Los testigos y el autor de la muerte de Palomino toman la palabra

Josué Estébanez habló primero. Con la voz ronca y la mirada fija. Contó su versión (que ha dado varios giros en sus distintas declaraciones). El presunto homicida inició el lunes el juicio por la muerte de Carlos Palomino en un vagón del metro de la estación de Legazpi. Las cámaras registraron sus gestos aquel 11 de noviembre de 2007. Las grabaciones recogieron cómo sacó la navaja antes de que frenara el tren -él lo negó en el juicio-, cómo hizo un saludo nazi que Estébanez intenta cambiar por un gesto inofensivo para que la gente se marchase. También aparecen los amigos y conocidos de Palomino, que le persiguieron después. Es una grabación sin sonido. Los testimonios de testigos en las primeras sesiones de la Audiencia Provincial añaden a esas imágenes los gritos, la angustia, las carreras, las consignas.

Las acusaciones intentan demostrar que hubo agravante ideológica, que el homicida -ataviado con indumentaria de "skin neonazi", según un experto policial- atacó a la víctima por odio. El de un nazi frente a un enemigo de ultraizquierda. Su defensa quiere convencer al tribunal de que actuó en legítima defensa por miedo a un ataque sin ningún tipo de connotación ideológica. La diferencia entre una opción y la contraria puede engordar décadas la condena. La fiscalía reclama 29 años de cárcel, 17 por asesinato y 12 por intento de homicidio a otra víctima, que intervino como testigo en la primera sesión. La acusación que ejerce la madre del fallecido reclama 37 años. El juicio quedará visto para sentencia esta semana.