especialmente en Sevilla 87, cuando usted tuvo que ganar la 24ª y última partida para empatar el duelo y retener el título.
R. ¡Huy! Sí, todo lo que ocurrió en ese duelo histórico, y que acabo de analizar muy a fondo para uno de mis libros, es una de las razones para que esta celebración del 25º aniversario de mi primer encuentro con Kárpov sea en España. Lo que sufrí y disfruté en los últimos días de Sevilla, hasta llegar a un estado de excitación, nervios y cansancio extremos, configura uno de los capítulos más importantes de mi carrera.
P. Entonces apenas tenía usted tiempo para algo más que ajedrez. Ahora, entre otras actividades, lucha con muy poco apoyo contra el Gobierno de Rusia. ¿Qué vida le gusta más?
R. Contrariamente a Bobby Fischer, el ajedrez nunca ha sido lo único en mi vida, ni siquiera entonces. Ahora me dedico a cosas importantes y, sobre todo, hago lo que me marca mi conciencia, lucho contra lo que para mí es una dictadura corrupta disfrazada de democracia. Eso me genera armonía, y espero que ese equilibro me ayude a batir de nuevo a Kárpov.
P. ¿Ha perdido mucho el ajedrez en los últimos 25 años?
R. Deportivamente, muchísimo. Antes estábamos en las primeras páginas y en las grandes capitales, y ahora no, si exceptuamos este duelo con Kárpov y poco más. Sin embargo, el ajedrez puede tener un futuro social brillante, en las escuelas, como prevención del Alzheimer, y en Internet. Pero las buenas ideas no bastan, hay que financiarlas, organizarlas y anunciarlas.
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