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Tribuna:La firma invitada | Laboratorio de ideas
Tribuna
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El turno de las exportaciones

Algunas opiniones dejan entrever que, una vez alcanzado el suelo del ciclo económico, todos los esfuerzos para la recuperación económica deben centrarse en el lado de la oferta. Está más que justificado insistir en que el sistema productivo español debe, a toda costa, mejorar sus bajísimos registros de productividad inducidos por muchos defectos estructurales heredados del pasado, incluyendo los del mercado de trabajo. Es evidente la necesidad de transformar el modelo productivo español para que la senda de crecimiento positivo vuelva cuanto antes.

Reconociendo plenamente esta necesidad, sobre la que tanto se ha escrito en los últimos meses, en este artículo argumentaré que también es indispensable mantener vivos los resortes de la demanda, reivindicando el enfoque "a dos manos" o de las "dos hojas de tijeras" de Alfred Marshall. En esta línea, considero que el foco de atención urgente de los dirigentes debe ser el fortalecimiento del sector exterior español para, de esa manera, conseguir a la vez una correcta orientación de la actividad productiva y un estímulo de la demanda que, en este caso, vendría del exterior. Para ello voy a utilizar el símil de un barco con tres motores. El tamaño del barco y la calidad de sus instalaciones reflejan la magnitud y eficiencia de la economía española, y los motores son los tres componentes principales de la demanda encargados de absorber la producción y mantener baja la tasa de desempleo: la demanda interna de familias y empresas, la demanda del Gobierno y las exportaciones.

El foco de atención urgente de los dirigentes debe ser el fortalecimiento del sector exterior español
No podemos dejar que se agrande el rezago español con respecto a Francia y Alemania

En España, el motor de la demanda interna, que tan buenas prestaciones había dado desde el momento en que adoptamos el euro en 1999, empezó a ralentizarse a mediados de 2006 y se mantiene con el mínimo de revoluciones desde finales de 2008 como consecuencia de excesos de gasto de años pasados y del intenso impacto de la crisis financiera internacional en nuestro país. En el último año y medio, las familias y empresas españolas han sufrido graves restricciones de crédito, abultadas pérdidas de riqueza y el azote del desempleo. Por ello, se han visto obligadas a apretarse el cinturón y a incrementar el ahorro.

Alicaído el sector privado, el Gobierno español hizo muy bien en activar el motor fiscal, principalmente aumentando el gasto público. Aparte de los estabilizadores automáticos, que prenden por sí solos, el Gobierno destinó muchos miles de millones de euros en medidas fiscales contracíclicas, tales como el plan de inversión local, las ayudas a la industria automovilística y las inversiones en infraestructuras. Gracias a este esfuerzo público, más de 500.000 trabajadores han podido mantener su empleo y la esperanza de no pasar muchos lunes al sol. Como ha escrito recientemente el premio Nobel Paul Krugman, los que no aman las medidas contracíclicas del Gobierno, ni siquiera en momentos de crisis económica declarada como la actual, quieren que éste no evite la caída en una depresión.

Pero es cierto que el segundo motor tiene sus topes. El combustible disponible es limitado. Aunque el Gobierno español cuenta con el margen que le confiere un endeudamiento relativamente pequeño (el 34% del PIB a finales de 2007, frente al 67% de la eurozona o el 150% de Japón), el Pacto de Estabilidad y Crecimiento impone el equilibrio fiscal a largo plazo. Como la crisis se está alargando más de lo esperado y muchas de las medidas expansivas adoptadas tienen vigencia transitoria, hace falta una colaboración muy estrecha del tercer motor, el de las exportaciones. La necesidad de incrementar la presencia de los productos españoles en los mercados internacionales no es nueva, y la responsabilidad de no satisfacerla debe atribuirse a Gobiernos de colores y tendencias políticas muy diversos.

Dos datos pueden servir de ilustración: a) la cuota de exportación española en el total exportado por todo el mundo no ha podido superar el 2,5% desde principios de los años noventa, una cifra muy baja porque, una vez que se controla por el tamaño de las economías, apenas alcanzamos la mitad de los niveles de los países más avanzados; b) ninguno de los Gobiernos en el poder desde 1999 ha podido poner freno a la escalada del déficit de la cuenta corriente española, que en 2007 alcanzó el récord del 10% del PIB. Los datos recientes sobre los países que están superando la fase de recesión, tales como Alemania, Francia, Japón y otras economías del sureste asiático (por no hablar de China, que se mantiene en elevadas tasas de crecimiento), demuestran que el factor determinante de su recuperación es la fortaleza o resurgimiento de sus exportaciones.

De las varias vías que, en principio, existen para mejorar el saldo de la balanza comercial española, la pertenencia a la Unión Económica y Monetaria nos obliga a descartar la devaluación del tipo de cambio. Una segunda opción, la reducción de precios de los productos exportables, es difícil y lenta porque la rigidez nominal a la baja ha sido tradicionalmente vigorosa en España. Además, el recorrido para recuperar las pérdidas de competitividad acumuladas desde 1999 es largo. Algunas estimaciones recientes revelan que la sobrevaloración actual del tipo de cambio real de la economía española frente a sus principales socios comerciales supera el 15%.

Existe una tercera opción que entronca con las medidas de oferta y que, en consecuencia, aborda la doble faceta, oferta y demanda, a la que me he referido más arriba. Por una parte, deben reasignarse recursos hacia sectores exportadores muy dinámicos en los mercados internacionales (lado de la oferta); por otra, hacen falta medidas que aumenten el atractivo de los bienes y servicios españoles para los compradores extranjeros potenciales (lado de la demanda). La lista de acciones posibles dentro de esta tercera vía es larga y variada. Las que pueden dar resultados más rápidamente son, por ejemplo, la apertura o ampliación de mercados a través de la vía diplomática y el establecimiento de premios y exenciones fiscales a las empresas que consigan buenos resultados en este campo. Hay un segundo grupo de medidas que son más lentas, pero con una incidencia potencial mayor y efectos más permanentes. Requieren grandes dosis de imaginación y mayores inversiones en I+D+i. Se trata de mejorar la calidad y diseño de productos que, aunque bien asentados en los mercados exteriores, ofrezcan posibilidades de aumentar las cuotas de mercado. También hay que ser perseverantes en los esfuerzos por descubrir nuevos productos que permitan explotar mucho mejor las ventajas comparativas de nuestro país.

Ejemplos de empresas españolas que han triunfado en los mercados internacionales porque utilizaron la innovación como principal eje de actuación no faltan. España tiene firmas líderes mundiales en producción y gestión de parques eólicos, aerogeneradores y energías renovables. La facturación de algunas de sus empresas en segmentos muy punteros de los textiles, controladores del tráfico aéreo, aplicaciones informáticas a la sanidad, telefonía, repuestos del automóvil, piscifactorías, explotaciones vitivinícolas y transporte de alta velocidad, entre otros, no deja de crecer en todo el mundo. Sabemos hacerlo. Hay que actuar con celeridad porque, por un lado, urge transformar adecuadamente el sistema productivo, y porque, por otro, los dos motores domésticos están casi exhaustos y no podemos dejar que se agrande el rezago del barco español con respecto a los que ahora marcan la pauta en Europa: el alemán y el francés.

José García Solanes es catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Murcia.

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